Zipi y Zape bien (0-2)

Resultado y crónica del Fuenlabrada - Málaga CF

Rahmani y Joaquín muestran el camino al Málaga más sólido y serio de la temporada

Ramón cerró la cuenta tras una nueva acción brillante del extremo francés

Repaso de Pellicer a Sandoval en los fogones

Las fotos del Fuenlabrada - Málaga CF / La Otra Foto

El Málaga tiene futbolistas que se ríen de los presupuestos. Gente que cree que nada es imposible y les da igual conquistar Girona que Fuenlabrada. Chicos con hambre voraz que cuando tienen el balón inventan un recreo pero que llenan albercas de sudor. Sonríen Rahmani y Joaquín, que son esos Zipi y Zape a los que no se les gripa ninguna moto. Y no la venden, demuestran.

Los de Martiricos tienen que insistir y también creérselo, porque aun con sus pecados y sus paños menores, hay días que se roza la excelencia. Cuando se respalda la calidad con una calculada telaraña de ajedrez, siempre hay botín.

Las múltiples rotaciones de Pellicer le sentaron bien al equipo de entrada. Desde el inicio, hasta cuando el Fuenla tenía el balón, se mostró como un bloque responsable y riguroso, procurando que no descifrase el rival sus coordenadas defensivas, que han venido costando puntos en las jornadas precedentes.

Con las mismas hechuras de Girona y la maldad más acentuada ante un oponente rocoso y tajante, llevando al límite numerosas acciones de las que algún blanquiazul pudo salir mal parado. Nteka, Salvador, Diéguez. No había el más mínimo tacto, pero los malacitanos no se arrugaron en absoluto, con Luis Muñoz marcando territorio.

Con paciencia de relojero, las aproximaciones al área de Pol se convirtieron en frecuentes. Tuvieron que ser los diablillos que se reparten las alas los ejecutores del 0-1. Joaquín para Rahmani, con una colección de gestos estéticos. El centro, la búsqueda del adoquín verde preciso, la suavidad mientras se mata. Ya habían avisado ambos a los diez minutos cuando Juanma sacó un gol bajo palos.

Se fue el Málaga con la barbilla alta y la idea reforzada al vestuario. Habría respuesta del Fuenla, se esperaba. Una prueba para demostrar madurez y tablas. A los cinco minutos Yanis se inventó una de las suyas y Glauder sacó nuevamente en boca de gol un tanto cantado. De Joaquín. Tuya y mía.

Sandoval –al que Pellicer le dio un repaso en los fogones– quemó sus naves con cierta desesperación atendiendo al compás de los movimientos. Por pura inercia, encontró una rendija a la contra resuelta por un Juan Soriano (en su primer día de turno) que aguantó hasta hacerse gigante en el mano a mano con Kante. Pero el Málaga no estaba para bromas.

Otra vez Rahmani hizo de las suyas, dejando sentado a Pulido, encarando puñal en mano pero algo escorado a Pol. El meta despejó con la punta, pero ahí estaba Ramón, con piernas frescas, que sin dejarla caer dio por finiquitado el partido. Le dio tiempo al extremo francés de hacer alguna más, como si se le cayeran de los bolsillos.

El Málaga de Fuenlabrada, como el de Girona, es un equipo de zona alta-altísima. No por el mero resultado, por los cómos, por los quiénes, por los cuándos.

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