Una lanza en el costado (1-0)

Las Palmas- Málaga CF

El Málaga pierde en el minuto 89 por un gol de Halilovic y se queda hundido en la última posición

La permanencia, prácticamente imposible

El defensa uruguayo de la UD Las Palmas Matías Aguirregaray salta por el balón con el venezolano Roberto Rosales, del Málaga CF.
Félix Godoy

06 de febrero 2018 - 07:12

Es posible que haciendo de la justicia un ejercicio de matemáticas futbolísticas, se llegue a la conclusión de que el Málaga no mereció perder en Las Palmas. Ahí se puede coincidir con el análisis postrero de José González. Porque si una parte fue poniente, la otra levante. Lo que no es una cuestión de justicia es que el Málaga sea el colista de Primera División. Porque no le gana absolutamente a nadie. Y encima la mayoría de las veces se regala.

La derrota en Las Palmas fue una lanza en el costado, una herida casi mortal. No obstante, no es sólo eso, es la crueldad con que llegó, el momento donde se rompió la cinta, la cuchillada que supone en el corazón de un vestuario al que ya no le quedan muchos argumentos para sostener que la permanencia es posible. Tampoco al espectador malaguista, frustrado por ver que nada remedia esta hemorragia.

En Las Palmas no se podía perder. Sin poder hacer un alegato a favor del empate, lo único que no se podía permitir el Málaga en la cita contra los canarios era salir derrotado. Porque no es algo, decíamos antes, relacionado exclusivamente con los números y la tabla, es algo más. El tanto de Halilovic, en el minuto 89, cercena las esperanzas del más optimista del lugar. Queda poco a lo que agarrarse.

Es una verdadera lástima, porque la afición y la ciudad no lo merecen (el club precisa de un análisis paralelo y profundo). Y es una verdadera lástima porque ahora asoman por el campo jugadores que a todas luces son mejores que los de la primera vuelta. Iturra y Miquel dan el paso al frente en la retaguardia que no dan otros, a los que ya casi ni se les espera. Se ruega que resten lo menos posible. También Samu, Success y Bueno, aunque están lejos aún de su verdadero yo, son futbolistas de Primera y que te hacen un apaño. Con sus virtudes y con sus defectos.

Luego está Ideye, que no marcó y que tampoco está al cien por cien, pero es pelotero de verdad. Le da oxígeno al Málaga, la aguanta de espaldas como ningún otro delantero de los muchos que se han visto esta temporada, es inteligente y tiene hambre. Cierto que falló cuando tuvo una aproximación al área. No dispone aún de la frescura necesaria para otra cosa. No puede hacer semejante despliegue y encima estar fresco en la recta final de un partido. Si estuviera listo para ello ya, no estaría en el Málaga. Pero dio mucho. Para empezar, permite a José jugar a lo que quiere. Y luego mostró recursos y capacidad para hacer más cosas. Dejó solos a Samu y a Keko. Al primero para una contra en la que le traicionó el último toque. Al segundo con un pase de la muerte, que Keko remató con la punterita. Inocuo, como el día del Girona, cuando gozó de otro gol cantado.

Fue lo mejor de un Málaga que entra con un plan en los partidos pero que no tiene capacidad para resolver problemas sobre la marcha. Ahí flaquea José. Su planteamiento incial es a lo poco que se puede agarrar un conjunto en la situación tan delicada que atraviesa este Málaga, pero en lectura y reacción también está algo oxidado, como sus recién llegados refuerzos invernales.

A Las Palmas le vino mal el partido porque no consiguió ningún fruto en una primera mitad que dominó y en la que el joven Etebo estuvo omnipresente. Roberto tuvo que actuar en la primera mitad en un disparo de Michel Macedo dentro del área y en la segunda, mandando a córner un disparo seco y lejano del nuevo centrocampista amarillo, que fue una pesadilla durante casi la totalidad del envite.

No fue tan valiente como prometía, en cambio, Paco Jémez. Sabía que el Málaga jugaría al fallo y que ahora cuenta con algo más de velocidad y verticalidad. Su defensa a 20.000 leguas de la portería la deja para los escenarios grandes, parece ser. No extraña que sean hasta la fecha tanto Málaga como Las Palmas los peores equipos de la categoría.

Luego está el gol de Halilovic, en el que Roberto protestó de manera vehemente por la posición de Calleri, en fuera de juego, y que el meta blanquiazul entendía como un estorbo que le impidió ver el disperso chut del croata, que entró ajustado al poste con Ricca como observador de lujo. Nada nuevo tratándose del uruguayo, que entre este tipo de acciones y la cantidad de fueras de juego que rompe, sorprende que siga teniendo la titularidad.

Lloros al margen, también hay que decir que el silencio de Calleri tras el gol fue cómplice. Se olía que Roberto tenía razón. Pero en el fútbol no hay más verdad que el marcador, que los goles. Los méritos se los lleva el viento, otro protagonista de un partido feo y con final desolador. ¿Queda alguien con fe en el milagro?

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