Temblores en La Rosaleda

Ambiente mágico en Martiricos con un recibimiento mutilado por las medidas de seguridad pero con una tremenda carga magnética

Un mosaico espectacular se desplegó en las gradas

Así te contamos el partido

La afición, con el equipo al final. / Carlos Guerrero

“Esto no lo hemos visto nunca. Ni en la Champions”. Pasará lo que tenga que pasar, pero en el peor momento de la historia contemporánea del Málaga Club de Fútbol hay un movimiento de fondo que debe ser el impulso que cambie la historia de esta entidad, judicializada desde hace cuatro años y medio, con una biografía llena de desencantos. Un veterano aficionado malaguista reflexionaba así tras el partido mientras bajaba las escaleras de La Rosaleda tras el partido. Habían pasado 10 minutos tras el partido. Apenas se había movido nadie de las sillas. 29.013 aficionados, datos oficiales, aunque apenas se veía ningún asiento. Los jugadores habían estado un rato ante la Grada de Animación cantando el himno y la Gitana Loca, el número uno entre los hits. Después, dieron una vuelta al estadio para despedirse de la afición en el último duelo de la temporada en casa. Un chute de autoestima y de energía positiva. “Una pasión dentro de mí...”, canta La Rosaleda mientras tiembla el suelo y bota de manera simultánea. Una descarga de alegría brutal.

Queda una final en Tarragona la próxima semana. Probablemente el partido más importante de los últimos 26 años, la última vez que se salió del pozo para volver al fútbol profesional. El resultadismo impera y, si no se sube, habrá desencanto. Y el club quedaría en una situación muy complicada institucional. Pero este grupo de chavales, muy malaguistas, ha conectado con la afición como hacía mucho tiempo que no ocurría. Se desnaturalizó el vestuario hace años y se han recuperado valores e identificación. Y allí, en el Costa Daurada, deben sentir ese viento huracanado de los que estén en la distancia.

Los preámbulos del partido no fueron los ideales. No se entiende que la Federación Española colocara el partido poco después del España-Croacia que abría la Eurocopa para la Roja. Tu competición estrella y tu buque insignia. Sigue sin haber nadie al volante. El recibimiento fue esta vez acordonado, mutilado por la decisión de las fuerzas de seguridad, que optaron por blindar la llegada. El autobús pasó con celeridad, escoltado, y no se vivieron las escenas del sábado anterior. Pero la banda del Cautivo tocó, los seguidores cantaron hasta que se rompieron la garganta, se desplegó un mosaico brutal y vivieron un inolvidable sábado que debe ser coronado el siguiente con un ascenso en la víspera de San Juan. Qué noche espera el 22 de junio.

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