Más de medio siglo entre diamantes

La joyería de lujo, clientes millonarios y encargos caprichosos, que comenzó con la lágrima de una joven embarazada

El impulsor del lujo en Puerto Banús y la primera mujer concejal, un matrimonio con las dos caras de Marbella

Antonia Molina, Pedro Pablo de la Peña y Lola Flores.
Antonia Molina, Pedro Pablo de la Peña y Lola Flores. / M. H.

Una señora con una estola de visón cruza la calle principal de Marbella a la altura de la joyería Gomez & Molina. Luce un diamante persa que cubre toda una falange de un dedo. Es el 31 de diciembre de finales de los años ochenta y se presenta en el local:

¬Soy Lamia Kashogui, quiero un reloj de oro para mi marido, lo preparan para regalo y me lo suben a casa.

¬Yo tendría unos 19 años, cojo el coche y voy a Al Baraka, su casa, (una finca de 900 hectáreas, transformada ahora en una de las urbanización más exclusivas de Europa). La casa club estaba decorada con luces y unos globos americanos. Me recibió la señora con una bata blanca con corazones rojos. Cogió el reloj y me dijo que después pasara a cobrar, relata Miguel Gómez Molina.

Antonio Banderas, Nicole Kimpel y Marina Gómez Molina.
Antonio Banderas, Nicole Kimpel y Marina Gómez Molina. / M. H.

¬Mi padre llamó a Jaime de Mora ¬secretario de Adnan Kashogui¬ quien le advirtió: que este se va a ir de viaje, mándame a tu hijo.

Llego al despacho que tenía allí Jaime y veo a un hombre bajito con bigotito y dos señores trajeados. Uno de ellos me pone la mano en el pecho y me aparta hasta que doy la espalda con la pared. El del bigotito era Kashogui que saluda y sigue. Me pagaron. A la semana siguiente lo detienen en Suiza .

El magnate y traficante de armas saudí tenía una causa judicial abierta en Nueva York, acusado de ayudar a evadir 160 millones de dólares al dictador filipino Ferdinand Marcos. Su extradición y encarcelamiento marcaría el inició de la caída de quien se autoproclamaba como el hombre más rico del mundo.

El príncipe Salman y Miguel Gomez Molina.
El príncipe Salman y Miguel Gomez Molina. / M. H.

¬Mi madre vivía en la Plaza del Santo Cristo, mi abuelo, José Molina, era maestro de la escuela del Castillo. Cuando él sufrió una apendicitis repartió a sus siete hijos entre los vecinos del barrio para su cuidado. Había tanta gente solidaria como necesitada.

Mi padre era de Antequera, había estado en Italia, Alemania e Inglaterra, recogía lúpulos y era camarero. El hotel Don Pepe, el primer cinco estrellas de Marbella, necesitaba gente con idiomas para recepcionista y director comercial. Se hace con el puesto, conoce a mi madre y se casan.

Antonia Molina ve entonces la posibilidad de abrir una tienda en el hotel donde trabaja su marido. Para ello necesita 200.000 pesetas que no tiene. Acude al banco y le dicen: sin garantía no hay crédito. A la chica de 20 años y embarazada, le cae una lágrima. El banquero se apiada y le dice que él, de manera personal, le dará el préstamo.

Diamante de una noche de verano, fiesta organizada por Gómez Molina.
Diamante de una noche de verano, fiesta organizada por Gómez Molina. / M. H.

¬Los ingleses venían a pasar un mes de vacaciones, en poco tiempo mi madre gana más dinero que mi padre. Va a la feria de joyería de Valencia en busca de los mejores proveedores a los que les ofrece vender aquí sus joyas, devuelve los préstamos y se gana el respeto de los principales joyeros de España. Mi madre abre una tienda en Plaza de los Naranjos y mi padre planta una bungavilla que ahí sigue. Mi patio de recreo era el casco antiguo, la laza del castillo, las escaleras, el edificio de Sevillana. Cuando oía hablar de príncipes y condes, los imaginaba con espadas.

En los primeros años setenta vienen clientes kuwaities, de la casa real de Arabia Saudí, de Emiratos Árabes o Jordania, celebridades y políticos.

¬Una princesa de la casa real saudí le encargó a mi madre una joya para su boda. Mi madre viajó a Arabia Saudí. Cuando llegó al aeropuerto, una mujer sola, no la dejaron entrar en ese país. Tuvo que llamar a la princesa y ésta al rey Fahd. La gente del entorno quería hacer negocio con mi madre y le ofrecían la mitad del precio por las joyas que llevaba.

El joyero de las estrellas de Hollywood, Robert Procopio, y Gómez Molina.
El joyero de las estrellas de Hollywood, Robert Procopio, y Gómez Molina. / M. H.

Un príncipe de otro palacio le pide un rosario árabe, mi madre, escarmentada, le dice que vale 40.000 dólares y se lo paga. Se siente tan mal que le devuelve 20.000 dólares. Le confiesa que ante el regateo que había sufrido decidió pedir el doble para asegurarse la mitad. Le quitan el pasaporte y la dejan sola en una habitación. El príncipe se retira a deliberar con su consejo. Le devuelven el pasaporte y le dan un visado de por vida. El príncipe era Salman. En una ocasión un cliente árabe se muestra interesado por una docena de esculturas que decoraban la joyería. Conocido el precio ofrece pagar la mitad. Piénselo, vendré mañana, dijo. Volvió pero no pudo comprarlas.

¬Esa misma tarde llama una cliente de Puente Romano que pedía que se le llevara al hotel todas las esculturas que tuviéramos. A las siete de la tarde cuatro hombres trasladan las piezas de decenas de kilos. En la habitación se enseñan las figuras de caballos y halcones de un estilo no figurativo, y dice que se queda con todas. La mujer era la sultana de Brunei.

Su marido, el sultán Hassanal Bolkiah, tras la crisis del petróleo de 1973 encabezaba la lista de los millonarios de la revista Forbes.

¬La jequesa de los Emiratos Árabes, Fatima bin Maburat, pagó por unas piezas que encargó a la joyería con un talón de 1,5 millones de dólares. Cuando mi madre lo llevó al banco el empleado le dijo: Antonia, que esto es mucho dinero, poniendo en duda el talón.

¬Lo único que sé es que la cara de esta señora está en todos los billetes de su país, le respondió la joyera.

Ana Obregón y  Marina Gómez  con joyas de la casa.
Ana Obregón y Marina Gómez con joyas de la casa. / M. H.

En otra ocasión le informan a Antonia que hay un cliente que quiere que le lleve joyas a París, pero que las quiere ya. Le dan la dirección de unos apartamentos en los campos Elíseos. El cliente con el que se encuentra era el dictador libio Muamar el Gadaffi.

Muchas veces se habla de los árabes, pero la fortaleza de Marbella reside en que viene gente de todo el mundo, si se dependiera de una sola nacionalidad estaría finiquitada.

En una ocasión una clienta americana invitó a mi madre a desayunar. La lleva a la terminal de la aviación civil de Málaga donde les aguarda un jet. Le dice que está agradecida de haberla conocido y la invita a tomar caviar con champán en su avión privado. El magnetismo de Marbella, a diferencia con otros destinos, lo marca su gente.

En los años setenta se presentaba un espectáculo de cabaré en la urbanización de Nueva Andalucía. A la tienda llega una señora con una camiseta con aberturas en los costados y pantalones cortos. Tiene un pedido muy especial. Encarga una cadena hasta el escote que tuviera en la base un vulva. Y un pene con dos testículos que mediante un dije le permitiera subir y bajar por la cadena hasta encajar con la base .

¬Es para poner nerviosos a los hombres, remató la vedette.

Otra señora encargó esos años unas esposas de plata para su marido.

¬Mi padre pidió prestadas unas a la policía municipal para replicarlas.

Jaime de Mora en una ocasión organizó una cena que la llamó de lentejas y espaguetis diamantíferos. Si su jefe Kashogui repartía diamantes bajo los platos de sus invitadas, por qué no podría emularlo.

¬Una vez servida la comida sacó una bolsita y espolvoreó sobre los platos unos granos imperceptibles, los invitados se sumergían en sus platos en busca de las raspas de diamantes entre la pasta.

Mi padre era un visionario, transformó un negocio familiar en una empresa, unificó los distintos nombres de las tiendas en uno solo. Cuando abrimos en Ramón y Cajal 3, no había joyerías en la carretera principal. Había vendido un Rolex por diez millones de pesetas y con ese dinero reservó este local.

Cuando muere mi padre en 1993, mi madre decide vender el local de Banús a Rifat al Asad ¬tío del ex presidente sirio Bashar al Asad¬ que lo compra para anexarlo a su hotel por mil millones de pesetas, 6 millones euros, el acuerdo se cierra con los abogados. El local estaba dividido en tres, uno con una inquilina que se marchaba. A la firma de la operación dicen que pagan un diez por ciento menos. Mi madre se levanta y rompe los folios.

¬Solo tengo una palabra, les dijo y el local no se vendió.

En la tienda de Puerto Banús con Cartier nos abrimos al lujo. Nos dio una visión distinta, proyección, clientela internacional, poder mejorar una marca de lujo y prestigio. El verdadero lujo es el tiempo que se dedicamos cuando diseñamos una joya a un cliente. Viene a comprar aquí por el trato cercano, familiar, profesional, que conecta con lo sentimental. Preferimos que el cliente se vaya con una sonrisa antes que con una joya que no quiere. Siempre he estado detrás de un mostrador, llevamos 56 años en este negocio. Es una suerte esta profesión.

En una exposición de la joyería en los bajos del hotel El Fuerte, una señora bajita encargó una corbata de oro con el nudo de diamantes. Era la cantante Shirley Bassey. Petró Poroshenko, ministro de exteriores y luego presidente de Ucrania, eligió objetos de decoración para agasajar a su amigo Vladímir Putin. Y una chica vestida de forma estrafalaria sucumbió ante un anillo de Zafiros que vio en el escaparate.

¬En el hilo musical sonaba una canción de Björ, cuando veo los datos de la factura, era ella la que me había pagado.

Uno de los primeros rusos llegó con un recorte de la revista Vogue francesa para pedir una joya.

¬Llamo al proveedor para saber si esa pieza está disponible. Y el cliente me encarga el collar nido de golondrinas de 1,5 millones de euros.

¬Lo del dinero negro es una leyenda urbana. Las operaciones se hacían por transferencias por banco. Como con la casa Real Saudí siempre con transferencias.

La década de los noventa fueron años de robos. En esos años no había tienda de joyas que no fuese atracada. Recuerdo que teníamos una colección de joyas del museo de los duques de Windsor. A la medianoche salió en un camión blindado y al día siguiente sufrimos un atraco en Puerto Banús, buscaban las piezas de la colección. Tuvimos robos con martillos, al que se enfrentó mi madre los ladrones iban por la calle perdiendo las joyas. Los seguros obligaban a tomar medidas extraordinarias. Hemos sufrido alunizajes, robo a mano alzada y un intento de secuestro en nuestra casa.

¬Julián Muñoz compró un reloj de unos 6.000 euros y lo fue pagando de a poco. Hasta que ya no pagaba la compra de las joyas. En la confianza de que se trataba del alcalde de Marbella, mi madre le fio un anillo, su regalo para Isabel Pantoja. Cuando no le pagó le pidió que se lo devolviera. Ha abusado de la confianza de una persona a la que conocía.

Hasta tres cartas le envió Antonia Molina a la cantante recordándole que estaba perjudicando a una pequeña empresa, que le suponía una pérdida de 15 millones de pesetas, unos 90 mil euros.

¬Fueron tiempos duros los que se generaron a causa de la corrupción. Los extranjeros nos veían como un país bananero, en el que se podía hacer cualquier cosa y pedían que a las joyas no se le aplicara el IVA. Yo les decía que en España, al igual que en su país, al que delinque se le mete en la cárcel. El tiempo pone a todo el mundo en su sitio.

stats