Sergio Castel: Carpintero en Australia, mochilero en Vietnam, goleador en Ibiza...
El delantero madrileño (29 años y 1.88 metros) cierra en principio la plantilla malaguista para la temporada 2024/25
Una curiosa carrera con momentos poco convencionales
Nuevo jugador malaguista
El Málaga CF confirmó la llegada de Sergio Castel como el atacante que, en principio, cierra la plantilla. La idea si se consigue la salida de Juan Hernández es completar esa ficha con algún canterano, aunque se aguardará a la evolución del mercado (30 de agosto este año) antes por si hay alguna situación muy ventajosa que pueda redondear. Pero la idea es que Castel sea la guinda. Completa el frente de ataque con Baturina y Dioni, aunque ha jugado puntualmente de mediapunta.
A sus 29 años, el delantero madrileño (1.88 metros y 90 kilos) regresa al fútbol español tras una temporada en el Anorthosis de Chipre, con 16 goles. No es una carrera el uso la que ha desarrollado. Desde que sus padres le sacaran de la cantera del Atlético de Madrid al empezar la edad juvenil por repetir un curso académico hasta su transcurrir por Australia, Vietnam, India o la última escala en Chipre. En diversas entrevistas cuenta su historia personal y futbolística, que no tiene desperdicio. “No aguanto tonterías”, “Digo las cosas a la cara, no me callo” o “en un ambiente idílico estoy bien, pero si no estoy bien, salto” son algunas de las frases que dice en una entrevista en el canal de YouTube Offsiders, en el que deja perlas mientras relataba discusiones con entrenadores que había tenido:Enrique Martín, Alfredo Santaelena, Manix Mandiola o Lucas Alcaraz.
Con 20 años, después de haber jugado en Las Rozas, Osasuna, Tudelano y Lealtad y alguna lesión que detuvo su progresión, que había tenido picos altos y llamado la atención de buenos clubes, decide cambiar de vida. “Me canso del fútbol, pienso que el fútbol es una mierda y me voy a Australia, como estudiante a Brisbane. Pero allí jugaba en un parque con campos de fútbol y había una grupo con 40-50 negros y yo era el único blanco. Me uní y me ven que soy muy bueno y los domingos empiezo con unos sudamericanos. Estaba buscando un trabajo para sacar dinero y uno de los chicos tenía una empresa de carpintería y me dijo que me fuera con él pero no dejaba de estudiar, te obligan para mantener el visado. Me recogía a las 4:30 horas, a las 6:30 estábamos montando cocinas y desde ahí hasta por la tarde. A las 16:00 a estudiar hasta las 21:00 y a entrenar. Jugando en un equipo de allí me ve un entrenador español que está en Melbourne y me hace una prueba de tres días y me cogen. Me ponen un apartamento, me pagan todo... Sólo digo que hay un mejor país que España para vivir en el mundo y es Australia”, relataba su experiencia oceánica Castel.
Desde allí, a Vietnam. “En el club en el que estaba en Melbourne estaba trabajando un ex jugador de la Bundesliga y un día hablando allí le dije que me gustaría ir al Sudeste Asiático y me dijo que tenía un amigo holandés que movía allí jugadores. Estuve tres meses en Vietnam, pensé que llegaba y les pisaba la cabeza y no, saben jugar al fútbol. Hay mucho mundo. España tiene gran nivel, pero es un fútbol muy distinto. Aquí te puedes apoyar en tus compañeros. Allí decían que no les gustaba Xavi e Iniesta, que ellos necesitaban al equipo, que ellos necesitaban individualismo. Balón largo, irte y meter gol. Allí también tenía experiencias... En Hanoi y Ho Chi Minh City bien, pero en otros sitios... Dormía en los estadios, pasaban ratas como perros de grande, un boquete para ir al baño...”, proseguía.
Regreso a España, al Alcorcón B y al San Sebastián de los Reyes, en Segunda B, donde se pone en órbita después de estar a punto de salir. “En Navidad estaba con 9-10 goles, jugando de mediapunta también. Preguntan equipos de Segunda y Primera y firmo por el Atlético de Madrid tres años. Mi familia es atlética, yo había estado allí... Acabo la temporada cedido allí en el Sanse. Entonces me llega una oferta potente para ir a un equipo afiliado del Atlético en la India. La ciudad era de lo peor, pero el estadio se llenaba con 24.000 personas...”, continuaba Castel.
Una constante en su carrera han sido los entrenadores que le han pedido bajar peso. “Los veranos me pego unas palizas, me cuido, es mi punto fuerte. Me encanta el gimnasio, tengo 90 kilos pero hay mucho trabajo detrás. Hay genética, pero hay mucho trabajo detrás, hago 270-280 kilos en sentadilla, pero tengo puntas de 34 kilómetros por hora”, refiere sobre su físico, que llama la atención: “Las cifras de los delanteros marcan mucho. Estaba colgando de un hilo en Segunda B y en un año estaba firmando un contrato potente. Estaba para irme a Primera después con el Ibiza y un año después no me quieren en Segunda después de las lesiones, que no te dejan marcar”.
En Ibiza obtiene estabilidad, sube rápido a Segunda División. “Una apisonadora. Era victoria tras victoria, no lo valorabas”, recuerda: “Ascendemos en el play off siendo el mejor equipo. Y en Segunda hago un temporadón, me nombran mejor jugador de enero, llevo 9 goles ahí y podía salir a Cádiz y Alavés en Primera, pero se rompe la fascia. Habíamos metido cinco goles en Málaga [mete uno de ellos en aquel recordado 0-5 que le cuesta el puesto a José Alberto], hago cinco goles y tres asistencias en un mes”.
De ahí, más problemas físicos, medio año complicado en Ibiza, cesión al Burgos que no es muy fructuosa y salida a Chipre. “Te tratan mejor fuera que en España”. 16 goles después, a ser ariete en el Málaga CF.
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