El icono Luis Muñoz
El malagueño se ha convertido en un referente para el malaguismo tras su renovación, apunta a capitán y será un jugador con más peso en el equipo y el club
A Luis Muñoz se le auguraba un futuro brillante desde niño, desde que fue campeón de España cadete con esa generación del Málaga con Ontiveros, Samu Casado, Kuki Zalazar, Arturo Segado y donde ya destacaba, dos años menor y aún infantil, Brahim Díaz. Ese grueso de plantilla fue tres años más tarde campeón de la Copa de Campeones juvenil, con el refuerzo de En-Nesyri. A día de hoy, es el único que sigue en Málaga de aquella prometedora camada, a la que el club ha sacado un buen fruto económico. Y es el nuevo icono del malaguismo tras su renovación hasta 2022.
Luis Muñoz, nombre futbolístico aunque es Joselillo para su gente, ha multiplicado su jerarquía entre el malaguismo en la última temporada, igual de una manera inesperada. Tras debutar con Míchel en Primera y dos cesiones a Lugo y Córdoba en Segunda, donde sumó decenas de partidos para comprender mejor una categoría con códigos especiales que utilizó el año pasado en el Málaga para acabar convirtiéndose en un jugador imprescindible. Una voracidad contagiosa por el balón, piernas en un centro del campo que adolecía de ellas y una salida de balón fluída para el equipo. Y gestos de malaguista, esa simbólica celebración con las lágrimas saltadas en uno de los goles en La Rosaleda que dejaba la salvación a tiro. Con 23 años, empezando a conjugar plenitud física y mental, seguramente hay jugadores más altos, más técnicos, más dotados. Pero, justo ahora mismo, Luis Muñoz representa lo que el malaguismo, en estos tiempos oscuros en los que el sol empieza a salir, desea de un referente, empezando por el compromiso. En las imágenes que distribuía el club en el primer día de su vuelta al trabajo se le podía ver departiendo con Escassi, otro malagueño de otra generación pero con carácter parecido.
El de Nueva Málaga, barrio del que ya salió Alexis Ruano, empezó a los siete años en el 26 de Febrero y en infantil ya fue reclutado por el Málaga. Ya llamaba la atención por su personalidad y proyección. Pero no ha tenido un camino fácil. Cuando ya estaba en edad cadete y en el radar de las selecciones españolas, en las que ha jugado repetidamente pero le faltó un gran campeonato, y el Real Madrid, sufrió una fractura por estrés de la vértebra L2. “Me perdí un año entero y medio del siguiente. Estaba todo el día de médicos y muchos me decían que tenía que dejar el fútbol, que esa lesión era muy grave y no sabían si me iba a recuperar o no. Había muchas noches en las que lloraba en la cama porque pensaba que tenía que dejar el fútbol. Pero fui a otros médicos, dieron con lo que era y lo pudimos arreglar. Fue una época muy dura, pero la superé. Mi familia me arropó”, relataba años atrás en estas páginas cuando se produjo su debut en el primer equipo. De aquello le quedó la necesidad de hacer una rutina constante de ejercicios para mantener la espalda sana.
"La primera vez que entré a La Rosaleda fue como infantil. Me impresionó la gente, cómo animaba. Siempre pensaba: 'Me gustaría estar ahí ahora'. Y ahora que estoy me siento muy contento. Los recogepelotas de esos partidos de la Champions salían de mi infantil. ¡Ahí sí que venía al fútbol contento! Era un equipazo con el que disfrutamos mucho. Flipaba con Demichelis y Weligton", recordaba también Luis, cuyo fichaje se ha dilatado y se ha hecho de rogar por las circunstancias económicas. Su ficha será de las más elevadas del plantel, dentro del marco de austeridad que ha impuesto el administrador judicial por las circunstancias que rodean al club. Será hasta 2022, un contrato corto que las partes han entendido lo mejor tras ceder mutuamente.
"Muchas gracias a todos los aficionados del Málaga por el trato que me han dado estos días y más en especial ayer, el día que yo esperaba más que ellos. Poder estar con el grupo y poder ser otro guerrero más para las batallas. Fuerza, coraje y corazón, puro malaguismo", decía en un mensaje en las redes escrito que denotaba que no había pasado por filtros en esta época en la que los consejeros, gabinetes de comunicación y demás gobiernan el discurso. Naturalidad y autenticidad para liderar esta etapa en la que probablemente sea el capitán y lucirá el número 8, probablemente símbolo de una mutación a centrocampista tras destacar más como central en categorías inferiores y jugar ahí en sus primeros pasos en la élite. Sus compañeros de generación le recuerdan numerosos goles arrancando desde la defensa y culminando en la portería rival.
Jugador de confianza para Pellicer, también con trato directo con Manolo Gaspar, le toca gestionar también esta nueva posición con más peso en el vestuario, en la que también debe encauzar a los jóvenes a los que debe servir de ejemplo.
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