No hay nadie al volante (0-1)
laliga santander
Los aficionados pidieron la cabeza de Míchel tras el 0-1 y al final del partido
Cánticos en contra del presidente y de los jugadores
El Málaga continúa su camino hacia Segunda
Málaga/No hay nadie al volante. No lo hay en el banquillo. No lo hay en el campo. No lo hay en el club. Y por eso se despeña el Málaga por la vía rápida hacia Segunda División. Lo peor de todo es que, en lugar de existir una búsqueda de soluciones, sólo hay un sálvese quien pueda. Míchel, en lugar de tener la honestidad de dar un paso al lado y dejar que alguien intente salvar la situación, se agarra al cargo y se pone un chaleco antibalas de apellido Al Thani.
Se autoproclama salvador del Málaga la campaña pasada, obviando a Sandro, Camacho, Fornals y hasta Kameni, al que quiso sacar del vestuario porque le era incómodo pero cuya parada en Gijón contra el Sporting con 0-1 cambió el curso de la temporada. Cuando uno tiene la poca humildad de coronarse rey tuerto en un reino de ciegos, es que ya no tiene sitio.
Ha perdido el norte definitivamente. Porque lo único que le sujetaba era el verbo, su discurso tantas veces impecable y ahora desesperado. Saca el fusil para decir de mil maneras distintas que sus hombres están incapacitados, cuando la mayoría de ellos ya estaban en la plantilla de la temporada pasada, esa en la que se siente salvador. Hay técnicos que gestionan a las mil maravillas ciertas situaciones y que se pierden en arenas movedizas en otras. Si todo depende del material que le den, no es el hombre.
Hasta hace poco, para la afición era el menos culpable. Había simpatía y había empatía. Eso ya ha cambiado. La grada es contraria la gestión del jeque y es inquisidora con el rendimiento de los futbolistas. Ahora también condena el trabajo del entrenador madrileño. El "salvador" Míchel es incapaz de lograr que este Málaga tenga una sola virtud reconocible. ¿Cuál es el punto fuerte de este conjunto? Pregunta retórica, por si necesita aclaración. Más de lo mismo, más. Sí, y muchísimo menos tiempo. Los rivales hacen los deberes en el campo y en los despachos.
La verdad del verde, la que no entiende más de lo que ve cada uno, te deja un Málaga perdido. No hay jefe en el campo, no hay referente al que agarrarse. Cualquiera llega a La Rosaleda y se va con el gran botín. Al Espanyol no le hizo falta más que arrimarse una vez -a los cinco minutos- para desarmar al (des)conjunto de Míchel. La falta de sincronía en la acción del 0-1 es lo que el técnico no cuenta cuando patalea en las ruedas de prensa. "Jeque malo, que no me da lo que quiero". Y así pasan las fechas y crujen cercanas las brasas del infierno.
Habría que recordar que la etapa de mayor inacción y abandono de la era Al Thani fue precisamente la del verano previo a la Champions, con la dolorosa y ridícula venta de Santi Cazorla, las denuncias y el Pacto de Campoamor, con el club a punto de bajar a Segunda B. Eso por recordar, que tirar de memoria a veces pervierte una realidad que Míchel no vivió. Dice que la gente no tiene "la información" que posee él. Sin embargo, se atreve a tocar de oído. Y no sirva eso para exonerar al presidente.
Con su prole ya por Málaga, Al Thani se dedica a hacerse fotitos por París mientras Alberto Bueno se encoge de hombros. Si despide a Arnau y se trae a Mario Husillos, que sea con todas las consecuencias y le deje fichar. Ya le tocará responder al argentino cuando se haga balance de sus fichajes o por su pertinaz defensa del entrenador que lleva firmados 11 puntos de 54. Si el dueño quiere algo mejor, que lo pague. Algo válido desde el césped hasta los despachos.
Y puede ser que el equipo no dé para más, que las lágrimas de Diego González al final del partido sean el resumen de la impotencia, del quiero y no puedo. Igual el error fue pensar que exitían -como poco- tres escuadras inferiores. Quizás. Pero el que quiera perdón se lo tiene que ganar en su parcela, como intentó Iturra en un desgaste honrado que logró hacer de pitos e insultos aplausos en un abrir y cerrar de ojos. Como el perdón que trató sin éxito de conseguir Darder tras renegar de la autoría de una puñalada mortal.
El perdón se gana con hechos, hechos que fundamentan la razón. Las victorias se cuecen desde el laboratorio, no con jugadores que piensan en pizzas después de derrotas como la de Mendizorroza. Porque el perdón es el pegamento del desaguisado y el Málaga ahora mismo está fracturado. Por eso hombres se vuelven niños y lloran lo que no supieron defender como deportistas de élite que son. Pero que sepan todos que bajar a Segunda División sí que no tiene perdón. Y para lágrimas, las del malaguista.
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