El Málaga, de nuevo una gran familia

Como en las etapas anteriores de éxito, el secreto ha estado en un vestuario sano y unido

Con naturalidad, los jugadores se abrieron a club, afición y ciudad

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Celebración en el césped del Costa Daurada / Carlos Guerrero

El Málaga celebró a lo grande el 120 aniversario del primer partido de fútbol en la capital. La excusa perfecta que encontraron muchos de los héroes del pasado para volver a citarse en La Rosaleda, para conquistar de nuevo la ciudad donde más felices fueron. Desde Segunda B a la UEFA, los 'Peiró Boys' (así se autodenominan) fueron creando y tejiendo algo más que un equipo, una camaradería que se mantiene viva un cuarto de siglo después. En aquella cita también había hijos de Tapia y su mítico filial. Parte del núcleo de la Champions tampoco quiso faltar (algunos aunque fuese llevando la camiseta de la AFE). Y algunos que se quedaron con las ganas. ¿A qué viene esto? Porque todos esos vestuarios tenían en común que eran una familia. Exactamente como el de la plantilla de este ascenso a Segunda División.

Este vestuario del Málaga se quiere, no hay más. Mueren los unos por los otros, ríen y lloran juntos. Compiten en el día a día en el césped y también fuera, para ver quién hace la mayor trastada al otro, para arrancar la carcajada. Tienen a sus propios Sandro y Joaquín. No sobra nadie. Algunos comparten días libres y vacaciones. Juntos son felices y hacen felices a los de su alrededor.

El mejor vestuario en años

Al contrario que en años anteriores, donde ha tenido vestuarios descosidos e individualistas, donde lo personal se ha impuesto a lo colectivo, donde no había apego al Málaga ni empatía real con la afición. Ha habido, además, capitanes reales, que ejercen su labor tengan o no un brazalete, que son referentes y ejemplos para los jóvenes. Los que no se ponen de perfil ante los problemas, los que no contradicen al entrenador por la espalda. Los que no intoxican en el entorno.

Los equipos que han tenido éxito en el Málaga a lo largo de su historia han contado con una base sólida y generosa, pero que también, con mucha naturalidad, supieron integrar a los trabajadores más cercanos. A los técnicos, al staff. A los que cuidan las piernas, A los que lo ponen todo por delante, ordenadito y a su gusto. A los que dan de comer. Es fundamental entender que en un club cada eslabón cumple una labor fundamental y única. Que no hay Málaga sin Alfonso, Genaro, Manu o David. Pero tampoco sin Julio, Miguel, Andy o Víctor. Como en su día no había Málaga sin Los Pichitas. Se palpó de cerca en la rúa de celebración por el ascenso. Esa llama hay que mantenerla viva por el bien de la institución.

Pellicer y Loren Juarros, en el autobús.
Pellicer y Loren Juarros, en el autobús. / MCF

Por supuesto, como en cada familia, los padres son los sostenes. Y a veces discuten entre ellos, pero siempre por el bien común. Sergio Pellicer y Loren Juarros han sido básicos en labores de gestión –cada uno en lo suyo– y de dar la confianza necesaria al grupo. A veces echando el freno de mano contra sus propios instintos para no dinamitarlo en los momentos de duda. Al final, la gente de fútbol habla el mismo idioma y por ende están condenados a entenderse.

De entre todas las virtudes de este sufrido pero feliz curso, no obstante, la piedra angular ha sido que dentro de esa familia cabía la gente, la afición. El futbolista, en no pocas ocasiones, cae en la tentación de encerrarse en una burbuja, de sentirse parte de un Olimpo en el que no caben mortales. En este Málaga no es que eso no suceda, es que es tan natural que a veces se borra la línea invisible que les separa.

La comunión ha sido total entre el Málaga y su afición, que acumulaba más de un lustro de sinsabores. Ha prendido una llama en Málaga (ciudad y provincia). En las escuelas, en las empresas, en los balcones. Es difícil que un ciudadano cualquiera camine por cualquier calle, por un barrio, sin cruzarse con alguien que lleva orgulloso una camiseta del Málaga. La semilla está ahí y ahora es cuestión de saber regarla. 

Los jugadores, tanto los de la cantera como los que han llegado, han sido tan sencillos y cercanos que se han metido a la gente en el bolsillo. Y esa gente, que son personas, se han tirado a la carretera para ir de una punta a otra, a romper bolsillos y gargantas. A quitarse horas de sueño a cambio de un sueño. Qué bonita ironía.

Las explosiones en Tarragona, Cortijo de Torres, aeropuerto, túnel de La Alcazaba, Las Tres Gracias... Momentos para la historia. Las futuras batallas que un abuelo contará a su nieto. La impresionante rúa del domingo, con los malaguistas convertidos en peregrinos persiguiendo un autobús, colapsando cada estación prevista. No puede ser sino amor.

En este año en el que el Málaga ha vivido peligrosamente, en el que ha esquivado una bala que podía ser mortal, se han puesto cimientos para crecer (pese a la rocambolesca situación institucional). El club tiene que poner todo de su parte para no romper la magia. La que forman todos. Los de dentro y los de fuera. Familia.

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