La Rosaleda manda

El Málaga, llevado en volandas por la afición, remonta un 0-1 al Albacete con doblete de un gran Blanco Leschuk

El equipo blanquiazul dormirá como líder de Segunda otra jornada

Los jugadores del Málaga celebran de esta manera el 2-1 de Blanco Leschuk.
Los jugadores del Málaga celebran de esta manera el 2-1 de Blanco Leschuk. / Fotografías: Marilú Báez
Félix Godoy

13 de octubre 2018 - 01:33

La Rosaleda también ha cambiado el chip. Lo hizo hace tiempo. El malaguismo entendió pronto -aunque el dolor no hubiese desaparecido del todo- que el descenso era una catarsis y que no hay fénix que renazca de sus cenizas sin ayuda. Las broncas del curso pasado son historia, como lo es marcharse de Martiricos con ganas de nada. Ahora todo el mundo rema junto y los resultados están ahí. Quien piense que es un tópico no estuvo en el estadio este festivo Día del Pilar.

El Albacete sólo había perdido un partido en ocho jornadas y demostró sobre el césped que no por casualidad. Es un conjunto bien armado y al que tampoco le acompleja dejarle el balón al contrario. A pesar de la fluidez con la que comenzó el Málaga, el daño real era mínimo. Los manchegos fueron a poner el cerrojo y aprovechar los fallos ajenos (forzados o no).

Entendido esto, era algo más que intuición pensar que el marcador sería ajustado. Luego llegó la segunda parte y los de Ramis, para más inri, salieron con más revoluciones que el Málaga. En un par de descuidos, Zozulia le ganó la partida a Pau Torres. Una para un remate desviado pero venenoso y otra para sacarle un penalti al joven central. El 0-1 era un dibujo idílico para los albaceteños.

La confusión que pudo provocar en los futbolistas del Málaga quedó en nada cuando La Rosaleda rugió con un hambre y una fiereza inusitadas. Ese sonido animal sacó a los blanquiazules del letargo para culminar una remontada de las que valen doble. Ganar por superioridad está bien. Ganar con remontada (primer gol encajado por el Málaga en casa este curso) y avasallando refuerza la idea de fútbol y te convence, además, de que no hay nada imposible.

Más allá del impulso nacido de las gradas, también hubo algo de ajedrez. A Muñiz se le tacha de conservador, pero es valiente con el partido en marcha. Y suele acertar, rasgo común con su mentor Juande. Primero introdujo a Ontiveros, más voraz aún al haber tenido que salir desde el banquillo. Y justo tras el gol retiró a Lacen y puso a Hicham, dejando el centro del campo para Adrián y el crecido Juanpi, que se marchó ovacionado. Diez minutos después del 0-1, Blanco Leschuk ya había firmado un doblete para algarabía de La Rosaleda.

La renta pudo ser algo mayor, pero el partido tenía un punto de locura que, con 2-1 en el marcador, al Málaga no le convenía ya. Así que Boula al campo para cerrar y asegurar tres puntos más que garantizan el liderato de Segunda División una jornada más. Todo ello sin Munir y N'Diaye, media columna vertebral. Qué mala suerte la de ambos, que no vivieron el espectáculo que fue La Rosaleda.

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