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Resultado y crónica del Málaga CF - Valladolid
Si los equipos son el reflejo de su entrenador, el manual de pablo Guede queda perfilado en el Málaga-Valladolid mucho más allá del cortoplacismo del resultado. Tuvo mucho de él cuando era jugador. Generoso, pero con maldad, con la pierna a la verdad y sin escatimar esfuerzos. Y cuando le superan, no se rinde. Las cosas que describía Sandro en su autobiografía. Líder natural. Después tuvo destellos de oficio, de venir con una mochila de experiencias. Probó sistemas, buscó soluciones sobre la marcha y nunca renunció a la portería rival. Ni siquiera cuando sólo cabía mirar a la suya.
Esto traerá alegrías y decepciones, pero no cabe duda de que tiene sello. Ahora tienen que ser los futbolistas los que quieran seguir creciendo desde este carril, con la inquebrantable fe en que todo acabará saliendo que tiene su entrenador. Este Sábado de Pasión puede que sea de resurrección. No de un equipo, sino de una identidad que se parece a lo que La Rosaleda desea.
La alta expectación generada con el cambio de entrenador provocó un deseo desmedido por saber cuál sería la primera alineación y el primer dibujo. En unos días Guede ya ha sabido detectar que el Málaga lleva meses necesitando apuntalarse desde los cimientos para poder emplear una serie de conceptos esenciales para empezar a competir.
Plantó a tres centrales por delante de Dani Martín: Peybernes, Escassi y Andrés Caro; y tiró de Víctor Gómez y Javi Jiménez de carrileros. Aun así no descuidó el centro del campo con Genaro, Jozbed y Febas, dejando un dúo dinámico arriba, Vadillo y Brandon. Protegerse, robar y salir como alma que lleva el diablo.
En cuatro minutos se justificó el plan. Sabía que el Valladolid, un conjunto que juega a otra velocidad y tiene futbolistas de categoría superior, podía sufrir a su espalda. Así se tejió el 1-0. Víctor Gómez convirtió un robo en casi una asistencia. Febas condujo la acción y esperó el momento exacto para permitir a Brandon batir a Masip a placer.
El brío del Málaga era palpable. Muchas veces no llegaba a tiempo y el Valladolid salía airoso, pero sí insistía en su idea de morder. Nadie se borraba. El primero en sostener el equipo fue Dani Martín, al que el banquillazo le ha sentado de lujo. El prometedor portero asturiano detuvo un mano a mano a Weissman. El Valladolid comenzó a tomarle el pulso al encuentro y encontró en la banda izquierda malacitana un manantial.
Iván Sánchez volvió loco a los malacitanos, contando en ocasiones con la complicidad de su lateral, Luis Pérez. Fue un martillo pilón el cuadro de Pacheta, que supo entender rápido lo que proponía el rival, que era toda una incógnita para él. Le costó sacudirse la superioridad a los locales, acompañados por 18.004 gargantas.
Dani Martín volvió a hacerse gigante ante un incrédulo Weissman, que no se explicaba cómo demonios el asturiano podía haber sacado un gol cantado. Pudo hacer el segundo el Málaga en una jugada en la que Vadillo dejó un excelente balón de espuela para la llegada de Genaro. El sevillano descubrió un buen disparo, pero Masip anduvo atento. Los de Guede tuvieron que tirar de amarillas. La de Febas fue cortesía de Pulido Santana.
No le vino mal el descanso al Málaga, que vio peligrar el resultado, que era un botín soñado. Los pucelanos están metidos en la carrera por el ascenso directo y se entiende por qué. Ni el ambiente ni el ímpetu de los blanquiazules, ni siquiera el gol en contra, hizo titubear al Valladolid.
Guede movió ficha. Primer movimiento de entrenador. Ahorró un sufrimiento innecesario a Andrés, que estaba amonestado, y puso a Antoñín en juego y defensa de cuatro. Llega dispuesto a enchufar a toda la tropa el argentino. Parecía ser una consigna (se ha echado de menos este curso) parar al rival como fuera necesario. Vadillo fio una amarilla más para empezar el segundo tiempo y los morados tuvieron una ocasión clara a balón parado. Y entonces volvió a aparecer el espíritu de Guede.
Antoñín parecía un debutante presionando la salida del Valladolid, que pecó por no querer rifarla. La presión del malagueño provocó una mala decisión y el esférico llegó a Vadillo. El más fino de los futbolistas blanquiazules vio a Masip fuera de sitio y marcó un gol a lo Jon Rahm.
Con La Rosaleda vitoreando ya al nuevo técnico, el Valladolid regresó al partido. Weissman, con malas formas además hacia las gradas, firmó un doblete en cuatro minutos. Primero con un córner mal defendido que cabeceó y luego rematando una asistencia de Plata. Pecó el Málaga de querer ir a por el partido sin guardar la ropa, porque entre tanto y tanto rondó el tercero con un remate de Jozabed que apenas tenía ángulo.
Estaba roto el partido y al Valladolid le gustaba. El Málaga también le encontró las costuras por la izquierda, donde Javi Jiménez puso un gol a Adrián que desactivó el canterano Kiko Olivas. Guede buscó algo nuevo con el asturiano y Paulino en primer lugar y con Ramón más tarde.
Reapareció Dani Martín para evitar el 2-3. Sergio León cabeceó a bocajarro una falta lateral y el asturiano la sacó de manera prodigiosa. La réplica la tuvo Adrián, al que le faltó instinto asesino y le sobró generosidad en un mano a mano. El asturiano volvió a mandar otra fuera tras un centro de Paulino desde la izquierda.
Lo intentaron hasta el final los blanquiazules, empujando al Valladolid y llegando al pitido final con el equipo volcado en el área de Masip. A veces hay que dar un primer paso corto para llegar al destino.
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