El desastre ya está aquí

El Málaga evidencia su descomposición en un ambiente cada vez más tóxico que amenaza con devorar a la institución

No hay ninguna excusa para una plantilla que está naufragando completamente

Reacciones tras la tormenta

Esteban Burgos se enfrenta a dos partidos

Rubén Castro, de rodillas en el césped. / Javier Albiñana

Este verano se cumplirán 25 años del último partido del Málaga CF fuera del fútbol profesional, el mítico día del ascenso ante el Terrassa en La Rosaleda en el verano de 1998, mientras se jugaba el Mundial de Francia. Muy probablemente coincidirá con el regreso del club al pozo negro de la Primera RFEF o como quiera se llame el próximo año el engendro fallido de Rubiales. En medio de un ambiente crispado desde la previa del partido, en el segundo tiempo del duelo ante el Real Oviedo, dirigido por un Álvaro Cervera que estaba en el mercado cuando el Málaga CF optó por Pepe Mel,hubo unos 10 minutos de triste silencio en La Rosaleda. Pareció que el malaguismo asumía y digería en esos momentos el próximo descenso de categoría. Antes y después, soflamas desde la grada de animación hacia José María Muñoz y jugadores. Y descontento e indignación generalizadas por el desolador espectáculo.

Fue indecente la actuación que perpetró el Málaga CF en un duelo en el que se jugaba la vida, en el que tenía una opción de meter presión a los rivales y cambiar una dinámica. Un tiro a puerta en 90 minutos, ni siquiera un "uy" que llevarse a la boca, un ejercicio de impotencia terrible y descorazonador. El efecto del cambio de entrenador y de la salida del director deportivo, que debían ayudar a limpiar el ambiente, sepultados en 90 minutos. De fondo, los movimientos tectónicos en los juzgados con las instituciones moviendo hilos y meciendo la cuna. El alcalde De la Torre soñaba con un ascenso el 28 de mayo, día de la última jornada en la liga de Segunda y de las elecciones municipales. Puede celebrar el pase a Primera... RFEF. El cóctel perfecto para resbalar definitivamente en la cuarta temporada en la se coquetea con el descenso. Esta vez con el sexto límite salarial de la competición. No hay paños calientes.

Achicharrado Manolo Gaspar, está en el punto de mira el administrador. Le van quedando pocos escudos. Ahora llega Kike Pérez,un director general a un club en llamas. Con la venia de Javier Tebas y LaLiga, seguramente le toque pilotar en otra categoría y tendrá que trabajar en escenarios distintos. La estructura del club es insostenible en Primera RFEF. Este domingo, el equipo puede colocarse hasta a siete puntos de la salvación si ganan Racing o Ponferradina en el duelo que les enfrenta en El Toralín. Igualmente, hay un Lugo-Ibiza por detrás. Sí, queda tiempo y la retahíla clásica que llevamos escuchando desde agosto, con acento argentino, madrileño o valenciano. Pero ya las palabras de Pelliceren la rueda de prensa posterior al partido ante el Oviedo sonaban a manidas. EOviedos el tercer entrenador de la temporada, el quinto en el año natural. Diferentes perfiles. Jóvenes, veteranos, con vínculos o sin ellos. El resultado es el mismo y, siendo el último culpable de la situación actual, los mensajes se agotan.

Ahí se llega a la plantilla, que se ha ido de rositas hasta ahora casi siempre, pero que ahora queda desamparada y expuesta definitivamente en unos meses en los que van a sentir los rigores de La Rosaleda si no tienen un rapto de vergüenza torera. Afortunadamente, la pandemia es historia. Desde los gestitos de cabreo de Fran Sol, qué tremenda decepción su fichaje, y Aleix Febas cuando eran cambiados a las dimisiones de jugadores con contrato para dos años más que se han sentido acomodados pasando por la expulsión, que debería ser motivo de sanción, de Esteban Burgos para dejar tirado a su equipo. Se puede entrar en la susceptibilidad del árbitro, pero hoy en día se expulsa por esas palabras. Es de ser mal profesional no saberlo.

El desastre, pues, ya está aquí. Se ha agotado la paciencia con todos. Ya basta de mensajes de unión, de apelación a la grada y demás historias. Los que se visten, los que les preparan y los que mandan tienen la responsabilidad de no arrojar un cuarto de siglo después al club al abismo.

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