Ya sólo podrán ser del Málaga CF

En el peor momento del siglo XXI, la mejor respuesta de la ciudad y una siembra a futuro de mucho valor

La normalidad y la accesibilidad, un valor

La gitana no estaba loca

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pic 20240621T182002S0003W1 / Javier Albiñana

Fútbol es ilusión, pero también identificación. Es un sentimiento en parte irracional ser parte de una tribu deportiva concreta, dejó como legado Campanella en El secreto de sus ojos que “en esta vida podemos cambiar muchas cosas, pero no de equipo de fútbol”. Si no vieron el recomendable film salten al siguiente párrafo y continúen para no comerse el spoiler. El asesino se delata porque no se puede aguantar y acude a un partido de Racing de Avellaneda. 

Puede ser herencia familiar. O que un jugador concreto enamorara de pequeño. Que un tío regalara una camiseta de aquel club en la infancia. Los transatlánticos del fútbol español amenazan con devorar todo, pero comienza también a verse una ola creciente de localismo en el balompié nacional. Se ha contemplado en las recientemente acabadas eliminatorias de ascenso cómo ciudades españolas con tradición pero con tiempo alejadas de la élite han vivido el play off con pasión desatada. 

En Málaga, después de este consumado ascenso pero también antes de él, se han visto escenas que la gente veterana y con muchas décadas de fútbol a sus espaldas coinciden en señalar que son inéditas en la ciudad. Los vídeos de niños y adolescentes cantando en los colegios y vestidos de blanquiazul desde toda la provincia que distribuía el club emocionaban. La impresionante cantidad de chavalería (muchas mujeres también), con algunos veteranos, que celebraba en el centro de la ciudad el milagro (“acto de fe”, precisó Pellicer) de Antoñito Cordero en Tarragona era impresionante. Los vídeos virales de aficionados blanquiazules celebrando de manera efusiva el gol final ayudaban a entender qué tipo de emoción se vivió en Málaga y allá donde hubiera un malaguista aquella mágica noche. 

Justo cuando el club había caído a su peor estado deportivo en el siglo XXI, con una situación judicial que estrangula el crecimiento orgánico de la entidad, la respuesta de la afición ha sido entusiasta. Rara vez ha bajado de 20.000 espectadores la asistencia a La Rosaleda. Hay un componente seguro en la ecuación:a la gente le gusta ganar. Sea con el Linares o sea contra el Madrid. Ganar estimula y llama. Seguramente ha ayudado también a esta identificación el proyecto basado en gente de la casa, aunque sin resultados no hay crédito. Una idea que puede pecar de romanticismo en estos tiempos, pero que el director deportivo, Loren Juarros, defiende con una vehemencia contagiosa. “Es lo que yo he mamado y sólo lo entiendo así”, decía el antiguo director deportivo de la Real Sociedad. Fue a quien eligió Kike Pérez, director general, que también tiene su cuota de mérito en este ascenso, con la venia de José María Muñoz, administrador judicial, para encontrar una brújula en los despachos que se proyectara sobre el césped que el club necesitaba.

Es dentro y es fuera del campo. La misma noche en la que se pasó la eliminatoria ante el Celta Fortuna, un futbolista del Málaga se tomaba una cerveza con unos amigos en El Filo, clásico bar del centro bastante alejado del glamour y el oropel al que se suele vincular al futbolista. Después de ganar en la ida al Nàstic, otro se tomaba un campero con su familia en Los Delfines, a pocos metros de La Rosaleda. Otro vive en la Alameda de Colón y, aunque el centro se haya convertido en otro lugar, no está en una urbanización ajena a cómo late la ciudad. Esa cercanía y esa accesibilidad han sido clave. No se olviden cuando el club vaya creciendo.

El fútbol tiene un componente resultadista y oportunista. Pueden pensarse, con razón, que si Antoñito Cordero no para el tiempo y mete ese gol en el minuto 122 este análisis no sería optimista o triunfalista. Pero también hay argumentos para pensar que ocurrió debido a muchas cosas pequeñas empujaron y a que el Dios del fútbol castigó la marrullería del Nàstic. Y este ascenso ha captado a muchos chavales malaguistas que podrán cambiar muchas cosas en su vida, pero ya no de equipo. Serán del Málaga Club de Fútbol, no de otro adefesio artificial.

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