El bucle del Málaga de gloria y decadencia
20 AÑOS DE 'MÁLAGA HOY' | Fútbol
En 20 años el Málaga ha vivido los mayores logros de su historia, pero también los episodios más dolorosos: descensos, ascensos, cambios de propietarios, Champions y vuelta a los infiernos
Playoff de ascenso a Segunda División: El Málaga CF se mide al filial del Celta de Vigo
CÓMO explicar a los malaguistas más jóvenes, los que apenas han logrado construir su colección de recuerdos porque prácticamente toda su vida se alimenta de presente, que cuando este diario echó a rodar, no es que el Málaga CF estuviese en Primera División, es que su filial (entonces denominado Málaga B) jugaba en Segunda División. Suena a línea temporal alternativa.
El 15 de mayo, un día antes de que saliese el primer número, el filial blanquiazul que dirigía Antonio Tapia empataba a cero en La Rosaleda contra el Leganés. Goitia, Manolo Gaspar, César Navas, Juanma, Nacho Pérez, Juan Rodríguez, Alexis, Diego Castro y Geijo fueron algunos de los titulares. El Málaga, el primer equipo, estaba en la transición de la era Peiró. A algunos –no pocos– Juande Ramos les parecía alguien menor entonces, pero completó una gran temporada, incluyendo 5-1 al Barcelona y con Salva Ballesta rozando un pichichi que se llevó nada más y nada menos que Ronaldo Nazario.
El ascensor del tiempo es ingrato cuando te transporta a paraísos anteriores, sobre todo por la deriva del Málaga, tras dos décadas, fuera del fútbol profesional. Vaya viaje...
También hubo picos altos, cimas históricas, caminos nunca antes transitados. Tras la salida de Juande Ramos llegó una decadencia que desembocó en transición. En la 2004/05 se logró esquivar la bala, pero la siguiente se hundió en el pecho y casi mata al Málaga. Siete temporadas dulces en Primera que acabaron con un descenso (con Manolo Hierro en el banquillo). En ese verano de 2006 Fernando Sanz colgó las botas y cogió las riendas de la entidad poniendo fin al ciclo del Grupo Zeta. Heredó a Marcos Alonso (DEP), a quien había tenido de entrenador en la pretemporada. La apuesta salió mal. El club entró en concurso de acreedores, una medida de choque pero que al final logró ayudar a su saneamiento.
Sanz tiró de un tal Juan Ramón Muñiz, al que conocía de ser segundo de Juande Ramos y que estaba haciéndolo muy bien en el Marbella. Una permanencia in extremis dio paso a un Málaga que, con escaso dinero y un acierto insólito en los fichajes a coste cero (Weligton, Eliseu, Baha, Hélder...), volvió a Primera. Le siguieron dos años más en la élite. Uno cómodo, con la inercia ascendente con Tapia y otro muy sufrido, de nuevo con Muñiz, sellando la permanencia en casa ante el Real Madrid de Pellegrini. 1-1, gol de Duda.
La llegada del jeque Al-Thani
Era 2010 y los de Martiricos estaban instalados en la austeridad. Sanz impulsó una ampliación de capital, pero apareció un comprador de apariencia más que solvente: Abdullah bin Nasser Al-Thani AKA El jeque. De la noche a la mañana el Málaga se convirtió en un nuevo rico, un rival que enceló a la clase alta de la liga española. Pese a las grandes promesas y los aires de grandeza, su arranque fue errático, con la fallida apuesta por el portugués Jesualdo Ferreira y con la sombra de Jorge Mendes y el fútbol negocio pululando por detrás.
Los primeros fichajes no eran demasiado ilusionantes: Sandro Silva, Galatto, Javier Malagueño, Kris Stadsgaard, Rubén Martínez, Sebastián Fernández. Aunque alguno terminó saliendo muy bueno, como Salomón Rondón, que venía de Las Palmas de Segunda. Diez partidos más tarde, el Málaga –manejado por la mano derecha del sheikh por aquel entonces y auténtico arquitecto de aquel proyecto megalomaníano, Abdullah Ghubn– enseñó músculo. Contrató a Manuel Pellegrini y le trajo a Julio Baptista, Martín Demichelis, Ignacio Camacho, Sergio Asenjo (tras su grave lesión, Willy Caballero) y Enzo Maresca. Pese a todo, se logró la permanencia con el gancho (estuvo en descenso hasta la jornada 32), con un papel clave de La Bestia con ocho goles.
Y llegaron la orgia de los fichajes y los excesos. Van Nistelrooy, Joaquín, Santi Cazorla Toulalan, Isco, Mathijsen, Monreal, Sergio Sánchez, Buonanotte... 60 kilos redondeando. La ilusión se disparó. No habría tenido sentido otra cosa. Los gestos eran enormes (Nike, Unesco), las presentaciones reunían a miles de almas y las promesas, faraónicas: Ciudad deportiva, un estadio para 65.000 personas, competir con Madrid y Barça...
La Champions
No sin sufrimiento, se alcanzó la clasificación para la Champions League con ese gol de Rondón al Sporting de Gijón. Las alegrías del verde eran perseguidas, no obstante, por un fantasma oscuro. El grifo de los millones (que nunca fueron petrodólares por más que el catetismo ilustrado no saliese de ese bucle) se cerró, la gestión había sido irresponsable y caprichosa. Llegaron los impagos, dolorosas ventas como la de Rondón y, sobre todo, Santi Cazorla, que salió por mucho menos de lo que había costado y que todavía no se había pagado del todo. Van Gol colgó las botas y otros también se marcharon.
El jeque había mandado liquidar la entidad, pero una conversación con Pellegrini –a quien habían invitado a marcharse– cambió las tornas. Fue el verano del pacto de Campoamor. La supervivencia del club y los ingresos dependían del césped. La banda, en lugar de disolverse, se unió para un gira de despedida inolvidable. Los dos primeros bolos, ya sonando la inolvidable melodía de la Champions, ante el Panathinaikos en la previa con El Ingeniero inventándose a un adolescente de 16 años llamado Fabrice Olinga como nueve.
Se remozó un poco la plantilla con Roque Santa Cruz, Saviola y semidesconocidos como Iturra, Pedro Morales, Onyewu... Pero funcionó. Y tanto que funcionó. ACMilan, Anderlecht y Zenit de San Petersburgo probaron en sus carnes lo que era medirse a aquel Málaga de química tan particular. Daba igual que en una vía paralela estuviera la ruina sobrevolando, con la amenaza de sanción sobre las cabezas. El Oporto también probó la medicina blanquiazul. En cierto modo, el Borussia Dortmund de Klopp, Lewandowski, Gundogan, Reus y Götze se llevó su dosis. La gloria de las semifinales la negó un tal Craig Thompson.
Un descenso terrible tras una década maravillosa
Esa eliminación fue el principio del fin a pesar de que, con enorme mérito, el Málaga no sólo compitió contra titanes sino que logró volver a clasificarse para competición europea. Fue cabeza de turco y conejillo de indias para esa gran falacia del fair play financiero. Se fue Pellegrini, se fue Isco, se fue Joaquín. Se borró casi todo. El jeque, desaparecido, y sus adláteres tejiendo negocios con dudosas compañías. BlueBay, Kabchi. La teporada de locos con Schuster. El oasis de dos años de Javi Gracia rozando Europa y creando patrimonio con jóvenes de la casa. La vuelta torcida de Juande Ramos, que lo vio venir. Gato Romero, el oropel de Míchel. Los enemigos en casa. Al-Thani reapareció de higos a brevas con alguna vuelta de honor vergonzosa a La Rosaleda. Los políticos lo mismo ponían una primera piedra en la ciudad deportiva que despotricaban. El club y su propietario tenían más batallas judiciales que futbolísticas. Los hijos de Al-Thani haciendo de las suyas around the world. Decadencia pura y dura que desembocó en un descenso terrible tras una década maravillosa.
Ni Muñiz pudo lograr repetir épica. Mucho menos Víctor Sánchez del Amo. Quedó para el recuerdo la estampa de los jugadores y la afición tras la eliminación de play off contra el Dépor. Caminero, Jofre, Shaheen. La Policía tomando el estadio y requisando todo lo requisable. José María Muñoz tomando el control de la(s) sociedad(es). Primero como gestor de perfil bajo pero solvente, luego como presidente postizo. Milagros en la era del Covid con Pellicer y Manolo Gaspar en sintonía y obrando un milagro tras un histórico ERE a la plantilla deportiva.
Luego vinieron dos cursos en los que el director deportivo perdió todo el crédito y el favor del malaguismo, sobre todo con el último proyecto de ascenso que se torció para convertirse en un descenso que es leyenda negra. Un cuarto de siglo más tarde, fuera del fútbol profesional. Y la temporada corriente, la 23/24, llena de dificultades y trampas al solitario. Nacida del tercer ERE de Muñoz en el club y camino del desenlace en su momento de mayor desdoro.
Ha habido alguna luz, como la inauguración de La Academia aunque no estuviese lista para su uso, merced a los ingresos de CVC. Algún avance judicial, como la victoria de BlueBay sobre Al-Thani. Y, por encima de todo y de todos, la brutal respuesta del malaguismo. 20.000 abonados, desplazamientos históricos, 50.000 camisetas como si nada.
Por desgracia, en estos años también hubo que despedirse de algunas personas queridas y entrañables como Joaquín Peiró, Antonio Fernández Benítez, Sebastián Humberto Viberti, Manel Casanova, Nacho Pérez Frías, Francesc Arnau, Eugenio Lorente, Juan Alcaide, Andrés Perales, Pepillo Zambrana, Juan Cortés, Torres Robles, Chupete Guerini, Chato Aragón, Américo, Atsu, Alberto Martín, José Luis Monreal, José Antonio Rivas... Y Jorge Ramos, la inconfundible voz del Málaga. Siempre en el recuerdo.
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