Fernando Puche, genio y figura hasta el último día

Con él se va un trozo de la historia de Málaga y del Málaga

Fue un presidente peculiar y un personaje entrañable

Falleció a los 78 años en su domicilio

Peiró toma la palabra con Puche en segundo plano y los futbolistas del Málaga
Peiró toma la palabra con Puche en segundo plano y los futbolistas del Málaga / Efe

En casa se contaban historias de la época dorada de Málaga y sus peñas, cuando esta ciudad era más pequeñita pero tenía una identidad y una luz propia. Uno de sus protagonistas era el simpatiquísimo Miguel Carmona. De refilón, ligado a él, aparecía el nombre de Fernando Puche, que con sudor y toneladas de trabajo logró convertirse en uno de los empresarios de referencia en esta ciudad y más allá, con sones de Cuba.

Quizás no sería el orador más dotado ni tenía una exquisita formación académica. Ni falta que le hizo. Porque tenía ese espíritu de la calle, forjado con las fatigas y el deseo claro de no pasarlas más. No le venía mal el tópico de un hombre hecho a sí mismo porque en el fondo era una expresión cosida a su medida. Como con muchos otros personajes, también tiene hojas oscuras el libro de su historia, pero no es el capítulo que toca.

Contaba Puche con la destreza de ser más avispado que otros y anticiparse a las jugadas por más que su léxico le pegase patadas al diccionario, lo que también regaló momentos hilarantes que ayudaban a convertirlo en alguien entrañable. Sus acciones y decisiones eran más que elocuentes. Sus viejos modos de jefe le ayudaron a ser eficaz como pocos al frente de un club de fútbol en horas bajas como el Málaga CF, que era un barco de Teseo hecho con las maderas podridas del Club Deportivo Málaga.

Algunos nunca sabrán lo importante que llegó a ser para el ascenso de Segunda División B a Segunda División A hace más de un cuarto de siglo. Marcó goles fuera del campo. Gestionó bien el club, que pertenecía en realidad al magnate Antonio Asensio, uno de los hombres más poderosos entonces de una España en plena transformación y que ultimaba el salto al siglo XXI. Combinaba la seda y la espada para lidiar sobre todo con los futbolistas. A más de un ídolo del Málaga de Peiró le endosó multas importantes. Nada como atacar al bolsillo para poner orden.

"El presidente no puede ser amigo de los jugadores ni irse de cenita con ellos. Yo los llamo a mi despacho y me siento en mi mesa, que sepan quien manda". Creía que había que mantener las distancias llegado el momento y también que de nada le servía un consejero que no pudiera "pagarle una comida al equipo". También que era necesario estar desde bien pronto en el club cuidando de las gallinas. Y con todo, muchos futbolistas le querían como a un padre.

Dejó al Málaga en Primera y con cimientos sólidos, pero entendió como un mensaje claro una bajada en varios miles de abonados de un año a otro. Presentó su dimisión y a otra cosa. Le maravillaba lo mucho que había cambiado el malaguismo en estos años y lamentaba también el paso de Al-Thani, que le defraudó. Como a todos.

Quedan atrás décadas de anécdotas, de saltos al vacío, de problemas con la justicia, de entrevistas imborrables, de decisiones controvertidas, de ex trabajadores agradecidos, de amigos que no olvidan ni olvidarán, de comienzos desde cero, de vocablos imposibles, de lecciones magistrales, de balones y toros, de Torremolinos y La Habana. Y de una mano amiga para gente que lo necesitó. Descanse en paz, Fernando Puche Doña.

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