El día más feliz de 'Pajarito' Ben Barek
Inaugurada la puerta 6 de La Rosaleda, que ya luce su nombre, en un acto entrañable y muy emotivo
MÁLAGA/Uno se da cuenta de que no está ante cualquiera cuando ve que a primeros de julio en la frontera de Melilla con Marruecos, en mitad de un caos infinito que te recuerda al dibujo que Hollywood nos hace del Beirut de una cinta de espías, sucede algo inverosimil. Entre una amalgama de coches desordenados para ambos sentidos, con un trasiego incesante de personas de un lado a otro y un calor sofocante, un mando de la policía del país africano se planta en mitad del terreno y, como Moisés abrió las aguas en Los Diez Mandamientos, consigue de un simple gesto que todos se aparten y abran paso a un humilde vehículo, que llega casi en volandas hasta la garita de control. Allí, al grito de "¡Abdallah Málaga, Abdallah Málaga!", todos los guardias rodean a Abdallah Ben Barek para poder fotografiarse junto a él.
Pajarito, como le conocen algunos, no es un cualquiera. Es un mito criado en un palacio real, es un corazón enorme que se guiñaba con Antonio Machín, es el rey Baltasar vitalicio de Torremolinos, es un "su dinero no vale aquí" en el zoco de Nador. Es una figura que trascendió fronteras en las dos orillas del Mediterráneo que separan el primer mundo de otro menos afortunado. Su gran logro, sin embargo, no es conseguir que la puerta 6 de La Rosaleda lleve su nombre. Eso no es más que la consecuencia de media vida sumando momentos e ir tallando gloria bendita en el corazón de todos los que le rodean y le han rodeado.
Ayer, en un acto emotivo y entrañable, Ben Barek ve su nombre inmortalizado en su verdadera casa, La Rosaleda. Sólo un pequeño reconocimiento encima de unos cimientos que, de algún modo, él también ayudó a levantar. Como futbolista, en el banquillo, en su amada cantera o ahora, como figura representativa de la institución. Le dicen consejero consultivo. Quizás porque sus consejos siempre serán oro puro y porque no consultarle sería un insulto al sentido común.
No faltaron a la cita los que siempre están. Su inseparable Benítez, el compadre Martín Aguilar, la familia, los amigos... Pero había algo más. Él no lo sabía, pensaba que sería el clásico acto protocolario con autoridades y descubrimiento de placa. Sin embargo, una vez había concluido, le esperaba una encerrona en toda regla. Todo el palco de La Rosaleda estaba hasta los topes con los niños de La Academia; el primer equipo del Málaga y del Málaga femenino; veteranos como Weligton, Duda, Dely Valdés, Jesule, Boquerón Esteban, Juanito, Aragón padre, Chuzo, Martínez o Fernando Peralta; Husillos y toda la dirección deportiva, Tapia, Jofre; representantes de peñas y de la Asociación de Pequeños Accionistas, personalidades, políticos de aquí y de Marruecos (un ministro y un cónsul), el exfutbolista Naybet... Basti ejerció de maestro de ceremonias y, entre otras cosas, dio paso a un vídeo homenaje en el que apareció gente como Jorge Valdano, Manuel Pellegrini, Isco, Javi Gracia, Míchel, Antonio Álvarez y hasta el jeque Al-Thani. La guinda llegó con la entrega a pie de césped de la insignia de oro y brillantes de la entidad y una réplica del estadio de La Rosaleda, todo bajo la atenta mirada de Nasser y Hamyan Al-Thani, que esta vez sí, estuvieron a la altura de las circunstancias.
Ben Barek, a quien todavía le quedan muchos partidos por ver y campos por visitar, resume su vida en una frase: "Si tú estás bien, yo estoy bien". Seguramente, nunca estuvo mejor que este jueves 3 de mayo, donde se hizo más inmortal si cabe casi 60 años después de su debut con la camiseta del Club Deportivo Málaga. Con Pajarito cerca, es imposible no estar bien.
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