Esta Copa es una ruina (2-0)
Copa del Rey - Dieciseisavos de final - Ida
El Málaga se apaga en la segunda mitad y permite al Córdoba marcar dos goles que se llevará como un tesoro a la vuelta. Faltó actitud en un once con más titulares que suplentes
No es que la Copa del Rey tenga una deuda histórica con el Málaga, es el Málaga el que tiene la deuda con la Copa. Y con su afición. Porque vuelve a estar al borde de la eliminación a las primeras de cambio, de nuevo ante un rival de inferior categoría y con el inri de llegar deshilachado, en una crisis galopante. De no ser por una actitud laxa que fue epidémica en la segunda mitad, el Córdoba nunca habría ido a buscar el milagro. Pero fue encontrando tantas puertas abiertas a lo largo del choque que se lo terminó creyendo. Golpeó dos veces y los blanquiazules ahora están en la lona. Los precedentes, tristemente, no despiertan serias esperanzas. Pero esto es fútbol y La Rosaleda territorio hostil. Queda casi un mes por delante para ver si se confirma el escarnio o toca noche mágica en Martiricos.
A pocas excusas puede agarrarse el equipo blanquiazul, que además presentó una fisonomía más propia de la Liga que de la Copa del Rey. Había más titulares que suplentes en el once; al contrario que en el Córdoba. A Juande Ramos se le notaba en el rostro el descontento con los suyos. Es más, ni agotó los cambios.
El partido, extraño en sí, podría haber acabado sin goles o con muchísimos. El Córdoba evidenció una preocupante falta de remate y el Málaga se dedicó a acumular arreones con más afán intimidatorio que con ánimo serio de golpear. En honor a la verdad, el desplome fue progresivo, en la primera mitad Razak sudó más de la cuenta. Tuvo que despejar hasta cinco remates, uno de ellos tirándose ante Santos cuando el uruguayo tenía todo a su favor para adelantar a los suyos. El charrúa mostró su lado más débil, el que habla de un delantero del que no se pueden esperar florituras y que sufre cuando necesita controlar antes de tirar; el disparo directo es su fuerte. También en la segunda mitad, con un lanzamiento al muñeco cuando estaba bien posicionado para el gol, dejó claro que sus días de negación serán desesperantes. Sobre todo para el gol.
El foco a priori estaba en Denys Boyko. La afición tenía ganas de ver si es buena competencia para Kameni y capaz de plantear el debate. Ciertamente, su primera intervención asustó. Hasta pareció gol un despeje apurado ante un Rodri que se coló hasta la línea de fondo. Desde ahí, las sensaciones de un portero con empaque. Es poderoso a balón parado, no sólo por la envergadura, sino por la valentía a la que recurre para hacer uso de ella. A medida que el equipo se hundía, él emergía. Incluso en los dos tantos del Córdoba dejó claro que hizo lo que estaba a su alcance. Salió ante Rodri y le obligó a recular porque se quedó sin hueco, repelió con grandes reflejos su primer remate y rozó el tiro definitivo, que tuvo que dar en el poste antes para entrar. Igualmente, llegó a tocar la magnífica volea de Borja Domínguez, a pesar de que dos compañeros le dificultaban la visión, y la bola entró muy ajustada por su poste derecho.
Boyko fue recogiendo los tremendos desaguisados que había por delante. Una vez más, el Málaga tardó poco en partirse. Los jugadores del Córdoba ni se creían la facilidad con la que podían jugar entre líneas. Pablo Fornals, desbordado, y Juanpi, que continúa inmerso en una preocupante parálisis, convirtieron a los atacantes en toros ante Mikel Villanueva y Diego Llorente. El venezolano pudo contener algo más, aunque también fue superado en los momentos de la verdad; especialmente preocupante fue un nuevo mal partido del madrileño, y este de los peores: en la marca, en la anticipación y en el pase naufragó por completo.
El gol de Rodri con 20 minutos por delante podía haber servido para despertar al equipo, que se había desconectado completamente. Pero esta vez faltó el alma de La Rosaleda para que los jugadores se encendieran y obraran la enésima remontada. Pero, ya se ha escrito más de una vez, las musas no siempre están para la épica. Y ocurre lo que ocurre, que la Copa está ahora en chino.
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