Puede ser un comienzo
Atlético de Madrid-Málaga CF
El Málaga vuelve a perder pero compite durante una hora al Atlético
Buenas maneras de Rolón en su estreno y Rolan la tuvo para empatar
La leyenda del Wanda Metropolitano recordará a Antoine Griezmann como primer héroe. Del Málaga solo se escribirá que pasaba por allí. No se llevó el equipo de Míchel ni un punto, sí algo de esperanza y consuelo. Durante una hora sujetó al Atlético de Madrid a la par que iba viendo rellenarse su barra de energía moral. Perdió porque los millones en el campo crean detalles, y de los detalles nacen los goles, y los goles son la única justicia. Un solo detalle, un solo gol, que firmó la derrota y recordó el abismo de presupuesto entre unos y otros. La buena imagen no rellena el estómago, pero sí el alma. Pero ya hace falta comer como el comer.
El Málaga precisa de puntos, pero también le venía de perillas reafirmarse. Y lo hizo a base de competir de tú a tú, de verse y sentirse sólido. A gusto en el campo, que ya le tocaba. Justo cuando el nivel crecía exponencialmente, asomaron algunas raíces. Sobre todo las defensivas. Aunque a costa de una renuncia casi absoluta del contragolpe en la primera mitad, el Málaga se parapetó bien ante Roberto y no dejó grietas más allá de sustos muy ocasionales. Crecer desde atrás para hacerse fuertes arriba es una de las primeras lecciones en el manual del entrenador a principios de temporada.
Los cambios que insinuó Míchel se tradujeron especialmente en la inclusión de Rolón. Sustituyó la planta de Kuzmanovic por los nervios. Es un centrocampista argentino y ello le supondrá permanentemente el asterisco de la adaptación al ritmo europeo. Pero tras su evidente cara de niño traslucieron maneras interesantes. Pareció invisible al principio, sus compañeros no le daban una bola, hasta que se asomó con temple y pareciéndose a algunos de esos vídeos suyos que le aseguraban una expectativa exitosa. Presión alta, cambios de ritmo, temple ante la presión rival. Es pronto para juzgarle, pero no una temeridad pensar que el técnico debe darle continuidad para fortificar el doble pivote y acelerar su aclimatación.
También se estrenó Rolan, casi sin tiempo para mostrarse, si bien lo hizo. Y no acalló el Wanda de milagro. La hoja de ruta para construir un mejor Málaga parece pasar más por los Rolones y Rolanes, empaque y chispa, que por Adrián. El madrileño acabó de nuevo en el campo, pese a estar en un alarmante bajo rendimiento, y fueron Rolón y Mula, los mejores malaguistas, los que se marcharon al banco. Está señalado por muchos pero no por Míchel, quien mantiene su fe ciega en él.
Cuando ambos empataban, el Málaga ganaba moralmente. Y así fue durante una hora. En apenas un parpadeo, Correa rompió a Ricca y la caña de Griezmann volvió a dejar una buena pieza para frustración de Roberto, quien hizo lo que pudo para dejar un candado como regalo en el bautismo del nuevo estadio.
El Atlético pasó a modo hibernación y los blanquiazules parecieron abrazarse más a su hora de mejora que a volverse loco en busca de la igualada. El reloj corrió con prisa y sin sustos. Aunque el último remate lo selló Borja Bastón, quien anda como loco por mostrarse. Enseñó la patita rompiendo a Gabi dentro del área con un cambio de ritmo perfecto, aunque Oblak levantó un muro esloveno cuando una luz ya se posaba sobre él para erigirse en el primer goleador del Wanda Metropolitano. Dentro del área, el Málaga tiene en su delantero puro veneno. El problema es que la mayoría de sus minutos por el momento se están escribiendo fuera de ella. He ahí uno de los grandes retos para Míchel.
Al menos la última página del libro no fueron caras de desesperación e impotencia, sino esa rápida jugada de Rolan que paró el corazón a todos los colchoneros menos a Oblak, quien convirtió el problema en un córner. El uruguayo y Bastón, dos delanteros diferentes y complementarios, una nueva senda que explotar en el juego de ataque. Semillas para crecer como las que tiró también Rolón durante 70 minutos más que dignos. Además, en apenas 48 horas habrá otra oportunidad para la reafirmación de la identidad. Y aunque no es momento de urgencias, sí que empieza a ser necesario quitar el cero del casillero.
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