La nueva dimensión de Luis Muñoz

El cambio de posición del malagueño permite ver a un jugador desequilibrante, al que le falta campo y que tiene gol, algo que se paga caro

Tardó 51 partidos oficiales en marcar y ahora lleva cuatro goles en un mes

Luis Muñoz remata el 1-0 ante el Sabadell.
Luis Muñoz remata el 1-0 ante el Sabadell. / Marilú Báez

Juande Ramos le dio la alternativa en el Camp Nou para amarrar un heroico empate ante el Barça con sólo nueve hombres sobre el campo. Fue el 21 de noviembre de 2016. Luis Muñoz tardó más de cuatro años y 51 partidos oficiales, con cesiones a Lugo y Córdoba por el camino, en marcar un tanto con el primer equipo. Fue el golazo ante el Zaragoza, que no valió para sacar algo positivo (1-2 se perdió) pero sí para descorchar una botella. En los últimos cinco partidos ha metido cuatro goles. Son momentos de eclosión, chispazos que cambian carreras. Se habla mucho en la superélite de la metamorfosis de Marcos Llorente, al que Simeone ha convertido de un mediocentro posicional en un llegador que cae por todo el frente de ataque y que genera peligros. Pellicer, en otro contexto pero con consecuencias parecidas en el corto plazo que habrá que ver si se prolongan, le ha abierto las alas a Luis Muñoz, un jugador al que conoce bien. Ambos fueron campeones de España de juveniles en Vera, en 2016. Pocos conocen mejor que el castellonense al de Nueva Málaga, capaz de jugar desde el centro de la defensa hasta asomarse hasta el balcón del área contraria. Se le ha visto emplearse de lateral, de central en los dos perfiles, mediocentro, interior... Una navaja suiza.

La exhibición de Luis Muñoz ante el Sabadell hacía tiempo que no la daba un jugador del Málaga. Fue del minuto uno al descuento, en el que forzó un penalti imposible corriendo por un balón por el que sólo un optimista compulsivo podía creer, que él mismo transformó. Dolorido desde el suelo ya se pedía tirarlo. Antes, había marcado el 1-0 en una maniobra tremenda. Tras abrir en el sector derecho del ataque hacia Joaquín Muñoz, trazó una diagonal hasta el segundo palo, donde apareció, imperial, para rematar de cabeza el bello centro, previo caracoleo, del de Miraflores. Dos chicos de barrio, los Muñoz, de 23 y 21 años, que son el rostro reconocible de este Málaga que vive un periodo de carestía pero que enorgullece al malaguismo por los valores que enarbola. Hay críticas, siempre las habrá, porque toda afición es inconformista y nunca uniforme. Pero, mirando con perspectiva, no hay mucho hueco para el reproche. Aunque ver a seis puntos el play off y a nueve el descenso invite a pensar en puntos que se han ido y que no se merecían, tipo Gijón o Miranda, por no ir muy lejos. Pero queda casi un tercio de Liga aún. Y el Málaga, ahora mismo, parece fresco de piernas y de ideas.

Se hablaba de Luis Muñoz como el icono de este proyecto. Ha tardado en carburar. Dejó tal regusto dulce su tramo final tras el confinamiento, sin contrato firmado para el curso presente, que el nivel se lo había puesto alto. Y durante la primera mitad de temporada se vio una versión menor de ese Luis. Es cierto que hasta octubre no pudo jugar por el tema de las fichas. Él era uno de los jugadores mejor pagados y esa inscripción quedaba para el final. Ha sido diésel, pero el cambio de posición de Escassi, ahora el ancla en el centro, ha liberado a Luis para abarcar campo y llegar al gol. Tras ese ante el Zaragoza, otro golazo rematando de volea otro servicio de Joaquín ante el Rayo para sellar el 2-0. Y, dos semanas después, este doblete ante el Sabadell, que bien pudo ser algo más. Apareció en la bande derecha para servir un balón peligroso, dio un taconazo en carrera para dejar a Yanis en un mano a mano ante Mackay. Y, ya en la segunda parte, bailó en el área con dos recortes para mandar un disparo ajustado con su izquierda que salió lamiendo el poste de la portería rival.

El acercamiento con el gol cambia la dimensión como futbolista de Luis Muñoz, capitán en los últimos partidos con la suplencia de Lombán. Ya es copichichi junto a Juande y Chavarría. Y no parece una casualidad, porque está pisando el área con continuidad. El gol, ya se sabe, no abunda en este Málaga. Y se paga bastante caro a quien demuestra tenerlo.

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