Ramón, un malaguista alpujarreño

Ramón Enríquez (Órgiva, 2001) completó con un golazo uno de sus sueños y su madre cuenta cómo lo vivió la familia y cuál ha sido el camino hasta la elite

Ahora quiere debutar en La Rosaleda

Ramón Enríquez, alevín, en uno de los torneos que sirvió como prueba para acabar en la cantera del Málaga. / M. G.
Adriano Espinal

21 de septiembre 2020 - 07:20

Por la costa, entre el pueblo de La Alpujarra granadina Órgiva y La Rosaleda hay 112 kilómetros, algo más de hora y cuarto que Angelina Rodríguez no sabe cuántas veces ha recorrido. Lina es graduada social y tiene una gestoría en Órgiva, que no llega a los seis mil vecinos y en la que todo el mundo la conoce ahora, además, por ser la madre de Ramón, el jugador del Málaga.

"Estábamos en casa, somos el matrimonio y su hermana. Vimos que Ramón juega, estábamos pendientes del partido, roba ese balón, no sabíamos qué iba a hacer con él, pero él sí. Empezamos a gritar, a llorar, a reír. Nos emocionamos muchísimo cuando entró ese gol, hubo palmas, saltos... Ramón futbolísticamente nos ha dado muchísimas alegrías, siempre hemos confiado en él. Ha sido muy importante, es malaguista de corazón, lo vive, es su pasión, siempre ha querido jugar, debutar y marcar en el Málaga, ver ese sueño cumplido fue muy grande para todos", explica Lina a Málaga Hoy sobre cómo vivió la primera diana de su hijo con el Málaga.

"Siempre se lo hemos dicho, que llegando hay que mantenerse. Él es muy consciente, sabe sus posibilidades, ha confiado en él mismo, lo tiene muy claro y ahora le falta debutar en La Rosaleda", reconoce y cuando se le cuestiona si no es complicado mantenerse al margen de distracciones con 19 años, su madre responde que "si conocieras a Ramón, no me lo preguntarías. Siempre ha destacado, pero desde prebenjamines, por su profesionalidad. Siempre ha defendido a todo el mundo de su equipo: cuando le hemos preguntado o criticado por algo, siempre ha defendido a sus entrenadores o compañeros. Ahora tiene que trabajar más, esa es su filosofía. Es muy constante, siempre lo ha sido y es listo porque sabe que su sueño requiere de trabajo. No se trata de pensar qué suerte he tenido y hasta aquí llegamos. Tiene el fútbol en las botas, sabe que debe ir despacio y juega con la cabeza y los pies en el suelo. Tiene claro su objetivo, sabía que trabajar era lo más importante. Si no lo tienes claro y crees que te llega por gracia divina, mal".

Ramón celebra su gol contra el Castellón. / L.O.F.

Internacional de la sub 16 a la sub 19, su historia comienza jugando en su pueblo, pronto despuntó: "Estábamos en la escuelas municipales y rápido fue al Ciudad de Granada, dos veces en semana para entrenar más partidos. Ha costado pero cualquier padre del cinturón de Granada invertiría el mismo tiempo que nosotros en llegar. Era su sueño y lo hacía bien, para eso estamos los padres. Nunca tuvimos dudas, remordimientos, o pensamos que era un error".

Su progresión seguía y ahí llegó el cambio más radical: "Se vino a Málaga, y Órgiva está cerca: que decía me duele una uña y estábamos aquí lo antes posible. Se lo dijimos desde el principio: si tú estás cómodo, vale; pero si no, equipos hay en todos sitios. Fue duro para la familia, tenía 12 años y era duro, era nuestro niño. Lo pasaba mal, quizá fue más duro para él, porque nosotros seguíamos con nuestra vida, pero él no estaba. Eso fue mucho más duro: pensar que lo estaba pasando peor que lo mal que lo pudiéramos pasar nosotros. Costó trabajo, incluso alguien me dijo que Ramón lo había pasado mal y dije que si no fuese así le regañaría: no puedes irte de tu casa, tu familia, tus amigos, tu entorno y estar tan a gusto, si te vas de casa cuesta", recuerda su progenitora y añade: "Lo veíamos todos lo fines de semana y si no podíamos, nos escapábamos entre semana. Fueron muchísimos viajes, pero merecía la pena, sabíamos que tenía futuro en el fútbol porque su cabeza y sus botas sabían que lo tenía".

Ramón afronta ahora el segundo curso de INEF, algo complicado de compaginar con los entrenamientos y la vida de un futbolista, pero avanza en su formación. Otro punto son las malas influencias y promesas que rodean a los jugadores jóvenes. “Con esas cosas aprendes. En esta vida se aprende de todo, mientras que tengas la cabeza centrada y sepas lo que quieres, aprendes a saber despegarte de esa Gente. Es como la vida, en el fútbol es normal que ocurra y en la vida hay gente de todas clases", reflexiona Lina.

Ahora, los padres de Ramón tienen un deseo lógico: "Que sea feliz. Que disfrute con lo que haga, que sea el tío más feliz del mundo. Lo tiene tan claro que siempre es su método: seguiré porque me gusta lo que hago. Es importante ser futbolista porque es lo que quiere pero si debe elegir, ser feliz es lo más importante" y lo extiende a otros padres más jóvenes: "Que crean en ellos, me da lo mismo en fútbol u otra actividad: si estudian, si es teatro, cualquier cosa; que crean y los apoyen y si se equivocan no pasa absolutamente nada, lo importante es que tu hijo sea feliz".

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