La huella imborrable de Peiró
El mejor ejemplo del sello del técnico en Málaga es la unión que aún tiene aquel equipo y el respeto reverencial con el que se refieren al entrenador
Es una discusión habitual entre el aficionado malaguista cuando la conversación llega a los postres, el café o el licor. ¿El Málaga de Peiró o de Pellegrini? Objetivamente, el del chileno llegó más lejos, con una presencia sonadísima en la Champions, una pléyade de jugadores impensable vistiendo de blanquiazul y mediáticamente imbatible. Pero enfrente está un equipo que tiene el incomparable recuerdo de la primera vez.
Tras la generación perdida con la desaparición del Club Deportivo en 1992, aquel equipo recuperó el orgullo del balompié malagueño, practicó un gran fútbol, ganó en el Camp Nou, consiguió el único título en la historia del club, la Intertoto, y coqueteó con unas semifinales de UEFA, perdidas en una tanda de penaltis maldita en el campo del Boavista. Aquella final de UEFA se jugaría en Sevilla entre el Oporto de Mourinho y el Celtic de Glasgow. No anduvo lejos la invasión malaguista de la capital andaluza. Peiró la recordaba con amargura.
El caso es que aquel equipo del cambio de siglo transmitía espontaneidad y naturalidad. Había jugadores que en Segunda B ya estaban en el club, más una cuota malagueña, pero también jugadores adoptados que se sintieron en casa en Málaga. Y que tienen aún hoy un hilo común y relación constante. La plantilla de aquella época de Peiró, los que de alguna manera se quedaron huérfanos con la muerte del técnico, mantiene un grupo de whatsapp activo en el que comparten chascarrillos y confidencias casi 20 años después de que se cerrara.
Era aquel un grupo de carácter. Contaban en las horas después del fallecimiento de Peiró los jugadores de aquel equipo que el entrenador solía mirar para otro lado cuando había un enfrentamiento, que parecía mirar las obras de La Rosaleda pero se percataba. “Todo lo que decía tenía su por qué. Esa pausa esa calma... Supo ayudarnos a cada uno en la personal”, explicaba Gerardo García León. “Sabía a quién darle libertad y a quién apretar”, aseguraba Gato Romero. “El mejor grupo deportivo en el que he coincidido. Tenía los valores de amistad y solidaridad”, aseguraba Javier Souvirón, masajista de aquel equipo y con experiencia en el ciclismo profesional durante varias temporadas.
El fallecimiento de Peiró ha recordado a un equipo que no se olvida, que ganó para la causa malaguista a un buen puñado de fieles, que se granjeó el respeto del fútbol español y que trascendió. Peiró continúa siendo el entrenador con más partidos en la historia del club, fueron cuatro años muy intensos en los que el fútbol malagueño recuperaría la mayoría de edad. Una huella que sus jugadores, entre los 40 y los 50 años ya, se encargan de recordar periódicamente con reuniones en las que asisten masivamente, casi sin ausencias. Todos sienten a Málaga como su casa. “Un grupo homogéneo. Supo entendernos”, remataba Koke Contreras, que a las órdenes de Peiró se convirtió en internacional y jugó un Mundial.
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