Las fotos del Coruxo-Málaga CF
El Málaga celebra el gol de Orlando Sá. / La Otra Foto

En otro tiempo estaría destinado a tostón, a un ambiente más frío que un abrazo de Álex Ubago, pero en este nuevo fútbol descafeinado, cualquier garganta es música. Una regresión al fango, a parte de lo que también fuimos una vez, al kiosko a pie de césped. Lo de siempre que ahora es lo de antes. Sin embargo, sí cambia algo fundamental: El Málaga supera una primera ronda de Copa del Rey después de golear sin piedad y eliminar al modesto Coruxo, agarrado a su leyenda de espartanos en la oscuridad contra el Mirandés un año antes.

La Copa termina de completar este 2020 tan distópico. Un partido con una banda casi besando el rebalaje, pasadas las tres de la tarde porque el recinto no tiene iluminación, sol con charcos y otras deformidades, figurantes en las gradas a distancia prudente. Casi parecía el clásico amistoso de pretemporada.

Pellicer cumplió lo prometido. Un once con mucho peso pesado y sin experimentos. Tiró de Ale Benítez y Quintana para lateral diestro y centro del campo. Test de nivel y horas de vuelo para ambos. También para Hicham, Jairo y Orlando Sá, una rotación completa de ataque que, cada uno por diversas circunstancias, todavía no han lucido. Enchufarlos daría un salto de calidad al Málaga.

El tópico del fútbol de barro era literal en este caso. Decir que el balón rodaba sería generoso. Misión doble tratar de salir airoso de la eliminatoria en marcador y físico. Contando además con la lógica efusividad del contrario, ante sus parroquianos y contra un rival de pedigrí.

Se lo tomó en serio el Coruxo y también su afición. Desde pronto presionaron reclamando penaltis. ¿Saben? Sin entrar a valorar razones, cómo se echa de menos esa salsita de fuera hacia dentro del césped. Que eso también es fútbol. Pero el Málaga seguía el guion precocinado de Pellicer y fueron a resolver. A los 17 minutos una falta lateral botada por Cristian la aprovechó Orlando Sá para inaugurar su cuenta particular.

A los 32 minutos Hicham estuvo a punto de hacer el segundo. Y seguidamente volvió a lesionarse y tuvo que ser cambiado. Se envalentonó el Coruxo, que rondó el empate en un centro por la derecha que Ale Benítez mandó a córner con suspense. Al borde del descanso Mateo tuvo otra clarísima.

El partido era de domingo en cualquier campo del Grupo IX. Era muy difícil recoger en ese sembrao. Así se igualaban medianamente las fuerzas, aunque tenía más cuerpo el bombo retumbando que las llegadas del Coruxo en sí. Esa banda sonora que anticipa lo que deseas que suceda.

Con todo, el duelo era noble. Sin tarjetas. Y el Coruxo fue inocentón en una mala cesión de Manu que capturó Juan Cruz y condujo hasta el área para driblar a Amigo y definir con tremenda calidad. Y celebración entre niños.

El Coruxo sacó orgullo y consiguió un beso a la madera. La respuesta del Málaga fue letal. La cocinaron Caye Quintana, que no estará por sanción ante el Logroñés (todavía se recogen tempestades de la expulsión ante el Lugo, con VAR de por medio y que da para debate) y Rahmani, que hizo que más de uno se tirara de los pelos por ver al mejor futbolista del equipo ahora mismo en semejante suelo. Caye volvió a enseñar que lee el juego como pocos y Rahmani, que está en estado de gracia.

Derrocharon sus últimas fuerzas ambos conjuntos, apoyados en los cambios y descosido por el marcador tan abultado, que cercenaba cualquier opción o esperanza gallega. Seguir era una cuestión de honor y el Málaga aceptó terminar el partido a correcalles. Y en el 92’ Caye Quintana firmó el cuarto de sutil picotazo tras maniobra de Julio.

No ha tirado el escudo el Málaga más modesto de las últimas dos décadas en la Copa, lo ha dignificado pese a estar en el alambra. En realidad, lo ha hecho porque, como dijo Pellicer, ya es su hábitat natural. El alambre. Y que sea lo que sea.

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