Málaga CF - Burgos: Otra misión incumplida (1-1)
El equipo sigue sin ganar y la permanencia es casi una utopía
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Málaga ya no sabe cómo gritarlo. La afición es pura desesperación contemplando la destrucción lenta de la entidad de Martiricos. El empate ante el Burgos es una derrota se vista como se vista. No cumple con su obligación cuando toca ganar. Otro clavo más en el ataúd. Hay que tomar decisiones de calado y girar el rumbo como medida desesperada. Se está a tiempo porque las matemáticas lo dicen, cualquier otro gesto de optimismo está injustificado.
Hubo un momento en el que parecía imposible hacer un gol al Burgos. Menos que eso, una veintena de balones al área y prácticamente ningún remate. Llegó cuando parecía que el descanso y el 0-0 tenían firmado un pacto. Y el Málaga logró el primer paso, el golpe certero. Con un factor nuevo en la ecuación, Lago Junior, que ya rinde.
Tuvo que ser con tintes épicos y clásicos, con Febas llevándose un balón por narices en el centro del campo y provocando por fin una desconexión seria en el Burgos. Abrió con cabeza para Chavarría, que centró en el momento justo al segundo palo. Allí Rubén Castro, con el timing perfecto, cedió de cabeza para el propio Febas, que llegó al área. Torpedeó como pudo su remate la zaga burgalesa, pero emergió en segunda jugada Lago Junior para mandarla a las mallas con la derecha y con el alma.
Su celebración fue un “¡Aquí estoy yo!”, como el que acaba de hacer un mate ante un pívot de siete pies. Tuvo una no muy distinta a los 15 minutos, pero perdió el apoyo y Caro la cazó. Salvo él, nadie había sido capaz de probar al portero salvo en las veces que él solito se complicó con los pies.
Los fantasmas casi aparecen en el arranque, con el Burgos apretando arriba y generando los primeros suspiros con un córner prolongado desde el primer palo que nadie aprovechó. El Málaga cogió el timón, en parte también porque es donde Calero quería que estuviera el partido. Una defensa con negras que resistió cómodo cuando los blanquiazules ejecutaban envíos aéreos.
Hay un momento en el que parece que cada golpe que recibe, le gusta más, porque encajar los palos y las amenazas es su juego. Eso provoca que pese a que demostró verticalidad e ideas claras, no amenazó demasiado a un Málaga bastante entero y que contó con el mismo bloque de Eibar con Delmás y Lago por Ramalho y Jozabed.
El apoyo de los más de 16.000 malaguistas congregados también influyó en el estado de ánimo de un Málaga que tenía 45 minutos para recuperar algo más que crédito: vida. Quedó en el limbo el penalti que reclamó con vehemencia N’Diaye y que ninguna imagen demostró que no fuera.
Entró animado el Málaga, que rodeó la portería del Burgos nuevamente nada más salir de la caseta. Los de Calero dieron un paso adelante y los blanquiazules comenzaron a ceder terreno. Tras una contra mal finalizada por Rubén Castro acabó llegando el 1-1. Los burgaleses cogieron al rival mal situado, Juande no pudo con la veloz internada de Areso, que sirvió con inteligencia para Bermejo, que no falló con el estoque.
Llevaba tiempo demandando cambios el Málaga, que ahora tenía que regresar a la casilla de salida y ver cómo desactivar otra vez el escudo del Burgos. Mel retiró a N’Diaye, Villalba y Chavarría por Luis Muñoz, Gallar y Appiah. Todos los intentos fueron poco efectivos y gastó otra bala más con Fran Sol por un extenuado Lago. Y con la misma tónica agotó el cupo con Lorenzo Zúñiga, yéndose al vestuario Rubén Castro.
La tuvo Juande en el 88’, cabezeando fuera por poco tras una falta botada por Álex Gallar. Se le escurría de nuevo el triunfo entre los dedos. Hasta gozó el Burgos de una última rocambolesca en la que Yáñez evitó in extremis un gol de Curro. Demasiados errores. Se va hundiendo en las arenas movedizas que conducen a Primera RFEF. Pero todo está bien, "son dos detalles". "Son dos partidos".
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