Pablo Adrián, el niño malaguista que debe su nombre a Guede
Su padre se lo prometió en el año 1998 tras su famoso hat-trick al Terrassa
El 28 de junio de 1998 era “un día de playa”, como se dice en Málaga. El verano estaba recién inaugurado y el fútbol no era entonces un foco principal de la ciudad. Pero en el vetusto estadio de La Rosaleda, que todavía no se había sometido a tantas operaciones estéticas, el heredero del Club Deportivo Málaga estaba a punto de cambiar la vida a muchas personas. Uno de ellos era Juan Luis Moreno Rodríguez.
Alguno quizás necesite más pistas que una fecha concreta, aunque los malaguistas como Juan Luis (de apenas 20 años entonces) fueron testigos en primera persona de una de las mayores hazañas que se han vivido en el recinto de Martiricos, que aún olía a Mundial 82. “El día del Tarrasa”, no hace falta más para disparar mentalmente miles de instantáneas, recuerdos y emociones.
Aquel día se rompió un techo de cristal y el Málaga iniciaba una aventura preciosa que le terminó llevando con parte de aquel bloque de Segunda División B a Primera y la UEFA. Un nombre, un hombre, por encima de todos: Pablo Adrián Guede, que firmó un hat-trick decisivo para el necesario 4-1 al Terrassa que consumaba el ascenso después de varias campañas quedándose a las puertas.
Juan Luis, que idolatraba e idolatra al argentino, se prometió a sí mismo aquel día que si la vida le premiaba alguna vez con ser padre, su hijo llevaría como nombre Pablo Adrián. Entonces no tenía ni pareja ni pensamiento de formar una familia, pero esa promesa se quedó tatuada.
Pasó la vida, como recordaban los hermanos Amador, y llegó la descendencia. Y ese padre cumplió la promesa que se hizo aquel día y que también le hizo al propio Guede, con quien después llegó a establecer vínculos personales.
Su primogénita se llamó Carmen y cuando llegó su varón, no tuvo dudas, había llegado al mundo Pablo Adrián, malaguista de cuna. “¿Cómo lo vas a hacer, loco?, le decía el mismo Guede, agradecido por el detalle y que no anduvo lejos de ser su padrino.
Las opiniones familiares eran contrarias, pero la palabra iba por delante y ese nombre llevaba puesto años. Pablo Adrián Moreno ya tenía el carné de abonado cuando nació y, una década después, sigue los pasos de su padre. Además, hasta forma parte de la escuela de la Fundación.
Una historia que da un giro casi de película. El ídolo que valió el nombre de un hijo se sienta en el banquillo del Málaga para intentar volver a repetir epopeyas blanquiazules. Una historia de pasión, que es la única razón que hace del fútbol lo que es. Aquel 28 de junio era un día de playa...
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