"Necesito imágenes para componer"
María Parra | Compositora y pianista
Después de dos discos como pianista clásica, la soriana María Parra debuta en el sello Warner con un álbum dedicado a su propia música, un ecléctico crossover de trece piezas
La ficha
Vision
1. Viajeros del viento
2. Avalon
3. Carrusel
4. Venus & Júpiter
5. Nenúfares bis
Suite Depth
6. Aerial view
7. Deep ocean
María flamenca
8. Olvido (Oblivion)
9. Miradas al sur
Suite Granada
10. Rocío de la mañana
11. Amanecer
12. Atardecer en Graná
13. Alhambra
María Parra, piano
Warner Music
Tras publicar un par de discos en sellos independientes, María Parra, compositora y pianista nacida en Soria, criada en Tarragona y radicada en Madrid, debuta en una gran multinacional con un álbum de música propia.
–Rêverie, Mouvement y ahora Vision. De la música de otros a la suya propia. ¿Cómo ha sido este proceso?
–Entre Mouvement y Vision pasa tiempo. Podría haber seguido en la misma línea y sacar otro disco en el ámbito de la clásica. Ya había metido algún guiño en forma de bonus track en los dos primeros cedés, como dejando entrever una faceta como compositora aún tímida, no muy afianzada, como no queriéndola mostrar al mundo. A partir de un determinado momento empiezo a encadenar conciertos en los que, de forma sistemática, uso mi música en los bises. Y fue el público el que unánimemente se molestó en venirme a ver, porque notaban en mí una especie de pudor en hacerlo así, casi pedía excusas por tocar mi música, y no hubo nadie que cuando se me acercara no me dijera que estaba muy bien lo que había interpretado a nivel clásico, pero que eso estaba ya muy oído, y le hablo de un público variopinto, de ciudades, procedencias, formación musical o sensibilidades diferente, y unánimemente vinieron a decir que lo que más les había gustado eran mis bises, que eran más actuales y que dejaban entrever cómo era yo y esa sensibilidad más cercana les había llegado más.
Eso fue haciendo mella en mí y dándome más confianza para una actividad que yo dejaba muy al final de mi día a día. Y de repente en 2018 me encuentro con un tiempo como para poderlo invertir en componer, y empiezo a hacerlo desaforadamente, a borbotones. Empezó a salir música y música y más música, y me encontré liberada, muy feliz. Nunca había tenido esa sensación. La felicidad de tocar la tuve siempre, pero hay una especie de espada de Damocles en el imaginario colectivo de la Clásica, como que no te puedes salir del canon, del cliché, y en ese canon hay músicos que tienen ya el beneplácito del público como grandes artistas, y tú, como españolita, dentro de esta abundancia de buenos pianistas que hay por todas partes, no aportas nada, eres como una gota más... y de repente me surgió la necesidad, por fin, y gracias a ese ánimo del público, de dar rienda suelta a todo lo que había estado acumulando y que salió en esos dos meses dedicados casi exclusivamente a componer a finales de 2018. En ese proceso me llaman de San Sebastián para tocar. Yo estaba desconectada del mundo clásico, pues me había hecho a la idea de que no iba a volver hasta 2019. Le digo que sí al organizador, pero con la condición de que la mitad del programa fuera con mi propia obra. Me dice que sí. Fui a San Sebastián, y toqué medio programa con repertorio clásico y la segunda parte, todo mío. Me hice un autoexamen. Y el público me lo dijo clarísimamente: esa segunda parte les había emocionado más, al ser música nueva y transmitirla yo con toda la convicción del mundo, era lo que más les había llegado. Entonces tuve claro que quizás mi siguiente disco tenía que ser con obra propia. Me tomé mi tiempo para madurar un poco el estilo, tener un buen volumen de obra, que me permitiera hacer una selección, y encontrar la discográfica que entendiera que yo era intérprete de clásica, con una especialización en música española pero que además tenía esta faceta personal. Y tenía muy claro que tenía que ser una de las tres majors, Universal, Sony o Warner. Porque estas compañías tienen muchos departamentos de diferentes ámbitos y yo podría encajar como artista bisagra, como intérprete y creadora.
–¿Y cómo fue llegar a Warner?
–Sabía que de alguna manera me tenía que sentir protegida. Un cambio tan radical no podría hacerlo con un sello pequeño, independiente. Habría pasado sin pena ni gloria y no con el respeto que yo consideraba que merecía este volantazo que iba a dar. Llegar a Warner fue en buena medida por casualidades. Delia Agúndez trabaja para Warner y ella me presentó a su jefe de Clásica, Juan Bauluz, diciéndole que estaría muy bien que en el futuro me ficharan, y eso quedó ahí, como en una nube. Fue en 2017. Yo acababa de sacar Mouvement y, bueno, pensé que quizás en el futuro habría alguna opción, pero pensando siempre en un trabajo clásico. Al mismo tiempo, Jesús Trujillo, que fue mi ingeniero de sonido, viendo la magnitud del disco que estaba preparando, y conociendo mis temores y dudas, también me habló de Bauluz. Además, hubo otra persona del ámbito pop que me dijo que conocía al presidente de Warner y podía hablarle. Así que un día me presenté en Warner. Ellos eran muy escépticos a la hora de acoger a una pianista clásica, porque el Clásico no vende discos, y no querían un disco más, que era un poco la sensación que yo tenía con los dos anteriores: haces un enorme esfuerzo económico, pones todo tu amor en el proyecto, y acaba suponiendo una gota más en el océano. Para tu trayectoria personal son buenos reclamos, sin duda, pero son discos que pasan sin pena ni gloria. Y lo puedo entender. Yo misma, si quiero oír los Preludios de Debussy voy a escuchar los de Michelangeli, si quiero la Suite Iberia me voy a ir a Alicia de Larrocha, a no ser que fuera una supererudita que quisiera contrastar las 300 versiones o tenerlo todo... Yo tenía esa sensación de esfuerzo, no inútil, porque si lo haces desde tu verdad tiene su razón de ser, pero sí como de un grito en el desierto, con un eco muy relativo. En un primer momento, yo tenía clarísimo seguir en el mundo de la interpretación. Mi siguiente disco habría sido Rajmáninov con Études-Tableaux y la Sonata nº2. Pero en la misma discográfica, me dicen que eso está muy oído. Y en realidad, todo está muy oído. Así que en 2018 me dije, juégatela, que tu obra es tuya y sabes lo feliz que te hace crear. Voy a Warner con la maqueta ya hecha, explicando mi situación, que yo podía componer no sólo para mí, sino en otro estilo, para cantautores o para el pop. Esto es lo que los convenció. Una empresa de ese tipo no es una ONG que acoja a cualquiera.
–¿Es el acto de componer más creativo que el de interpretar?
–Muchísimo más. Eso sí, ocupa mucho tiempo. El terror que yo tenía era que me quitara tiempo para la interpretación, que tiene una parte gimnástica, muy de practicar horas para buscar la perfección. Y si para componer algo necesitaba una semana imbuida totalmente en ese proceso creativo... Tenía la sensación de estar apartándome poco a poco del puerto y necesitaba volver. Eso me creó angustia durante mucho tiempo. Me sentía tironeada por un lado y por el otro. Resonaba en mis oídos la voz de mi padre, pintor, cuando me decía que eso de tocar música de otro no estaba mal, pero que lo importante era crear tu propia obra. Yo tenía unos 16 años, y escuchaba muchas música además de clásica: Dire Straits, Pink Floyd, los Beatles, Supertramp, no podías hacer oídos sordos a todo eso. Con esa edad me metí en un curso en Tarragona y fue allí donde me dijeron que en Barcelona existía el Taller de músicos, donde se estudiaba toda esa música moderna. Cuando acabo COU comienzo dos caminos en paralelo, el clásico y lo más moderno, el jazz y el pop. Yo iba loca. Eran dieciséis horas al día de música. Lo que hace que me decida por la clásica fue una casualidad. Yo había pedido una beca para irme a Nueva York a estudiar en la New School toda la parte más moderna. Pero no me dan la beca. Me quedo en España y me sale la posibilidad de irme a París y entonces sigo ya la senda de la clásica. Por casualidad topo luego con Alicia de Larrocha. No iba a desaprovechar algo así. Estuve 7-8 años trabajando música española con Alicia. Al final, toda esa formación sólida a nivel clásico, que me ha hecho feliz y me ha permitido dominar el instrumento, es lo que me da hoy la absoluta libertad para hacer lo que quiera, tanto creando como interpretando.
–¿El pudor a la hora de mostrar su música era temor a ser encasillada dentro del ámbito clásico en música ligera, a lo new age?
–Claro. Si yo hubiera sido una compositora que siguiera la línea académica de la contemporánea no habría tenido ningún reparo en haber introducido mi música en la línea de tantos pianistas que mezclan con absoluta alegría a Beethoven con Ligeti. Y es bueno que se haga. Es necesario que convivan diversas tendencias y se haga la bola más grande con la música de nueva creación. Pero yo no estaba en esa línea de la evolución de la música académica más actual. Yo seguía en la línea de los pianistas crossover modernos que interpretan su propia música. No es una tendencia muy significativa en España, pero sí fuera. Y lo cierto es que de repente mi música ha hecho un boom en Spotify, una cosa exagerada. ¿Quién escucha mi música? Los países anglosajones son los más atraídos por esta tendencia. En España lo que yo hago podría no ser muy bien entendido, aunque quizás sí bien recibido por quien lo escucha. Y ese era un poco el temor. Pero decidí asumir el riesgo y que mi música despegue donde tenga que despegar. Warner me ha dicho que gusta sobre todo en Inglaterra, EEUU, Canadá, Australia y un poco en Centroeuropa. España, no, Pero no me preocupa. Necesito crear. Es mucho más gratificante crear que reinterpretar lo de otro.
–¿Cuáles son las influencias principales de su estilo como compositora?
–Por supuesto mi formación clásica es importante, y dentro de ella todo lo que es Romanticismo o Impresionismo. Pero igualmente Paco de Lucía cuando empieza a transgredir el flamenco junto con Camarón y se juntan con Carlos Benavente o Jorge Pardo. Este tipo de fusiones, hechas con buen gusto y no quedándose clavados, sino evolucionando hacia una dirección personal pero con la tradición como sustrato, todo eso es muy inspirador. También muchas cosas del pop y del rock; desde los 50 hasta hoy hay tantísimas cosas, que ese mundo te impregna. Y luego todos estos crossover que tocan su propia música, en la que hay cosas interesantísimas. Ese universo en el que tú eres creador ahora mismo es muchísimo más satisfactorio para mí.
–¿Ha pensado en algún momento en hacer su música disponible a otros intérpretes?
–Yo la he escrito para interpretarla yo, porque es como un hijo. Se parece a mí y tiene rasgos míos. Pero por qué no. Si mi música tiene éxito puedo hacer lo mismo que hacen otros. Hay músicos que tienen millones de seguidores y han hecho el librito de partituras de sus obras. Si hay volumen de escuchantes suficientes y veo que mi música fuera susceptible de ser tocada no tendría ningún reparo de que salieran las partituras, por discos, para ser interpretadas por otros. Quizás sea prematuro pensar que eso pueda pasar en breve, pero no descarto que pueda salir un libro de partituras o que de algunas de las obras pueda salir una película, como es ya el caso de una de ellas: Avalon será un corto, en el que soy protagonista. Hay elementos cinematográficos también en mi música.
–¿Necesita una imagen externa para componer?
–Como compositora soy muy intuitiva. Parto de la improvisación, pero lo primero que plasmo es el título. Evoco mucho el aspecto cinematográfico. Lo respiro. Mi música no tiene letras, no hay canciones que cuenten historias. Así que aspiro a crear una impresión mental, una película que puedas desarrollar en base a la evocación. El título funciona como una invitación para que el oyente se sitúe en un contexto determinado. Es como cuando lees un libro, una novela, que cada cual se monta su película, y con mi música intento lo mismo, que trascienda ese aspecto más intelectual de la música escolástico-académico-contemporánea, que se basa en los propios motivos musicales. Yo soy más plástica, necesito imágenes para componer y hacer que los espectadores puedan recrear imágenes. Por eso veo que puedo llegar a hacer música para películas o a trabajar de algún modo con imágenes, como hizo Yann Tiersen o hizo Einaudi con esa película francesa que tuvo tanto éxito, Intouchables. Intuyo que hay ahí todo un mundo al que me puedo abrir. Y me hace tanta ilusión.... No me importaría tomar una bifurcación de mi carrera que me llevase hacia ese universo. Siempre que mi música sea aceptada o guste, claro está.
–Habla de improvisación como punto de partida para escribir. ¿En directo improvisa?
–Tengo dos tipos de composiciones: uno, en el que la pieza está escrita para que se toque tal cual, y otro con piezas que están hechas como un standard de jazz, en el que se expone el tema y luego hay margen para improvisar a partir de él. Por ejemplo, en mi primer disco metí Il pleut sur Paris, pero está solo expuesto el tema, por eso dura poquito. Cuando lo he tocado en directo, ese tema lo desarrollo con una improvisación. Hay composiciones pensadas así: unos pocos compases de exposición y el resto, improvisación.
–¿Seguirá compaginando en el futuro su faceta de intérprete clásica con la composición?
–Ahora mismo estoy entre dos aguas, pero quiero pensar que voy a afianzarme más en el segundo terreno. Y la prueba ha sido durante el confinamiento. En principio pensé aprovecharlo para profundizar en Rajmáninov, pero no pude. En cambio, me puse otra vez a componer desaforadamente. En lugar de preocuparme, me dije, venga, tira millas y que salga el sol por donde tenga que salir.
–¿Habrá más discos para Warner?
–Tengo firmado el compromiso de un mínimo de tres en cinco años.
–¿La idea es seguir por este camino o piensa en componer algo que no sea sólo para piano?
–Sí, de hecho ya está. Con Warner se habló de un disco a piano solo y otro con colaboraciones, algo muy ecléctico, para romper las barreras. He compuesto para Isabel Villanueva [violista], para Iris Azquinezer, pero también para Javier Ruibal y algunos otros grandes nombres del pop español. Ya veremos si todo este material va para el segundo o el tercer disco. Si este primer disco tiene algún tipo de repercusión importante tengo ya uno segundo en la recámara con mis cosas. El volumen de música ya está listo. Pero también podría ser publicar primero el de colaboraciones, aunque eso es mucho más costoso. Pero ya está casi compuesto todo, sólo necesito juntarme con alguna gente. A Isabel Villanueva, por ejemplo, le encanta el flamenco, y le compuse una obra que tiene mezcla entre clásico, flamenco y rock. Le encantó. Estrenamos la obra en la Biblioteca Nacional en el Ellas crean. Así que eso está ahí ya en marcha, como un proyecto que me hace mucha ilusión, porque significa reunir a gente de mis diversos universos musicales. Aparte, el Rajmáninov sigue también en espera, como objetivo. Lo voy posponiendo, porque ahora mismo me hace mucho más feliz lo otro.
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