Al Málaga CF se le hizo bola el Castellón (2-0)
Derrota justa de los blanquiazules, que regresan de vacío de su gira valenciana
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El Málaga se vuelve de la gira con los bolsillos vacíos. Hincó la rodilla ante el Levante dando la cara. En Castellón no pudo decir lo mismo. Se le atragantó el partido desde el inicio y no estuvo nunca cerca de optar a los puntos. Además, cuando no echa el cerrojo en su portería, le cuesta mucho más.
Se vio a un equipo menos fiero que otras veces, destartalado y justito de gasolina. Hay quien dice que la sensación de estar fundido o en forma depende del resultado. Sin embargo, más bien parece lo contrario ahora mismo, que algunos futbolistas capitales están acusando cierta fatiga. Desde luego, es indiscutible que faltaron pulso y hambre, qué ironía, a la hora del almuerzo.
Al Málaga se le hizo bola el Castellón desde un primer momento. La propuesta ágil y dinámica de los albinegros -como ya ocurrió el curso pasado- fue un martirio para los blanquiazules. No tanto por la calidad o cantidad de acercamientos peligrosos sino por la sensación de sometimiento, algo a lo que no nos tiene acostumbrado al cuadro malagueño.
Porque está siendo un equipo protagonista con balón y nada timorato. Pero el Castellón es otro rollo. Tiene la propuesta de los grandes con piezas de Lego y eso tiene un gran mérito. No cabe duda de que están bien trabajados. Son verticales y además van con convicción a la presión tras pérdida y a los rechaces o balones divididos.
En los duelos y las segundas opciones estuvo la clave de la primera mitad, en la que se fueron por delante. Marcó Van den Belt desde la frontal con un disparo ajustadísimo al poste, imposible para un Alfonso Herrero que había realizado ya dos grandes intervenciones a Douglas y, sobre todo, a Cipenga con un disparo violento que sacó a un mano.
Le costó adaptarse al guion a un Málaga que perseguía sombras con poca fe. No le duraba el balón y el juego directo volcado sobre Castel resultó desastroso. La baza malaguista era hurgar en la espalda de la zaga castellonense, donde Gonzalo era casi un líbero. No fue hasta muy, muy pasada la media hora de partido cuando los de Pellicer enseñaron un poquito los dientes.
Larrubia había empezado más por dentro y Lobete por fuera. La apuesta no fue la mejor, pero cuando el 10 se tiró a la derecha comandó varias acciones de peligro, montando transiciones más eficacez y en las que Carlos Puga fue un buen aliado. Gonzalo tuvo que parar sendos disparos a Rahmani y el propio Larru y después los zagueros locales desviaron un par de acciones más con cierta dificultad.
Entendió Pellicer que la mejor baza para dañar a su rival era meter a Cordero en la ecuación. El jerezano ocupó la plaza de Rahmani, que había tenido más ganas que acierto pero nunca dejó de dar la cara.
El Castellón se echó atrás y esperó el error de un Málaga que tenía más balón pero no lograba traspasar la última línea ni probar al meta argentino. Retiró a Castel y metió a Dioni. Schreuder, ante su tercer lesionado, tuvo que hacer un triple cambio en su última ventana.
Precisamente uno de los que entró, Flakus, sólo tuvo que empujar un balón en un contragolpe medido y fino de tres hombres, que castigó a un Málaga que estaba volcado en la búsqueda del empate.
No había casi ningún síntoma que invitase a pensar que el Málaga pudiese ni tan siquiera acercarse en el marcador porque ni siquiera estaba logrando acercarse a la portería. De hecho, la entrada de Kevin sonaba más a buscar el descanso de Larrubia que en un intento de activar un no sé qué. Quemó sus naves pasado el 80’ con Roko y Ramón por Lobete y Pastor.
Se podría haber pasado el Málaga 100 horas más jugando contra el Castellón y no habría logrado inquietarle lo más mínimo. Porque hay días que no y hay rivales que no.
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