La pegada no tiene vacuna (1-0)
El Málaga recupera sensaciones ante el Sporting pero vuelve con derrota de Gijón
La verdad del fútbol suele estar en las orillas, donde se marcan las diferencias. El Málaga murió en la del Sporting de Gijón después de un ejercicio de reconversión ante el que no caben muchos reproches. Como despojado de un peso muerto, el Málaga se presentó en El Molinón con la barbilla alta y la mirada perversa. Un equipo de vocación ofensiva, reformado en fondo y forma. En menos metros. También más hambriento, responsable y concentrado. No encontró el mentón del rival cuando lo tuvo en la esquina arrinconado. Eso tiene difícil cura. La pegada no tiene vacuna.
Pellicer tenía las piezas contaditas para la cita, eso es cierto. Aun así, movió el avispero. No tiró de jugadores con dorsal de filial y lo fio todo de entrada a los profesionales. Barrio retornó al once y tiró de Mejías y Juande, con Alexander y Matos en los flancos. Escassi regresó al centro del campo, con una fila por delante formada por Joaquín, Jozabed, Caye y Rahmani que coronaba Chavarría.
Por primera vez en mucho tiempo se vio a un Málaga sin complejos, con una presión alta y la defensa fuera de la cueva, haciendo el campo más pequeño. Desconfiguró al Sporting durante 25 minutos empezando a contar desde el 1, donde se acercó por primera vez.
No había cartera que se le escapara a los blanquiazules –amarillos para la ocasión– en ese primer tramo, provocando que el Sporting no supiera cómo superar sus propios miedos. El Málaga tuvo la fe pero no la pegada, salvo en un disparo de Rahmani que Mariño mandó de manera espectacular a córner.
El Sporting tardó en enterarse de qué iba el partido, pero su primer gran aviso casi termina en gol. Barrio repelió un disparo a bocajarro. La tímida reacción asturiana no tambaleó mucho al Málaga, que olió el 0-1 con un balón peinado por Caye que se fugó tras caer cerquita del poste. Y con el mismo compás que empezó el partido se llegó al descanso.
Casi sin tiempo para medir sensaciones tras la reanudación, el Sporting asestó un duro palo al Málaga. Guille se coló por su banda con cabeza y puso un servicio perfecto para Djuka, más rápido y más listo que Mejías y Alexander. Aun así la réplica malaguista no se hizo esperar. Una gran ocasión de Jozabed que sacó Mariño y un cabeceo de Mejías peligroso.
No dejó de creer el equipo de Pellicer, algo menos cosido pero con idénticas intenciones. En una de ellas el colegiado pitó penalti por una posible mano de Babin a disparo de Cristian Rodríguez. Lo revisó tras consultar junto con otra acción que había pasado un instante antes en la que Rahmani recibió una patada. En ningún casi entendió que había pena máxima.
Remó contra la corriente el cuadro malaguista hasta el final del partido, sin encontrar la orilla. Tiró de todo su repertorio sin escatimar una sola gota de sudor. El resultado deja al Málaga con seis puntos sobre el descenso. No está mal ubicado y no es un conjunto caído o roto, pero no se debe perder de vista. Los patrones mostrados en Gijón acabarán dando frutos si hay continuidad.
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