Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Lidiar con una situación como la del Málaga no es sencillo ni mucho menos, pero no puede ser la eterna excusa para justificar cuestiones que deben resolverse en el verde con las herramientas que se poseen. Está faltando cierta exigencia dentro y fuera de las paredes de Martiricos. Todos se suman a señalar la falta de gol como gran pecado de este conjunto blanquiazul, pero no es un asunto que tenga que ver sólo con la carencia de especialistas. Hay más puntos que señalar y corregir.
Víctor, Pacheco, Juanpi, Diego González. Todo el que ha hablado desde que terminó el partido contra el Fuenlabrada coinciden en lo mismo. Es cierto, el Málaga tiene muy poca pegada. Y sin Sadiku y Adrián González en el césped, resulta casi trágico. Pero el gol puede llegar de muchas maneras y en los análisis no se reparten responsabilidades de manera equitativa. La falta de puntería trae consigo otros pecados.
No se aprovechan la cantidad de jugadas que se generan a balón parado. Saques de esquinas, faltas laterales, lanzamientos directos y, por las peculiaridades de la plantilla, también cuentan los saques de banda largos de Luis Hernández y, en menor medida, de Mikel Villanueva. Es verdad que hay menos poderío físico en este grupo, pero deberían trabajarse más y mejor estas acciones, en las que el Málaga casi nunca sorprende ni atine.
Siguiendo esta línea, también existe una evidente falta de desequilibrio individual. Hay jugadores que no son lo diferenciales que deberían por calidad, trayectoria, caché y salario. Ahí pueden encontrarse Dani Pacheco y Juanpi Añor, que no terminan de encontrar regularidad en su juego salvo ocasiones contadas. Aun así, no son los únicos. Prácticamente nadie alcanza su mejor nivel en la plantilla a día de hoy. Se podrían escapar los canteranos Antoñín e Hicham (por sus dos últimos partidos).
Con Víctor siempre se había visto a un Málaga que quería mandar y en el que todas las piezas eran utilizadas con un sentido. Algunos jugadores daban una profundidad que ahora apenas luce. Los laterales no atraviesan su mejor momento. Cifu ha perdido algo de gas y de protagonismo ofensivo. Por la izquierda, Mikel Villanueva se ha hecho con el puesto, pero atacar no es su fuerte. Los extremos también andan a años luz de ser relevantes. Keko, Renato Santos, Juankar (más utilizado como lateral que otra cosa)...
Se notó mucho ante el Fuenlabrada que Keidi Bare no estaba. Aun con sus sombras, el centrocampista albanés marca el pulso de este Málaga. Ya pasaba en la etapa final del Muñiz. Aporta energía, dinamismo y grandes dosis de intensidad. El ritmo sin él es más lento y torpe salvo momentos puntuales de partidos. Además, contagia al resto. A algunos les cuesta ser enérgicos y ese es otro factor que marca los encuentros. Los rivales suelen exigir un nivel alto.
Algunos asumen lo mejor que saben y pueden el liderazgo dentro y fuera del campo. Pero el Málaga tiene carencias también en cuanto a personalidad. No es sólo mostrarse más o menos aguerrido, es un concepto un tanto intangible que algunos saben encarnar y otros no, por mucho que se esfuercen.
Una nueva cuestión se pone sobre la mesa. Víctor conduce bien el grupo, que parece contento con él. Ha hecho planteamientos verdaderamente interesantes y encontrado algunas soluciones efectivas de diversos modos. Pero el preparador madrileño está teniendo dificultades para leer los partidos y encontrar vías sobre la marcha. Algunas veces sí ha dado con la tecla, pero están siendo las de menos.
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