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La emotiva carta de Willy Caballero sobre Dortmund: "Fue la derrota de nuestras vidas"

El ex portero del Málaga recuerda en la revista Panenka aquella experiencia: "No hay nada más bonito que haber podido llevar tantísima felicidad a los hogares de una afición acostumbrada al sufrimiento"

Willy Caballero, tras acabar el partido de Dortmund. / Efe

08 de junio 2020 - 07:29

Willy Caballero dejó una honda huella en el Málaga. El meta argentino (39 años) prosiguió su carrera en Inglaterra, en Manchester City y Chelsea, jugó en el Mundial de Rusia con Argentina y tiene ganas de continuar. Pero sigue pendiente de lo que ocurre en Málaga, a la que se refiere con frecuencia. En abril se cumple el clásico aniversario de Dortmund, cima y sima del malaguismo. En una emotiva carta en la Revista Panenka,Revista Panenka Willy, al que la afición malaguista le dedicó más de un cántico, relataba de manera intensa lo que supuso aquella experiencia de la Champions, que le marcó profundamente.

Esta es la carta que escribió el meta argentino en la Revista Panenka:

"Estaba disfrutando de mis vacaciones en Roma cuando tomé un taxi. Al momento, el conductor me reconoció. En apenas unos minutos estábamos hablando de los cuartos de final de la Champions contra el Borussia Dortmund. La eliminatoria que marcó nuestras vidas. "Qué lástima el final. Me encantabais. Jugabais muy bien", me dijo. Es habitual que salga el tema, la verdad. La gente lo sintió como nosotros. Creo que nunca huiremos de aquello por la crueldad con la que terminó una obra tan bonita. Fue como una pesadilla dentro del sueño más maravilloso con la camiseta del Málaga. Todo lo vivimos con mucha intensidad y felicidad. Por eso dolió tanto. Le doy vueltas, pero siempre llego a la misma conclusión: la vida y el fútbol continúan y no hay forma de volver atrás.

Esos años fueron de una belleza inigualable. Jugábamos únicamente con la presión que nos poníamos nosotros. A partir de ahí todo era recibir y recibir de la gente de Málaga. Quizás esas toneladas de cariño que nos entregaban a diario impulsaron nuestras ambiciones. Al fin y al cabo éramos un club que peleaba por no descender y que adquirió unas armas y una mentalidad de gigante. Esa esencia la complementábamos con un equipo de composición extravagante. Convivíamos sufridores del fútbol, jugadores de individualidades increíbles y estrellas acostumbradas a saborear la gloria. Pero una de las claves fue Ruud van Nistelrooy. Su sencillez. Hoy en día esa mentalidad no la encuentras en jóvenes de 17 años y él, siendo un astro, era el más humilde. Nos hizo poner los pies en la tierra para poder llegar al cielo. Concretamente, a Dortmund.

Pellegrini nos fortaleció mentalmente. No sólo jugábamos muy bien, sino que nos hizo creer que podíamos ser mejores que cualquiera. Recuerdo que cuando estábamos viendo el sorteo de la Champions tenía claro que cuanto más complicado fuera el grupo más capaces seríamos de pasar. Milan, Zenit y Anderlecht. No tenía ningún miedo. Así llegamos a los cuartos. Disfrutando sin temor, como mejor sabíamos hacer. Aupados por una afición que jamás había soñado con ser partícipe de esto y también por mucha gente de España. Nos sentíamos arropados. Éramos el segundo equipo de la mayoría y sabíamos que podíamos llegar a semifinales.

Resistimos en la ida con el empate a cero. No pudieron marcarnos y teníamos claro que el del Westfalenstadion iba a ser un partido con un intercambio de golpes constante. Así sucedió. Nos adelantamos gracias a Joaquín. Después empató Lewandowski. Recuerdo el bullicio del estadio. Impresionaba. Aunque nosotros demostramos que lo podíamos dejar en silencio con el 1-2 de Eliseu en el 81'. En fuera de juego, sí. Fue un preludio de lo que estaba por venir. ¡Pero qué éxtasis momentáneo! ¡Qué instantes! Me tiré de rodillas al piso con la sensación de que podía ser. Me levanté rápido. Se acercaron Martín Demichelis y Sergio Sánchez y nos abrazamos los tres. Les decía que ahora tocaba defender, que venía lo más difícil. Luego pasó lo que pasó.

Quedaban unos 10 minutos y yo luchaba contra mis ganas de que todo terminase. Había que resistir. Reus empató y nos invadieron los miedos. Creo que en esos últimos instantes afloró nuestra falta de experiencia europea. Faltaban 30 segundos. Mi cabeza aún pensaba en el 2-2. Recuerdo esa jugada embarullada en el área. De nuevo se hizo el silencio durante unos instantes que recordaríamos siempre. Defendí aquello como si fuera la última jugada de mi vida. Cuando que Santana la empujaba al fondo de la red se me cayó el mundo encima. ¿Cómo pudieron no verlo? Se pueden equivocar una vez pero dos veces en la misma jugada... Cuádruple offside en el centro y doble offside en el tanto. Qué puedo decir. Toda Europa lo vio. Fue muy duro de digerir. Aún no lo he hecho.

Estábamos vacíos. Entré al vestuario y aquello era como un velatorio. Algunos estaban con bronca por no asumirlo. Otros corrieron a por el árbitro o a buscar a Klopp para decirle algo. La vuelta a Málaga fue igual. Miradas perdidas y caras rotas. Sin embargo, todos sanamos un poco cuando al aterrizar nos fundimos en un abrazo con nuestros familiares y los aficionados que habían venido a vernos. La gente nos quiso devolver el cariño que habíamos estado llevando a sus casas. Sinceramente, no hay nada más bonito que haber podido llevar tantísima felicidad a los hogares de una afición acostumbrada al sufrimiento. Creo que esta derrota nos acompañará siempre. El ejemplo de que dentro de un desenlace de semejante crueldad puede haber un transfondo tan hermoso. Para mí Dortmund significará pena; lo que pudo haber sido. No tengo ninguna duda de que aquella eliminatoria de cuartos fue la derrota de nuestras vidas".

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