Una obra sin emoción

Málaga -Huesca

La experiencia de un partido sin público deja detalles curiosas y la evidencia de que el fútbol es un deporte distinto sin espectadores

Mucha seguridad previa

La Rosaleda, al acabar el partido.
La Rosaleda, al acabar el partido. / Javier Albiñana

Cuesta acostumbrarse a la transitoria normalidad del fútbol. Cuesta en la vida y el balompié no deja de ser un espejo resumido de la realidad. Hay quien reniega de este simulacro porque es la sublimación del negocio por encima del deporte y del opio para el pueblo. Puede ser un razonamiento con parte de validez, pero también tienen un aire este tipo de partidos de pachanga entre amigos, de esos duelos de la infancia que se acababan cuando la luz se iba o cuando la madre llamaba. No era necesario el público para jugar partidos que iban más allá del honor. Aunque es innegable que el público es quien bombea la sangre. En estos tiempos de reuniones y trabajos telemáticos, también la relación se establece a través de la tecnología, en esta ocasión a través de los canales de pago. En la recomendable serie The English game, que narra los orígenes del fútbol como fenómeno de masas en el siglo XIX y que ha dado juego para la abstinencia en el confinamiento, se relataba cómo es el público y el sentimiento de pertenencia lo que hace traspasar al fútbol la frontera entre el juego y el fenómeno de masas.

A la llegada, hora y media antes, de los equipos había un reducido grupo de malaguistas esperando el autobús. Había el número preciso para dejar distancia de seguridad. La Policía estaba presente en los alrededores velando por que no hubiera infracciones de la ley. A la entrada, un escrupuloso control para la prensa. Desinfección de los equipos de trabajo, mascarillas obligatorias, obviamente y colocación en sitios predeterminados de fotógrafos, cámaras y redactores. Antes del partido, el inusual escenario de La Rosaleda vacía impacta. Minuto de silencio por los fallecidos por el coronavirus y en el minuto 20, aplauso por los sanitarios. Las pancartas de la Grada de Animación están colocadas en el fondo, con banderas plantadas.

El VAR, sin presión del público, domina el partido también. Los tres goles del primer tiempo pasan por el filtro de las cámaras en Las Rozas. Se anula el 0-1 de Ferreiro y lo da la tecnología. El penalti a Tete es revisado también antes del 1-1. Y 1-2 en una jugada lapidaria de un mal de ojo. Diego González saca un brazo para proteger un movimiento de Raba. Es un penalti de la era VAR. Ralentizado, parece mucho más de lo que es. Es curioso escuchar los comentarios de los jugadores y técnicos de los dos equipos mientras el árbitro revisa la jugada. El intento de presión mientras todos miran la televisión. Había decretado cinco minutos de descuento, lógicos por lo que se había visto. Y pasa en el minuto 50 más 48 segundos. No hubo en ese tiempo de descuento circunstancias para prorrogar más, pero ahí se permitió al Huesca ir con 1-2 al descanso porque Raba engañó a Munir que debe subir sus prestaciones. No había hecho falta el VARpara la roja a Juan Carlos por un entradón a Tete Morente al intentar frenar un contragolpe a la salida de un córner. Raba había marcado en el minuto 55 del primer tiempo, una rareza más dentro del contexto extraño de esta tarde preveraniega en Martiricos.

El partido tras el descanso sirvió para constatar que el uso que se le da al VAR es arbitrario. No puede ser que, con 1-2, se expulse a Lombán cuando ni toca a Rafa Mir, el hombre que decantaría el partido definitivamente. No hay presión ambiental, se mira en una pantalla y no hay manera de encontrar un toque del asturiano. Ahí moriría un partido al que Pellicer, en otro de las novedades que se ven en este nuevo fútbol provisional, intentó darle la vuelta con un triple cambio baloncestístico quitando a Sadiku, Tete y Adrián. El próximo lunes hay otro partido en Tenerife, capital aún más tras la derrota cosechada en este partido extraordinario por las circunstancias, que pasará a la historia por el regreso de fútbol.

Evidentemente, no gusta el silencio, el sonido deja un aire descorazonador aunque se aprecien detalles de conversaciones curiosas entre técnicos y futbolistas. Sí que queda claro que el Málaga echará de menos a su gente, ese punto extra para virar situaciones complejas no existe. Y, como ya se han encargado de recordar los protagonistas, en estos 10 partidos que quedan para que acabe la temporada está en juego la pervivencia del club. El primer retrato de una Rosaleda vacía también fue triste al final. Caras de cansancio y pena en un escenario vacío, con el marcador como único juez. Y el veredicto es que el VAR dio esta vez la espalda. No hay consuelo ni castigo más que una derrota dolorosa. Una obra sin emoción externa.

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