Los cláxones eran por el Málaga Club de Fútbol

Desde el impactante y sobrecogedor recibimiento al equipo hasta la definición de la eliminatoria y la fiesta, un día inolvidable para la afición

A sentarse tranquilos a esperar rival: Nàstic o Ceuta

El gol de Roberto que dio el pase a la final: así fue la secuencia

La alegría del Málaga CF tras pasar a la final, en fotos
El Málaga celebra con la afición. / Carlos Guerrero

Las 29.042 personas que estuvieron en La Rosaleda, los miles que estuvieron antes en un impactante y sobrecogedor recibimiento al equipo desde dos horas y media antes del partido, no olvidarán el 8 de junio de 2024. Muchos niños y adolescentes, muchísimos. Algo que puede quedarse pequeño ante lo que se puede experimentar dentro de dos semanas, vísperas de San Juan. Pero en un contexto en el que desde hace siete años la mejor noticia es que no pase nada hay que paladear las escasas alegrías que el equipo y la institución han ofrecido a una afición que siempre ha estado ahí, en un número considerable, aunque ahora crezca en ocasiones especiales.

El primer tiempo fue por momentos indecente, con un equipo que estaba superado por el rival y el escenario. Una de las imágenes de la celebración posterior eran las lágrimas desconsoladas de Dani Lorenzo. Y quizá fuera esa una de las razones del bloqueo malaguista. Un grupo de chavales que rezuman malaguismo y a los que la responsabilidad devoró. No había habido un vestuario así en muchos años. La historia del deporte está llena equipos que se llevaban a matar y ganaban, pero en la tercera década del siglo XXI cuenta mucho la química que se genera dentro y se traslada fuera. Y este equipo tiene limitaciones, obviamente, pero también corazón y sangre blanquiazul en muchos de sus jugadores, que se han encargado de transmitirla a los foráneos.

La segunda parte es lo mejor que se ha visto en La Rosaleda en mucho tiempo. Todo empezó con los cambios de Pellicer. El descaro de Kevin dio una salida a los nervios y generó juego y Einar Galilea I de Gasteiz ofreció un recital, transmutado en Weligton. Cada corte era celebrado como un gol. Ganó los tres primeros duelos que Nelson, horrible, había perdido. Roberto, un delantero de otra categoría y que dejará millones en La Rosaleda, se encargó de finiquitar una eliminatoria que se atragantado pero que se ha sacado. Dos goles de delantero caro.

El malaguismo se sentará a ver este domingo el Nástic-Ceuta con tranquilidad, esperando rival. Pero tiene la certeza de que La Rosaleda es una bala de plata. Superado el miedo escénico del primer tiempo, ahora debe volar en el siguiente partido que juege en casa. El malaguismo suele flagelarse con que se celebran más las victorias del Real Madrid que las del equipo de la tierra. No es una mentira. Pero esta vez los cláxones que se escuchaban desde dentro de la sala de prensa de La Rosaleda más de media hora después de acabar el partido era porque había ganado el Málaga Club de Fútbol.

stats