La Rosaleda 'Blues' (0-2)
Resultado y crónica del Málaga CF - Ponferradina
El Málaga emite señales preocupantes y cae ante la Ponferradina
Al Málaga no le queda grande La Rosaleda, le queda triste. Y se le está volviendo en contra doblemente. Esta ausencia de alma y de gargantas, tanta elevación de las pequeñas batallas, las historias de recibimientos prometidos. Todo eso y más se le lleva recordando a un vestuario no bautizado durante meses con una carga subliminal. Cada vez que alguien dice: “Este partido lo levantaba la afición”, es como entonar un blues descarnado, la nostalgia peor de la que hablaba Sabina, añorar lo que está negando el césped.
Así que de tanto lamentar que falte el jugador número 12, a veces parece que el Málaga juega con uno menos, como en desventaja. En momentos se desconcierta y se descose, permitiendo que el adversario pesque en aguas revueltas. Así se adelantó la Ponferradina en La Rosaleda, aprovechando una segunda jugada y apuñalando por la espalda al conjunto malacitano.
Lo cocinaron dos ex que pasaron sin pena ni gloria por Martiricos. Erik Morán vio como un centro torpe llegaba a Sielva, con la servilleta atada al cuello y el cuchillo y el tenedor en las manos. La empalmó de manera espectacular, imposible para Dani Barrio.
La presencia en los laterales de Mejías y Alexander no estaba ofreciendo gran cosa, los centrocampistas estaban bien tapados y los chispazos del trío de ataque eran pocos e inocuos. Además los leoneses no se cortaron a la hora de frenar los intentos blanquiazules de trenzar alguna buena acción. La ventaja fue golosa y los de Bolo procuraron vivir de orden y contras.
Tardó casi media hora el Málaga en dejar de comportarse como un recién levantado. Se rompió el tedioso bucle de lo previsible con pequeñas asociaciones. Cristian-Chavarría; Juande-Joaquín-Rahmani; Chavarría-Rahmani. Peligro en aumento y primeras intervenciones de relevancia de Caro.
Tras el zarandeo, la Ponferradina levantó la persiana y amenazó con un misil de falta directa de Curro que no está claro si se marchó por poco o lo sacó Barrio. El colegiado decretó saque de puerta. Terminaron la primera mitad los bercianos manejando los tiempos.
Es evidente que algo no termina de funcionar cuando no ganar es hábito. Pasó a dos puntas tras el descanso Pellicer, renunciando a Ramón, al que la Ponfe no dejó operar. Caye trató de convertirse en el factor imprevisible para desestabilizar. Tras un par de amagos, dejaron de suceder cosas. Así que hubo nuevos movimientos de hombres y dibujo.
El Málaga parecía una botella de champán sin gas, encasillado en su papel de anfitrión que no sabe mandar. Colgando balones al área casi obtiene néctar pero Caro estaba empeñado en amargar la noche a Rahmani. Otro quejío estéril para los blanquiazules, a los que Yuri anduvo cerca de sentenciar con una acción de mucha categoría. Fue Gaspar, sin embargo, quien sacó el hacha de verdugo. Y porque Barrio tiró de reflejos, si no, habría terminado en goleada. Algo no encaja en el Málaga y los síntomas son para tenerlos muy en cuenta. Tiene que reinventarse porque ya ni muere en la orilla.
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