El desconocido arquitecto brutalista que moldeó el urbanismo de Marbella
Fernando Higueras ya era un consumado modelador del hormigón armado cuando recibió el encargo de construir las Terrazas de las Lomas del Marbella Club

La película The Brutalist toma su título del estilo de arquitectura que surgió tras la Segunda Guerra Mundial y tuvo su apogeo a partir de los años sesenta, caracterizado por el uso de hormigón y formas geométricas rotundas. A través de László Tóth, un personaje ficticio, recrea la vida de un arquitecto judío húngaro que sobrevivió al holocausto –inspirado en otros reales como Marcel Breuer, Louis Kahn y Paul Rudolph– y que emigra a los Estados Unidos en pos del sueño americano.
El arquitecto madrileño Fernando Higueras era un consumado modelador del hormigón armado visto, dispuesto a enseñar la estructura calcárea de un modo natural. Amante de los volúmenes imponentes y de líneas simples, con una expresividad a veces libre y asimétrica, y otras más clasicista y sosegada, llevaba ya tiempo experimentando el uso del hormigón y los jardines colgantes cuando recibió el encargo de construir Las Terrazas de las Lomas del Marbella Club, hace más de cuarenta años.
–Higueras practica un brutalismo delicado, juega con la plasticidad del hormigón, el volumen, la luz y los contrastes, que dan como resultado edificios agradables como Las Terrazas, la Casa Fierro o los Jardines del Mar. Tres ejemplos de la mejor arquitectura. Viviendas de alta calidad y prestancia visual, que le dan gran importancia al lujo exterior. En los Jardines del Mar como en Las Terrazas imita a los jardines colgantes, una arquitectura organicista que luego se siguió en los años ochenta y dio lugar a la mejor arquitectura de Marbella, junto con la de Luis Gutiérrez Soto. Fernando Higueras es un total desconocido en Marbella, tal vez por el marketing mejor trabajado por otros arquitectos estrella. Es uno de los que trajo a Marbella la mejor arquitectura del siglo XX, todo un lujo. Muy imitada su arquitectura organicista, como espejo de la naturaleza. Hizo la Casa Fierro en 1970, es el precursor de otros arquitectos, aquí más conocidos, que le siguieron, explica Francisco Moreno, historiador y divulgador de la arquitectura de la Costa del Sol.
En Las Terrazas la propiedad le dio total libertad para que desarrollara dos pirámides de cuatro plantas escalonadas, con unas amplísimas terrazas que se convirtieron en la zona más apreciada de la casa. Higueras daba cuenta de las posibilidades plásticas que le brindaba el hormigón sin olvidar la belleza en su obra, a la hora de conjugar lo orgánico con lo monumental.
El brutalismo en el urbanismo de Marbella durante las últimas décadas se reconoce más que en un estilo arquitectónico en la corrupción y en la laxitud de sus autoridades municipales. Solo la movilización de una ciudadanía bien entrenada durante los años de los desmanes de Gil fue capaz de plantarle cara al gobierno popular que le sucedió. Los vecinos se opusieron a que a las puertas del edificio de Higueras, en una zona cercana al palacio del rey Fahd, la discoteca Olivia Valere o la escuela Les Roches, se levantara un rascacielos de treinta plantas.
Los vecinos se enfrentaron al urbanismo depredador, propiciado por el propio Ayuntamiento con una modificación puntual del planeamiento urbano. La plataforma vecinal consiguió que el consistorio diera marcha atrás y dejara sin efecto tal modificación que permitía levantar cinco rascacielos de hasta 150 metros de altura en distintos puntos del municipio.
El promotor inmobiliario de las torres sostenía que solo se proponía satisfacer los deseos de sus nuevos clientes, rusos y millonarios, que demandaban vistas al mar. Poco importaba que para ello se sacrificara la majestuosa vista desde el litoral de Sierra Blanca, el principal icono de Marbella. La obra de Higueras –que se caracteriza por su aproximación a corrientes que tomaron a Frank Lloyd Wright como referente– logró incorporarse al paisaje y ser observada desde Puerto Banús con la sierra como fabuloso telón. Este edificio forma parte del Patrimonio Inmueble de Andalucía.
–Con Fernando estábamos de acuerdo en que nos gustaba más Alvar Aalto que Le Corbusier. Un arquitecto sensual, ligado a materiales que saben envejecer bien. Su obsesión pasaba por los voladizos, para hacer sombra, es un gran arquitecto orgánico.
Fernando, tocando la guitarra, expresaba esa libertad intelectual que tenía, era lo más opuesto a la escuela de Barcelona de entonces. Su arquitectura era convincente, en aquel momento lo valorábamos, Ricardo Bofill, dijo que era el gran malogrado de la arquitectura española. Es curioso que después de la incomprensión ha habido un reconocimiento, en Cataluña es importante que las generaciones posteriores lo hayan entendido mejor que nosotros. Tenía un respeto irrestricto por la lógica de la estructura, por el clima, por el ahorro energético –cuando en esa época no se llamaba así– respeto por el paisaje del entorno, la acústica. El hotel Las Salinas (Lanzarote) es un ejemplo de lo que podía haber sido la arquitectura turística española, deslumbrante, fantástica. Se trata de un arquitecto de éxito, un triunfador, al que su carácter fantástico, y también atrabiliario, le pasó factura. Lo echo mucho en falta, dice el arquitecto, diseñador, pintor y escritor Oscar Tusquest.
De su sensibilidad por el entorno da cuenta el arquitecto Marcos Sanz –discípulo de Noldi Schreck, con el que construyó Puerto Banús– que también compartió su amistad.
–Le habían propuesto a Fernando hacer un puerto deportivo en Tenerife y viajé con él al Acantilado de los Gigantes, estaban interesados en hacer una réplica de Puerto Banús. Visitamos a las autoridades de Canarias y de la marina para escuchar sus ideas, hacer un anteproyecto y trabajar juntos.
–No se puede arruinar este paisaje natural, esta belleza en sí, dijo Fernando cuando llegamos al lugar para rechazar de plano la propuesta de hacer allí un puerto. Luchó por preservar la zona y la naturaleza. Eso es un gesto de una dignidad extraordinaria.
El principal problema que se encontró Higueras en el proyecto la Casa Fierro, en la finca El Batatal, fue esconder su enorme superficie, de cerca de 5.000 metros cuadrados, distribuidos en tres plantas, para que pareciera una.
–Era una casa muy grande para un matrimonio de gente super acomodada, con diez hijos, muchos de ellos casados, que quería que siguieran viviendo con ellos, recordaba Higueras.
El cliente, Arturo Fierro, pertenecía a una de las sagas financieras más importantes del franquismo. Gracias a sus inmejorables relaciones con el poder político, los hermanos Fierro participaban en los consejos de empresas con capital público. Nadie cuestionaba la solidez de su imperio, desde el consejo de administración del Banco Ibérico participaban en 180 sociedades, constructoras, cementeras, petroleras, navieras o de electrodomésticos, muchas de ellas dirigidas directamente por los tres hermanos.
A los Fierro, en Marbella se les recuerda como una familia muy discreta, elegante, que optó por pasar desapercibida, apartada del espectáculo vernáculo.
–No se los veía en la sección local, eran como de otro planeta, para mí tuvo una línea de conexión profesional. Yo estaba en el hotel Los Monteros cuando me propusieron dirigir el hotel Villa Magna de Madrid, donde la familia Fierro participaba de la propiedad. Para ese puesto requerían un director de un hotel de Marbella que tuviera estrella Michelín y solo había uno, recuerda el antiguo director de hotel y de la escuela de hostelería La Cónsula, Rafael de la Fuente.
Para el encargo de los Fierro, Higueras optó por hacer una casa de tres plantas en lugar de un gran edificio o varias adosadas. Se decantó por bungalós, a los que se accedía a través de un patio, para los hijos, los padres e invitados. Había cinco matrimonios con hijos. La principal característica de la casa pasaba por proteger todo el perímetro de su fachada con grandes aleros volados, que forman un ininterrumpido itinerario de porches cubiertos que evitaran el calentamiento por el sol del verano y mejorara su temperatura en el invierno. Los balcones protegidos del viento en un patio semiabierto, no se ven desde el exterior. Una casa con pilares, maderas y voladizo de tela africana –que no de Cuba, que era carísima– muy grasa y que aguanta bien la humedad del ambiente. Un lucernario muy grande, una sala de estar de doble altura, y unos enormes triángulos daban la sensación de que la vivienda, abierta al paisaje en una parcela de ocho hectáreas, era de dos plantas.
Si la casa de Andrés Segovia tuvo un presupuesto de 1,6 millones de pesetas y otras, como la de Lucio Muñoz, 2,4 millones, la de los Fierro costó 63 millones de pesetas.
–Desgraciadamente entraron unos jardineros que destruyeron un bosque maravilloso de eucaliptos, les convencieron de cambiarlos por palmeras escayoladas, se lamentaba Higueras.
La vivienda de espectacular vuelo, cambió después de manos y pasó a ser propiedad del jeque de Abu Dabi, que realizó reformas y la convirtió en su palacio.
–Fernando irrumpió en el mundo del arte con mucha fuerza y un poderío muy poco frecuentes. Cuando estudiaba arquitectura ya se sabía que iba a ser grande, era una persona influyente. En la exposición que hice en 1957 no vendía nada, estaba desesperado. Él se puso en funcionamiento, empezó a hablar con sus amigos ricos y me vendió la exposición. No ha tenido miedo, ha sido un gran imprudente, recuerda el pintor Antonio López.
–Si Velázquez era un andaluz indolente, al que parecía que nada le dolía ni nada le costaba, Fernando compartía ese mismo don. Un arquitecto con una tremenda facilidad, sus edificios, de una altísima racionalidad, son inteligentes, resultan apropiados al encargo, al paisaje, al clima. Entiendo la fascinación de Nuria Espert por la casa que le hizo y que todos sus clientes acabaran adorándole, dice Tusquets.
La casa que Higueras construyó con Antonio Miró para el guitarrista Andrés Segovia, en un antiguo olivar en la cumbre de la Punta de la Mona (Granada), permite disfrutar de unas vistas panorámicas que van desde el cabo Sacratif hasta el peñón de Gibraltar. La extensa cubierta protectora de la vivienda, a imagen de su admirado Frank Lloyd Wright, está presente en la estructura de las vigas de hormigón.
El espectacular edificio de hormigón visto, de planta circular y cubierta inclinada con pináculos de cristal creado para el Centro de Restauraciones Artísticas de Madrid, le valió el Premio Nacional de Arquitectura. El edificio se inscribe en un círculo de 40 metros de radio, dividido en 30 gajos principales, que en el perímetro exterior se parten en dos, con lo que aparecen 60 módulos en fachadas. Se distribuye en cuatro plantas que se manifiestan en la fachada exterior, y sólo dos en el claustro central interior.
En 1983 fue seleccionado por el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España para acceder al Premio Internacional de Arquitectura Pritzker, considerado el Oscar de la arquitectura. Su proyecto de urbanización en Lanzarote fue solicitado por el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, donde se expone.
En 1969 participó del concurso Internacional Restringido a once arquitectos de todo el mundo convocado por el principado de Mónaco y el director del museo oceonagráfico, Jacques Cousteau, para la construcción de un edificio polivalente en Montecarlo.
Este trabajo aparentemente informal, generado por una ley simple producida al combinar forjados de 6 metros de luz con vigas tetraédricas cuya longitud va doblándose de un anillo al siguiente. Esta modulación cubre en su totalidad el área circular. La original propuesta fue descartada como primer premio al sobrepasar los límites de la parcela.
–A un concurso yo no voy a ganarlo, sino a merecer ganarlo, se defendía Higueras.
En 2002 para la Zona Zero de Nueva York propuso tres partes huecas de 137 metros de altura que forman cada torre brillante y transparente, dando una imagen del mismo tamaño y en el mismo lugar que las dos desaparecidas.
Nacido en 1930, Higueras fue también un consumado guitarrista y pintor. El pasado jueves se cumplieron 17 años de su muerte, acaecida en 2008.
También te puede interesar
Lo último