El fútbol es un juego (21:00)

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El Málaga visita al Fuenlabrada en medio de una crisis institucional sin precedentes pero con la ilusión renovada después de la primera victoria de Pellicer

La plantilla del Málaga se divierte durante el primer entrenamiento de Sergio Pellicer.
La plantilla del Málaga se divierte durante el primer entrenamiento de Sergio Pellicer. / Javier Albiñana
Adriano Espinal

17 de enero 2020 - 06:50

Málaga/La honestidad está presa en su televisor, en lo que le mandan al móvil sin pedirlo, en la aritmética de la economía, en el reparto de culpas, en los halagos baratos, en otro fin de mes sin dinero. Hace tiempo que nadie se pone enfrente de nadie para hablarle de verdad, que sólo los sentimientos importan a la hora de montar un discurso. La alegría de un gol sabe a veneno si mañana venden al delantero que te hacía feliz. Sólo el fútbol es más efímero que la propia vida. Y más, mucho más, en Málaga.

Casi todo está sobreactuado, quemado por la santa costumbre de darle argumentos al que escucha para que se meta en la trinchera que mejor le venga. La letra pequeña, las maniobras sin testigos, el dinero que nadie audita, y el trabajo que nadie hace también son la vida. Gobernado por el dinero, la foto fácil y las manos que se acercan sin saber si van a saludar o a apuñalar, el fútbol también alberga lo bueno y lo malo del mundo dentro de sus redes. Como en casi todo, con la distancia aumenta el desapego y cuanto más dinero menos escrúpulos. Y en un mar de desatinos, profetas sin fe, maniobras en la oscuridad y falta de empatía quiere navegar el Málaga.

En medio de un galimatías a nivel institucional de proporciones siderales, con escándalos, extorsión, despidos, falta de liquidez, más despidos y sin nada a lo que agarrarse. Justo ahí, de repente, el fútbol –el juego en sí, no el mundo que rodea, rige y vive de dicho deporte– le dio al Málaga un abrazo grande, mullido e inesperado el pasado martes: un gol de Antoñín, un punta de un barrio malagueño sin playa, con parte del público protestando en la puerta del estadio, estrenando en la categoría a un central de la cantera y al entrenador del filial, con un saco de lesiones, y 88 minutos por delante para sufrir por la victoria. Y así, sin que nadie lo esperase, sin más plan que jugar, el Málaga ganó. Quiere más.

Sergio Pellicer Sergio Pellicerno sabe si hoy será el último partido que dirija al primer equipo esta temporada. En un principio y con la situación del equipo, parecería lo normal. Pero trabaja en un club impredecible y muchas veces impresentable. Sabe que no depende de él, pero volverá a echar mano de los canteranos que tan bien conoce para tratar de sorprender al Fuenlabrada. Un equipo que vive tranquilo a 14 del descenso y que sigue los cánones clásicos que suelen usar los más modestos para resistir en una categoría a la que acaban de ascender. Meré marca el paso y aunque sume cinco empates consecutivos, el guión es claro: defensa, defensa, pizarra y control absoluto de los detalles. Éxito al sur de Madrid.

“Antes era invisible y ahora soy un poco visible”, dijo Pellicer, hasta hace una semana entrenaba en Tercera División al segundo equipo malaguista. No puede contar con Lombán, Adrián, Keidi Bare, Mikel Villanueva ni LorenzoLombán, Adrián, Keidi Bare, Mikel VillanuevaLorenzo por lesión. Los cuatro primeros solían ser titulares cuando estaban en forma. Su receta es más filial y vuelve a viajar con sobredosis de jugadores del segundo equipo. En su estreno contra la PonferradinaPonferradina alineó a Juande en el centro de la zaga y la sensación general fue clara: “¡¿Dónde estaba?!”. Está por ver si repite, y sin embargo, parece seguro.

Los ingredientes podrían cambiar para hoy después de un envite con bastante desgaste hace tres días: El Málaga recupera a Diego González mientras que el Fuenlabrada podría estrenar a Caye Quintana y podrá contar de nuevo con José Fran, aunque son baja Hugo y Glauder. Aún así, y al margen de los nombres, será el duelo de banquillos el que, muy probablemente, marque la diferencia.

La pizarra de Pellicer se notó el martes, cuando sólo había dirigido dos entrenamientos. Cobró menos de lo que intentó, pero dejó su sello, su mensaje al que entiende de fútbol en la Península Ibérica o en Catar. La pizarra de Meré mantiene a su equipo entre las revelaciones de la competición: quinto con uno de los presupuestos más bajos de la categoría recibe a uno de los teóricos grandes, el Málaga que se desangra sin recordar de dónde salió. Tal vez el fútbol lo salve.

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