Más palos de ciego (0-0)

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Empate que no sirve para nada del Málaga en Balaídos

Celestes y blanquiazules tuvieron sendos tiros a los postes

José González, con un plan medroso, sigue sin ganar un partido

El portero del Celta atrapa el balón tras un ataque del Málaga. / EFE
Félix Godoy

18 de marzo 2018 - 20:31

Que el Málaga sume un punto en Balaídos no sirve absolutamente para nada. El traje que le ponen José González y Miguel Torres al empate es más bien un disfraz que trata de hermosear una realidad que no puede sostener en sus manos ninguna posverdad. El entrenador gaditano ya es peor en números que su antecesor, Míchel. Tres puntos de 30 posibles serían motivo de destitución en cualquier club normal. Pero ya saben los lectores que si hay un término que no puede vestir el Málaga es precisamente ese. Nada es normal a su alrededor, nada es lógico. Por eso no funciona.

Su disfuncionalidad nace en lo más alto de la entidad. El cetro está en manos de un presidente desaparecido y que da palos de ciego en cada operación que encabeza, en cada decisión que toma. A partir de ahí, el Málaga se va derramando hasta tocar hierba. La mediocridad y la supervivencia vil se han apoderado de su identidad, dejándolo a merced de operadores que, si no carecen de capacidad, es que actúan de mala fe.

Dar de comer a este equipo es negarle el pan al futuro porque el presente no alimenta

No es otra cosa la que se ve en el verde. Ahora y ayer. Y ayer de ayer. Cuando se abrazan la incapacidad y la cobardía, todo es derrota. Da igual lo que digan los marcadores.

Compartió el Málaga, minutos antes del encuentro, en sus redes sociales un vídeo con Success de protagonista utilizando la cámara la lenta. Quién iba a imaginar que sería una premonición de lo que sería la primera mitad del partido. Slow motion, y tan slow, oiga. Del equipo de José González se podía esperar algo así. No sorprende verle jugar tan rematadamente mal al fútbol, con una idea tan básica que es casi involutiva. Del Celta, no tanto. Con grandes futbolistas y una propuesta habitualmente atractiva, los celestes contribuyeron con más intención que el Málaga a que el espectáculo fuese soporífero. Tan sólo Sisto agitaba la coctelera, aunque se perdió en batallas solitarias e insolidarias.

Quizás creyó que con eso bastaba para derribar al Málaga, al que el Celta hizo un favor con tal actitud. Aun en su peor versión, Roberto se fue al descanso sin hacer una parada y sin intentarlo. Los blanquiazules no es que hicieran más. El encefalograma plano es casi su forma de vida. De hecho, en el calentamiento se lesionó el meta Rubén y tuvo que jugar Sergio. Podría haberse puesto el propio Unzué y recordar viejos tiempos, porque el Málaga tampoco probó fortuna.

Sin embargo, dadas las circunstancias, el Málaga sí pudo decir que estuvo en su línea. Sacó varios córners y montó varias contras. Siempre con el final esperado, con malas decisiones y resolviendo siempre de la peor manera. Esa cuerda floja es ahora su hogar.

El Celta (A.K.A. Iago Aspas) quizás pensó que al Málaga le podía ganar cuando quisiera. Habría conseguido la victoria fácilmente si se hubiera enchufado un rato en la primera mitad, pero cuando le entraron las prisas, sus ganas tenían aroma a ansias. Aspas, un tanto desesperado en cada acción, tomó el relevo de Sisto para capitanear la victoria por su cuenta. Intimidó pero estaba más envenenado él mismo que sus disparos. Hasta falló uno a puerta vacía después de que Maxi Gómez dejase retratado a Miguel Torres.

El 0-0 era el final del camino y los postes se encargaron de ello. Uno para cada bando. Sergi Gómez tuvo el del Celta. Lestienne, el blanquiazul.

Desgranado el partido, queda una nueva entrega de futilidad. El Málaga está perdiendo el tiempo. A estas alturas debería estar construyendo. El presente no alimenta. Dar de comer a este equipo es negarle el pan al futuro. De nada valen los planteamientos medrosos de José antes y durante los partidos. Como tampoco suma regalarle piernas a Success, Lestienne y otros tantos cedidos o futbolistas que, más allá de lo estampado en negro sobre blanco, no puede continuar.

No siempre es algo malo dar un paso atrás para tomar impulso y volver a recuperar espacio en la escena. La cuestión es si alguien entiende o se atreve a admitir la realidad. Falta un plan de club. Sobran los palos de ciego.

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