Málaga CF - Mérida: Madres y madrastras (1-1)
Cuarto empate consecutivo en La Rosaleda, más vacía que de costumbre
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El Málaga vuelve a decepcionar y a mostrar que está muy lejos de poder competir de verdad. Al menos a día de hoy. Cuarto empate consecutivo en La Rosaleda y una imagen que se maquilló con el arreón de la segunda parte pero que no es suficiente. Está a 18 puntos del líder, que no se le olvide a nadie. Sigue desperdiciando todas las balas que le da el Ibiza para ser tercero. Y, aunque tiene en el bolsillo el play off, va a tener que subir el ritmo de puntos en las tres jornadas que restan o va a terminar quinto. Vino el Mérida a Martiricos, no el Manchester City.
Se había generado desde el viernes un ambiente feo. La decisión del cambio de hora fue una gotita más en el vaso de la paciencia del malaguismo, que ya no está para bromas. Se notó en la baja afluencia a La Rosaleda y también en la actitud de los que acudieron. Para ahondar un poco más en la herida, el Mérida, uno de los peores equipos de la categoría, se adelantó a los siete minutos después de un despropósito defensivo del equipo de Pellicer. En el campo unas madres. En el club unas madrastras.
El entrenador le dio las llaves a Ramón Enríquez, brazalete incluido, pero el de Órgiva apenas aguantó en el campo 20 minutos. El centrocampista vive en un bucle infinito de lesiones y paranoia del que no logra salir.
Pero antes de que se produjese su salida del campo, el Málaga ya andaba perdido. Algún centro por banda y un balón filtrado que Dioni no supo aprovechar tras no lograr darle la rosca suficiente para obrar el empate.
Los blanquiazules mostraron una falta de autoestima terrorífica y una severa incapacidad para encontrar soluciones. No se puede querer siempre el balón al pie. También desde el banquillo. Se vio en algún momento desgañitarse a Pellicer sin que ninguno de sus futbolistas prestase la más mínima atención ni estableciese algo de contacto visual.
La pérdida de fe se trasladó a la grada cuando se iban los jugadores a la caseta. Pitada muy seria de los presentes y cánticos concretos desde Fondo Sur 1904 hacia José María Muñoz y, por primera vez, también a Pellicer (no generalizados, cabe destacar).
El primer movimiento para afrontar la segunda mitad fue tirar de Antoñito Cordero, el mejor jugador del filial. Kevin fue el sacrificado. Cada minuto que tiene el jerezano es más que merecido, incluso ha debido contar con alguno más especialmente en la segunda parte del campeonato. Pero también es al mismo tiempo una forma de evidenciar lo poco que está aportando el segundo grupo.
Fue echar a rodar el balón nuevamente y la afición activó el chip del empuje y el apoyo. El Málaga se lanzó a por la portería rival, probando sobre todo disparos por mediación de Ferreiro y Larrubia. Le costó alguna contra del Mérida, pero fue mellando el cerrojo romano.
Ferreiro, muy enchufado, cambió el sino del partido después de una acción larga en la que sirvió un pase de la muerte que Dioni pescó en el segundo palo. Tras el empate el Málaga siguió dominando pero no concretó sus llegadas. Un gol de Dani Sánchez bien anulado por un ligero fuera de juego y un par de disparos de Cordero que repelió el portero fue todo lo tangible que se pudo contar de los blanquiazules.
Otro empate más en casa, que si bien sirve para cubrir el expediente mínimo, supone una nueva decepción para los malaguistas. Luego está el club y sus decisiones. Ya tiene mérito meter solamente 16.000 personas en La Rosaleda.
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