El Málaga CF está fundido (0-0)

Los blanquiazules fueron de más a menos y aguantan el punto de milagro

El 1x1 y la puntuaciones de los jugadores del Málaga

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Las fotos del Málaga CF - Andorra
Las fotos del Málaga CF - Andorra / Pepe Gómez

El Málaga está fundido, ante el Andorra aguantó un empate que tiene su análisis propio, pero que en el guion del partido evidencia que los blanquiazules no sólo están bloqueados mentalmente sino que además el cuerpo no alcanza. Importa poco el porqué o de quién es la culpa, sólo cuenta solucionarlo porque si te caes tras 50 minutos de gran esfuerzo en la novena jornada, ya no es que vayas a optar por algo ambicioso, es que tienes que empezar a pensar en cómo salir del pozo.

En otro prisma, el Málaga tuvo 45 minutos de exposición de lo que quiere ser, o al menos de una buena versión de sí mismo entendiendo que las piezas son las que son. Le faltó pegada y levantar un poco más la persiana, pero Manolo no tuvo que ensuciar sus guantes. En la segunda si no es por el veterano cancerbero este análisis sería mucho más dramático. Sufrimiento al margen, segunda cita con el cero en la portería y tercero sin perder. Sabe a poco y no soluciona mucho, pero el vestuario necesita aferrarse a los estímulos positivos que tenga a mano. No son tantos.

Avisó Pepe Mel esta semana de lo mucho que le gusta Loren Zúñiga. Apuntó algunas de sus virtudes y las quiso utilizar en el regreso a La Rosaleda, que una vez más respondió pese a que se comenzó el partido como colista de Segunda División. No fue el único remiendo que hizo en el once. No podía haber una gran revolución porque entre lesionados de arriba y abajo el arsenal blanquiazul ha menguado notablemente.

Fuera Gallar de la ecuación por problemas físicos, Jozabed entró en el once con mucha naturalidad, como en la segunda mitad ante el Racing. El Málaga tenía un 4-4-2 con rombo y una pareja de delanteros feroces cada uno a su manera y que despegaron a los centrales del Andorra.

La determinación del Málaga en casi todas las acciones supuso un salto cualitativo enorme con respecto a casi toda la temporada. Los jugadores lograban asfixiar al Andorra, que tenía más tiempo la posesión pero no lo parecía. Un reflejo más claro de lo que se supone que son los conjuntos de Mel.

Acumuló llegadas de diversa intensidad de daño y riesgo, pero lo mejor de los blanquiazules es que no parecían el conjunto timorato y blando de otras performances. Sobre los hombros de Alfred N’Diaye todo fluía mejor. El centrocampista daba cuerpo cuando parecía que el equipo se podía desencajar y el resto acompañó con generosidad.

Manolo Reina apenas tuvo que aparecer, ni enseñó el color de los guantes. Tampoco mucho más un viejo deseado del Málaga como Raúl Lizoain, que sin embargo estuvo toda la primera parte viendo sobrevolar centros blanquiazules y disparos que no eran letales por poco. Le faltaba precisamente a los locales un punto de gracia y precisión en los instantes decisivos, en los metros finales, donde la ansiedad sí enseñaba la patita por debajo de la puerta.

Era un comienzo que tuvo continuidad nada más comenzar el segundo tiempo. Javi Jiménez puso un saque de banda imposible al corazón del área y Burgos hizo valer su imponente presencia para cabecear. Casi se cantaba gol cuando el meta intervino para frustrar el 1-0. A partir de ahí el Andorra fue capaz de amenazar en varias ocasiones al Málaga, que regaló varias contras con errores no forzados. Las más claras las tuvieron Bakis, que tiró un mano a mano; y otra Germán Valera, que se topó con el heroico guante de Manolo Reina.

Mel movió fichas. Primero con Fran Sol, que no está gozando de muchos minutos con él de momento, y Luis Muñoz, que regresaba tras su última lesión. Poco más tarde tiró de Ramón. Pero el partido andaba algo roto y el Andorra seguía hurgando en la herida. Tras una ocasión en la que Rubén Castro probó una tijera en el área, llegó otra igual de clara que las anteriores (70’). Bakis se encontró con Manolo Reina, que en su segundo mano a mano parado selló el debate de la titularidad de momento.

De dominar el partido y sus formas, el Málaga se vio de repente apagando fuegos, sin tiempo para pensar qué hacer cuando le tocase el balón porque el Andorra parecía multiplicarse en el césped. Los blanquiazules andaban faltos de piernas y de colmillo. Apretó la grada ante tanta angustia y los de Mel sacaron un poco la cabeza de la cueva.

Mel gastó sus cartuchos con Genaro que entró por un Febas desgastado. Al entrenador madrileño se lo llevaban los demonios y el árbitro le mostró la amarilla. Se esfumaba otra oportunidad de brindar un triunfo al malaguismo después de casi un año.

En el 83’, N’Diaye filtró un pase de oro a Rubén Castro, que controló y recibió una falta en el borde del área. No había fuera de juego y quedaba por ver si podía señalar roja. El VAR actuó y el Galech Apezteguía, que había guardado bien las tarjetas, expulsó a Álex Pastor. Tres minutos y Escassi terminó estrellando el lanzamiento contra la barrera.

Con uno menos el Andorra se replegó y el Málaga no supo cómo meterle mano. Otra vez el juego lento, espeso, sin dinamismo. Con seis minutos de añadido quedaba por jugar la carta de la épica. Colgó algún balón al área sin la convicción suficiente y los de Sarabia estrujaron el reloj con el oficio que exige la categoría. De eso le está faltando a los blanquiazules, que no terminan de resucitar.

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