El acusado de asesinar a Natalia reconoce que la mutiló y arrojó su cuerpo al mar en Marbella
Leonel H. ha asegurado que el crimen no fue premeditado y ha expresado su arrepentimiento ante el jurado popular
El crimen de Natalia en Marbella: piden 25 años al amante que la decapitó y le cortó las manos tras tener sexo
Hace un año y nueve meses que el cadáver de Natalia fue descubierto en aguas de Marbella, abierto en canal, sin cabeza ni manos. La investigación policial condujo hasta una antigua pareja como presunto asesino. Tras su detención, Leonel H. confesó su autoría los hechos. Este miércoles, se ha sentado en el banquillo de los acusados y ha reconocido que la agarró por el cuello para matarla de manera sorpresiva. Tras fallecer, ha afirmado que le cortó la cabeza con un arma blanca, además de las manos y el abdomen. Si bien, ha insistido en que no fue un crimen premeditado. "Solo lo hice y no tuve conciencia de ello", ha manifestado ante un jurado popular encargado de pronunciarse sobre su culpabilidad en los hechos.
A preguntas de todas las partes, el procesado, que se enfrenta a una petición fiscal de 25 años de prisión, ha contestado que no planeó la muerte de Natalia, sino que fue un impulso. "Es algo momentáneo, en el instante". Ha justificado que aquel 8 de enero, cuando se encontró con la víctima en la iglesia y la llevó a la zona de las dunas de la playa Real de Zaragoza, llevaba encima un cúter debido a su oficio como pladurista. "Tenía también otras herramientas como un destornillador por mi profesión".
También ha expresado ante el tribunal del jurado su "arrepentimiento" y "sentimientos de culpa". "Sucedió y me arrepiento de ello. Después de que pasara, sentí que no debía haber pasado, pero ya había pasado", ha manifestado con la cabeza cabizbaja y los grilletes puestos tras consultar su repuesta, en varios ocasiones, con su abogado.
La Fiscalía defiende que el crimen fue planificado
El Ministerio Público, en cambio, considera en su calificación inicial -al que ha tenido acceso este periódico- que el crimen había sido meticulosamente planificado. Según el relato fiscal, el día de autos, Leonel pidió a un compañero de trabajo -a quien la Policía también arrestó y finalmente no ha sido acusado- que alquilara una furgoneta sin ventanas. Eran las 12:30 del 8 de enero de 2023 cuando Natalia se topó con él en una iglesia. Ambos conversaron. Ella accedió a subir con él a una furgoneta "para ir a un sitio más íntimo a hablar".
La escena siguiente se desarrollaba en la playa, unos siete kilómetros al este del casco urbano de Marbella, sin saber la víctima que su final estaría cerca. Allí tuvieron sexo, según el escrito de acusación del Ministerio Público. Fue al acabar cuando el acusado la sostuvo por el cuello con la hipotética intención de asfixiarla.
La Fiscalía considera en el escrito provisional que Leonel mutiló el cádaver de Natalia con la pretensión de ocultar pruebas y escapar de la Policía. Arrojó su cabeza y el cuerpo al mar, no sin antes perforarle el tórax "para conseguir que se hundiera y evitar ser identificado". El cuerpo fue encontrado flotando en la orilla. Testigos grabaron el hallazgo y compartieron imágenes en redes sociales. El engranaje policial se activó y permitió conectar el crimen con la desaparición de Natalia. La investigación, a cargo de agentes adscritos a la Brigada Local de Policía Judicial de la Comisaría de Marbella, llevó hasta Leonel, el principal sospechoso. Los policías que se ocuparon del caso consiguieron arrancarle una confesión. Tras su puesta a disposición judicial, el juez dictó prisión provisional comunicada y sin fianza.
La víctima, también colombiana, había mantenido con su verdugo una relación sentimental extramatrimonial durante siete meses, hasta las pasadas Navidades, cuando ella decidió poner fin a la relación, semanas antes del asesinato. Tras su desaparición en enero, la familia proporcionó una pista clave a la Policía: denunció que Natalia había recibido amenazas -vía telefónica- días atrás por parte de Leonel, que habría quebrantando las medidas cautelares dictadas por la autoridad judicial, después de su detención a mediados de diciembre por malos tratos.
Natalia llegó a España hace cinco años para pagarle una carrera a su hijo
Tenía 40 años cuando hizo la maleta y cogió un vuelo rumbo a España. Su sueño era pagarle los estudios universitarios a su hijo mayor. Lo consiguió. Víctor Hugo terminó la carrera en diciembre. Pero, no llegó a su graduación, en abril. A sus 46 años, Natalia fue asesinada, mutilada y arrojada al mar el pasado fin de semana en Marbella a manos de su expareja sentimental, al que había denunciado por violencia doméstica.
Nació en Cali (Colombia) y estudió auxiliar de enfermería. Con dos hijos a su cargo, a los que ahora el presunto responsable de la muerte deberá indemnizar, y un salario con el que apenas llegaba a fin de mes, Natalia decidió probar suerte en Marbella. Allí comenzó a cuidar a una pareja de ancianos.
Y es que su familia la recuerda con un "carisma muy especial", sobre todo, en el trato hacia las personas mayores. También "humilde y muy trabajadora". A veces, echaba de menos estar tan lejos de los suyos y así se lo confesaba. En esos momentos, se refugiaba en la fe. Profundamente religiosa, oraba, leía la Biblia y asistía a misa con frecuencia.
Hacía unos meses que Natalia se cruzó con Leonel, un hombre de 45 años y también de nacionalidad colombiana, del que se enamoró. Aunque la mayoría de su familia reside en Cali y no lo conocían, ella los llamaba y le contaba sobre él. "Ella quería formalizar la relación y casarse", cuenta Karen Etayo, una de sus sobrinas. Pero, el tiempo le indicó que no era la persona adecuada, así que, en noviembre decidió alejarse.
En ese momento, los problemas se agravaron. De hecho, el 19 de diciembre mantuvieron una discusión en el domicilio de ella y el hombre le propinó un cabezazo, que le causó lesiones. Fue entonces cuando Natalia lo denunció por malos tratos.
Días más tarde, el 21 de diciembre, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Marbella lo condenó e impuso seis meses de prisión, 16 meses de privación del derecho a tener armas, así como a la prohibición de comunicarse por cualquier medio con la víctima o aproximarse a ella a menos de 500 metros en cualquier sitio en el que esté durante 16 meses. También tendría que pagar 225 euros de indemnización.
Si bien, en la misma sentencia se concedió la suspensión de la pena de prisión durante dos años, advirtiéndole de que se revocaría este beneficio en el caso de que volviera a delinquir en dicho periodo y de que no pagara la indemnización fijada.
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