Con dos balones

Muchos malaguistas acudieron a Tarragona sin la seguridad de ver el partido en el estadio

Cerca de un millar viajaron hasta tierras catalanas, a pesar de haber solo 528 entradas visitantes

Así fue la previa en el Cortijo de Torres

La grada malaguista en el Nou Estadi
La grada malaguista en el Nou Estadi / Carlos Guerrero

Memoria por todo lo sufrido en estas últimas temporadas. El compromiso de no abandonar a su equipo ni en las buenas ni en las malas. Y la fe de que su equipo va a regresar al fútbol profesional son los valores que han acompañado durante casi mil kilómetros a los aficionados del Málaga CF desplazados a Tarragona para vivir toda una final por el ascenso a Segunda División. Y qué final.

No llegaban al millar en tierras catalanas, aunque se quedaron cerca, pero porque el escaso número de entradas y la lejanía dificultaron que se diese otro desplazamiento masivo y favorecieron a que se llenase el Auditorio Municipal Cortijo de Torres. Sin embargo, algunos valientes quisieron estar sin importar las condiciones, como fue el caso de Francisco Enrique, un seguidor de la entidad de la Costa del Sol residente en Madrid por estudios que no se quiso perder la cita: "Vengo a verlo infiltrado en la afición local porque un compañero de clase es socio del Nàstic y me ha hecho el favor, pero sino habría sido imposible".

Durante las horas previas a la contienda, el centro de Tarragona estuvo invadido por aficionados de ambos clubes con un ambiente muy bueno entre ambas hinchadas, aunque, obviamente, los locales eran mayoría sobre los visitantes. Una pareja de malaguistas oriundos de Fuengirola llegaron a la provincia catalana tras horas de coche con parada para pernoctar en Castellón sin tener nada cerrado: "Vamos a intentar encontrar alguna manera de entrar al estadio, ya sea en la zona local o visitante, sino lo veremos todo desde una salida de la autovía cercana al campo que se puede ver perfectamente".

La grada de animación local no dejó de alentar a los suyos, aunque el resto de la afición grana mostró una tranquilidad mayor en la gran mayoría del duelo, salvo en ocasiones de peligro y momentos de dominio del Nàstic. Los desplazados aprovecharon cada silencia de los catalanes para poder animar a los discípulos de Sergio Pellicer.

El ambiente se conocía que iba a ser hostil para los futbolistas por la trascendencia del evento, pero Alfonso Herrero y Einar Galilea vivieron la peor parte al recibir impactos de diversos lanzamientos de objetos por parte de la ya mencionada grada de animación local. Tras el tanto local, la hinchada del Nàstic se vino arriba y comenzó a apretar cada vez más con el paso de los minutos, hasta que con el segundo explotó en éxtasis, viendo cada vez más cerca el ascenso a Segunda División.

Después de la inyección de moral tras el gol de Dioni, los desplazados se dejaron la garganta para que se hiciese notar su "Sí, se puede" con la intención de alentar a los blanquiazules en una misión prácticamente suicida y que parecía abocada al fracaso por todas las circunstancias que se alargó la agonía con la infame estrategia de su grada de animación de vacilar e interferir en el juego al no devolver los balones al terreno de juego. Pero ahí estaba Antoñito Cordero, el niño de Jerez. Qué alegría, que noche aquella del 22 de junio de 2024 en Tarragona.

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