Réquiem por el Málaga CF (0-1)

El Racing toma La Rosaleda y deja a 10 puntos de la salvación al cuadro blanquiazul, virtualmente descendido a Primera RFEF con tres meses de competición por delante

Moreno Aragón y su largo currículum

Desesperación del Málaga CF al final.
Desesperación del Málaga CF al final. / Pepe Gómez

Suena música fúnebre en La Rosaleda, es el réquiem por el descenso inminente a Primera RFEF, el momento más bajo en 25 años de historia. La última bala para seguir latiendo se va como todas, como el cúmulo de despropósitos que han llevado al club a la sima de su historia reciente. Conmueven las lágrimas de los aficionados, muchos niños, al acabar el partido. Han ido 26.000 personas a la final. La salvación está a 10 puntos y ya se asume que es imposible. El Racing, como la gran mayoría de los equipos que ha ganado este año en Martiricos, simplemente espera que el Málaga se suicide (0-1). Preso de los nervios, buenos tramos de partido se van por el sumidero porque no se concreta. Porque los árbitros no respetan y es fácil pitarle, echan a un jugador por una entrada, esta vez Genaro en el primer minuto tras el descanso. Es paradójico, el karma es juguetón, que sea José Alberto, el mejor técnico, números en la mano, que pasó por Málaga en cuatro años y que fue echado en media tabla el año pasado, quien da la puntilla. Es indecente ver cómo trota Alfred Ndiaye, es una decepción profunda Rubén Castro, que es una leyenda pero que a Málaga llegó tarde. Está para meter y este domingo tuvo varias y decidió mal. Es la obra de José María Muñoz y Manolo Gaspar. Todos sus nombres entrarán en la historia negra del Málaga.

Con la épica que siempre da la lluvia, el campo rápido y una bonita atmósfera previa por la celebración del título de Copa del Unicaja, Pellicer optó por poblar el centro del campo con un trivote Genaro-Escassi-Luis Muñoz con el malagueño descolgado y pisando área como en su época de esplendor antes de romperse el cruzado. Lago Junior y Villalba abiertos e intercambiándose. Tras una primera llegada peligrosa del Racing, resuelta con un toque de Yáñez, el Málaga cogió el mando del partido y completó un primer tiempo notable pero sin el premio del gol. Impuso un ritmo alto el cuadro de Pellicer, activándose bien tras pérdida, recuperando balones encampo rival y ocupando bien los espacios. Un choque entre Rubén Alves y Esteban Burgos, con los dos jugadores con sangre en sus cabezas, tuvo parado el partido varios minutos.

El Málaga estaba bien plantado e iba arrinconando poco a poco a los cántabros. Cristian percutía y ponía algún buen centro desde la izquierda. Parera, meta rival, sacaba una mano sensacional a un tiro con veneno a la cal del palo de Lago Junior, Luis Muñoz remataba solo un córner pero de manera defectuosa, dos situaciones claras de contraataque no eran bien resueltas por Rubén Castro... El asedio crecía, pero sin resultados. Rubén Yáñez se quejaba de la parte posterior del muslo y Esteban Burgos no dejaba de sangrar, pero Pellicer no tuvo que gastar cambios antes del descanso. Un taconazo de Rubén para Fran Villalba que el valenciano no colocaba bie y un balón suelto tras rechace rival para el canario que remataba al muñeco ante un Parera ágil que le comía portería saliendo bien eran otras opciones que se esfumaban. El Racing no llegaba con mucho peligro, aunque Mboula y Pombo sí ofrecían sensación de peligro cuando cogían la bola.

Moreno Aragón decidió intervenir en la reanudación. Genaro seguramente fue imprudente en la altura de su pierna en la entrada a Vicente, a muchos metros de la portería y no en situación peligrosa pero se ven cada jornada peores en Segunda. El árbitro va acumulando arbitrajes calamitosos contra el Málaga, tiene un currículum cada vez más grande. A jugar medio partido con 10 jugadores, sino de un equipo con todo en contra, al que todo lo que le puede salir mal lo hace. Aguantó 20 minutos el Málaga, pero ya sin fuelle pese a los cambios que empezó a meter Pellicer. Había hecho un gran esfuerzo sin rédito y el palo de la expulsión pesaba.

Había sacado una gran mano de Yáñez abajo a disparo de Aldasoro, pero mediado el periodo, Íñigo Vicente puso las banderillas definitiva. Condujo, espero a que Baturina pivotara en el área ante Ramalho un par de segundos y convirtió la dejada del croata en una exquisita definición al palo largo a la que no pudo llegar el meta malaguista, vestido de negro como en el colectivo homenaje a Iribar.

Después, el lógico ejercicio de impotencia. No llegaban las piernas, no regaban bien las ideas. Tuvo otra Rubén para el empate, pero el canario le pegó mordida. Algún centro de Cristian, balón parado... Pero nada. El Málaga no es peor que el rival casi nunca pero pierde casi siempre. Y eso sólo lleva a un camino, el descenso a Primera RFEF. Enhorabuena a los responsables y el pésame a los malaguistas. Tristemente, es sólo una cuestión de tiempo.

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