San Carlos Kameni

El camerunés, con dos paradas monumentales en el descuento, pone la guinda a una gran labor defensiva del Málaga

Partido repleto de polémica con Llorente y Juan Carlos expulsados, un gol anulado y algún penalti

Diego Llorente y Ontiveros le cierran el paso a Neymar. / Reportaje Gráfico: Efe
José L. Malo

20 de noviembre 2016 - 02:10

Carlos Kameni es puro corazón. Por eso hace paradas épicas, por eso sus fallos son tan aparatosos. Se hace querer; lo quieren sus compañeros, una afición que come de su mano y hasta los propios rivales. Ayer se fue del Camp Nou recibiendo abrazos de Piqué, de Neymar, de Mascherano. Si hoy se anunciara un reparto de abrazos del meta en La Rosaleda, la cola daría la vuelta al estadio. Su nombre recopila la heroicidad coral del Málaga, otra más en el Camp Nou. Fue el bombero que sale del edificio en llamas con el bebé entre los brazos ante las cámaras; sus compañeros, el resto de bomberos que desde el aviso de alarma hasta el éxito final hicieron una excelente labor en cadena. Si hacía nueve meses el Málaga fue el último en dejar a cero su arco en el Camp Nou, ayer se le dio otra mano de chapa y pintura la proeza.

El punto, el puntazo, es esa historia tantas veces vista en Barcelona del equipo que es dominado pero se muestra correcto en defensa, que por erosión parece que hincará la rodilla. Que amaga con hacer más grande el susto, como esa acción de Juan Carlos en la que dribló a Ter Stegen y le faltó ser menos zurdo para hacer luego el 0-1. Que se queda con diez, y hasta con nueve, hasta que el partido es un asedio local, una cuenta atrás del reloj hasta que llegue el gol. Pero no, el Málaga aguantó en pie. Con nueve y 97 minutos, en un tramo final tremebundo al que no le faltó de nada. Ni siquiera goles. Porque llegó el de Pique, sustituto electo del caído de última hora Messi. Lo que pasa es que el asistente lo anuló por un fuera de juego muy discutido cuando antes André Gomes había cabeceado al travesaño. Se quejaban los catalanes, mientras Juande y los suyos aún se preguntaban por qué la falta de Llorente fue roja y no amarilla. Pero en el Camp Nou no hay tiempo de análisis ni resquicios, el final iba a ser una tormenta. Kameni sacó su paraguas y bajo él se refugió todo su equipo.

El fútbol es tan voluble como lo que le ocurrió al portero del Málaga. Porque un centro al segundo palo lo midió mal -ya estaba lesionado-. Cuando Neymar parecía canjearlo en gol, salió de la nada volando hasta el poste para hacer la parada de la Liga, su enésimo milagro en el Camp Nou. No iba a quedar ahí. La última, el último hálito, define bien lo que cuesta salir indemne del Camp Nou y cómo es Kameni. Renqueante, salió a despejar un córner de puños. Quedó trastabillado pero raudo acudió a taponar el tiro de André Gomes. En el camino, chocó con Miguel y, lejos de caer, se recompuso con una estirada desesperada que frenó el disparo del luso. El colegiado pitó el final y el camerunés se dirigió a recoger la toalla de la portería, como si hubiera terminado el día en la oficina.

Esa es la fotografía del puntazo, sin duda, pero la película deja un buen guión de parabienes. Como el nuevo éxito de la cantera. Debutó Luis Muñoz, que en un partido acelerado y en inferioridad mostró una solvencia que no está en su DNI. No es fácil entrar frío ante tantos miuras. Como tampoco mostrar tanto descaro como el de Ontiveros, que corrió para atrás como nunca y aportó soluciones inteligentes a situaciones comprometidas. Mikel Villanueva, protegido en esa defensa de cinco, achicó bastantes balones y no se arrugó ante Neymar, al que acabó cogiéndole el tranquillo.

Qué ironía, el Málaga fue la coreografía mejor ajustada del curso en la peor situación defensiva y en el escenario menos propicio. Por eso el punto sabe triple. Otro bonito cuento para los nietos.

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