Roko Baturina, historia de una liberación
Elocuente celebración del croata que resume su estado de ánimo
Las notas del Málaga en la primera vuelta
Miraba al cielo de Gijón suspirando, con el rostro un tanto desencajado. Lo resumía todo perfectamente el lenguaje corporal de Roko Baturina después de meter su primer gol con el Málaga CF. El equipo se avalanzó sobre él tras su brillante diana en El Molinón porque todos sabían cuánto necesitaba algo así. Luego, ya descargado de abrazos y comentarios y gritos al oído, fue lentamente paseando hasta su mitad del campo antes del saque de centro. Miles de imágenes pasaron por su cabeza en ese momento. Ya había roto esa pared invisible.
Roko Baturina llegó en verano con la casi imposible tarea de hacer olvidar a Roberto Fernández, el mejor jugador del Málaga y uno de los ojitos derechos de la afición. Se sabía que no iba a ser lo mismo porque más allá de que sea espigado no le unen tantas características de juego. Aun así, el croata cuajó una pretemporada (corta, conviene recordar, por cuándo acabó la temporada en Primera RFEF) solvente, con detalles interesantes.
Luego llegó el debut en A Malata ante el Racing de Ferrol. Demostró saber jugar bien de espaldas y tener criterio para soltarla en el momento exacto. Así se fraguó el golazo de Kevin. Siguió en el once ante el Mirandés, pero Pellicer le tuvo en el campo 69 minutos. Por él entró Dioni, que marcó el 1-1 salvador. Y a partir de ahí perdió el sitio. El delantero malagueño estaba de dulce y lo sigue estando, lo que le cerró las puertas de la alineación y sus apariciones se redujeron incluso desde el banquillo. A la vez, Sergio Castel iba tomando el rol de segundo en las rotaciones.
Pellicer tiró de él cuando entendió que el guion de partido precisaba de alguien de sus características. Titular ante Dépor, Zaragoza y Racing de Santander. Las tres veces sustituido al descanso. Sólo tuvo un pequeño oasis de felicidad en la Copa del Rey, marcando de cabeza al Estepona un buen tanto pero que no sirvió para pasar de ronda.
Ya avisaba el propio Roko en una entrevista con este diario que necesitaba de partidos para ganar ritmo y confianza, que se trataba de un jugador diesel. Pellicer, tanto a él como a Castel, les mandó en público algún mensaje: "Hay que transmitir más". Básicamente pedía al croata más pelea, perseguir más balones, carreras de las que encienden a la grada y ponen nerviosos a los centrales.
Ha sido en apenas una semana cuando ha dado la vuelta a la situación. Tuvo un ratito en Burgos y la titularidad ante el Eldense y el Sporting de Gijón. En El Plantío rozó el gol con un remate potente de cabeza que salió por bieno poco. Ante los alicantinos tuvo varias ocasiones, especialmente una con la testa en el área y desmarcado que fue casi imperdonable, además de un zurdazo de fuera del área que besó la madera.
"Tiene un cañón en la izquierda, en los entrenamientos las mete todas". Decía algún compañero fuera de micro durante el duro otoño del croata. Y, por fin, en El Molinón, llegó el gol liberador. Control y disparo sin dejarla caer, imposible pra Rubén Yáñez. "Eso tengo en la cabeza. Un tiro y un gol. Estoy muy feliz". Roko apunta a 2025.
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