Una fiesta con final amargo

Málaga/Estaba todo dispuesto para un día especial. La hora no era la mejor pero tampoco mala. La promoción de entradas a cinco euros iba a suponer un empujón. El equipo venía de golear en Alcorcón con su nuevo técnico, que se estrenaba en casa rodeado de oxígeno renovado. El balón empezó a rodar, con los jugadores y los aficionados al máximo, con la excitación que una cita de tal calado precisaba. Pero llegó el fútbol, el maldito fútbol. Y reventó la fiesta.

La mejor entrada de la temporada en La Rosaleda según los datos oficiales facilitados por el propio Málaga de manera oficial. 23.621 espectadores, aunque la sensación que había en el estadio en vivo es que eran muchos más. Sería el colorido o la euforia, pero la gente se dejó notar desde antes del encuentro. Sí hay que indicar que hubo cierto atasco en algunos de los tornos del estadio de Martiricos. Eso provocó colas y hasta comenzado el choque no estuvo todo el mundo en sus asientos.

El juego del equipo convenció a los presentes, no cabe duda de ello. Se escuchaba en los cánticos, en cómo se animaba y en cómo se apretó al colegiado en algunas acciones (hubo alguna tarjeta y falta conseguida por aclamación popular), aunque no fue suficiente para señalar algunos de los dos penaltis que reclama Víctor. Pero también se escuchaba en las pequeñas conversaciones, las confidencias del asiento de al lado.

Tanto es así que hubo aplausos para despedir al equipo al descanso, de justicia con el juego. También los hubo cuando se despidieron en el centro del césped de La Rosaleda, incrédulos (los de dentro y los de fuera) por el resultado. El gol de Leo Suárez fue un jarro de agua fría por el cómo y por el cuándo. Alguno hasta saltó de su asiento para marcharse tras el tanto. Un final demasiado amargo.