Mike Drury, el profesor que enseñó inglés a hijos de clases acomodadas e inmigrantes en Marbella

Seis profesores del África colonial fundaron uno de los mejores colegios británicos de la ciudad

La jet al rescate de perros y gatos en Marbella

Mike, Ángela y sus hijas Tarryn y Shayne.
Mike, Ángela y sus hijas Tarryn y Shayne. / M. G.

Trabajaba en una refinería de aceite. El dinero que me pagaban cada sábado en un sobre marrón, lo ingresaba en la oficina de correos. Con el sueldo de cuatro meses pude comprar un deportivo de segunda mano y llegar al colegio –para ejercer de profesor– en un MGA 50, como un caballero. No sé si a mi mujer la conquisté por mí o por mi coche, dice Michael Mike Drury. Nació hace 80 años en la antigua colonia británica de Rodesia, actual Zimbawe. Vino a Marbella con pasaporte británico para finalmente abrazar la nacionalidad española.

En 1978, con 34 años, visitó Marbella. Era su primer viaje que hacía a Europa. En 1964 había estallado la Guerra Civil en Rodesia, donde entonces trabajaba como profesor en Harare y fue entrenador del equipo de atletismo. A partir de 1977 muchos blancos empezaran a emigrar. Rodesia sufriría quince años de sanciones internacionales después de su declaración unilateral de independencia del Reino Unido.

–En nuestra primera visita a Marbella con mi mujer, Ángela, nos habíamos sentido tan a gusto y bien recibidos, que al año siguiente decidimos regresar. En 1979 emigramos a España, tras conseguir ser contratados como profesores de un colegio privado de enseñanza británica. Las primeras palabras que más repetí fueron: por favor, me puede sellar el pasaporte. Cada tres meses teníamos que salir del país, a través de Ceuta, para renovar la estancia por otros 90 días, hasta que conseguimos tener los papeles en orden. La Costa del Sol era un paraíso de chiringuitos y bikinis.

Cuando el Ministerio de Educación decidió retirar el permiso provisional al colegio de enseñanza británica de Marbella, la medida afectó además de a Mike y su mujer, a más de cien escolares españoles. Fue entonces cuando tres parejas de profesores de Rodesia, Mike y Ángela Drury; y sus amigos Andy y Sue Crabb; y Paul y Wendy Wright, se convirtieron en los seis fundadores del colegio Aloha.

Mike con su coche MGA 50.
Mike con su coche MGA 50. / M. G.

–Fue un ejemplo único de colaboración total entre profesores, padres, bancos y Ayuntamiento. Presentamos la propuesta de crear un nuevo colegio sin tener siquiera los terrenos. Encontramos el apoyo de la condesa María Larisch, del arquitecto Juan Antonio Torquemada y del director de la escuela Bellamar, Antonio Flores, que nos ayudaron a allanar el camino. Le propusimos entonces a los padres que compraran acciones de la futura escuela, un dinero que recuperarían una vez que sus hijos acabaran el colegio. Tenían que confiar en un proyecto del que yo estaba convencido de que saldría bien. Llamamos a profesores de Londres y mi mujer se encargó de los uniformes. Larisch apoyó el proyecto del colegio y nos facilitó una oficina. El arquitecto Manuel Camisuli tenía un proyecto de fin de carrera para hacer un colegio de EGB de ocho módulos. Firmamos la escritura en el despacho de abogados de Fortuny. Era una cooperativa, un ejemplo de colaboración al que dediqué varios meses de mi vida. Comenzamos las obras en abril y en octubre empezamos las clases. Solo pasaron siete meses desde la presentación del proyecto a los padres españoles hasta la apertura del colegio, en 1982, con 240 alumnos. Ese día hasta me tocó dirigir el tráfico en la entrada. Proponía no más de 25 alumnos por clase, pero teníamos 35 ó 40 ante la falta de profesores. Dividí entonces las aulas con mamparas para que fueran de 25 por clase. Estuve dos años y dimití para hacer mi propia academia de inglés. Todavía cada año en el speech day, cuando se celebra la entrega de premios al final del curso, me reservan un lugar en primera fila. La actual directora es una ex alumna de mi mujer, es un placer ver como madura el colegio y se adapta a los cambios. Está considerado como uno de los mejores de España, el colegio que abrió la sociedad local al exterior. Recuerdo a Luis, el hijo del médico Emilio Pino, que estudió con nosotros y luego se fue a vivir a Canadá.

Mike impartió módulos de inglés a los alumnos de hostelería en el desaparecido hotel escuela Bellamar. Fue el primer centro de formación profesional de turismo, que ofrecía cursos a los jóvenes de toda España para responder a la demanda de la industria hotelera.

Elizabeth, niñera de Mike, en 1947.
Elizabeth, niñera de Mike, en 1947. / M. G.

–A veces los alumnos se mostraban enfadados por tener que formarse para un nuevo empleo. Pasado uno o dos meses estaban contentos de estar en Marbella, con una beca que les proporcionaba comida y alojamiento y con más dinero del que habían tenido hasta entonces. A algunos me los he encontrado años después, cuando ya estaban trabajando en los hoteles. Los primeros años de la década de los ochenta fueron realmente agradables, íbamos al antiguo cine de Puerto Banús a ver películas en versión original. La carretera era estrecha, sin mediana, había muchos accidentes en la zona del hotel Los Monteros, algunos ocasionados por ingleses que giraban a la izquierda y se encontraban con el tráfico de frente. Un empresa de helicópteros tuvo mucho éxito porque rescataba a los accidentados en la carretera.

Las fiestas y las actuaciones de teatro del primer colegio donde trabajó Mike se celebraban en el hotel Don Pepe, que dirigía el conde de Perlac.

–No teníamos conocimiento de los miembros de la nobleza, coincidíamos a veces con Gunilla, Luis Ortiz o Jaime de Mora, los veíamos como personajes normales. Recuerdo que el campo de golf Aloha, no tenía una valla de separación con el colegio y en una ocasión cayó una bola de nuestro lado y quien la estaba buscando era Sean Connery. El campeón mundo de Fórmula Uno James Hunt tenía casa en Marbella. Solía dejarse ver corriendo por la playa con su perro Oscar, quien también le hacía compañía mientras jugaba golf.

–A la discoteca, que tenía cercana al actual Pirulí, le había puesto el nombre de su perro. Hunt cedía su local al primer colegio inglés para que celebrara allí la fiesta de fin curso. Como no había supermercados, comprábamos a crédito en la tienda de ultramarinos Pepa y cada dos semanas le pagábamos la deuda. Para llamar a nuestros padres en Rhodesia reservábamos el turno con antelación. Tres minutos nos costaba unas 1.500 pesetas. A veces me he interesado en preguntar entre los vendedores ambulantes africanos del paseo marítimo si había alguno de Rodesia. No lo he encontrado. Aprendí a hablar el fanagolo, una forma simplificada del zulú que se hablaba en las minas, que servía para comunicarse los europeos con lo nativos. Estoy agradecido de haber crecido en Rodesia. Mis padres eran profesores, no era una familia rica, sino de educadores, teníamos cocinera, jardinero y niñera. Muchas mujeres europeas tenían empleados domésticos que le ayudaban en las tareas de la casa. Creía que la vida era así. Vivía en un paraíso, donde no todos tenían la misma oportunidad. Los nativos no disfrutaban de lo mismo. Mi padre era un hombre muy liberal, trabajaba para el African Education, daba clase para formar a los profesores nativos.

James Hunt y Tarryn, la hija de Mike, en su discoteca Oscar.
James Hunt y Tarryn, la hija de Mike, en su discoteca Oscar. / M. G.

Él era profesor en Harrow, los suburbios de Londres, a quien el British Council –la organización pública que promueve la cultura, educación, ciencia y tecnología británica– en 1936 le dio la oportunidad de ir a Rodesia. En Londres daba clase a 50 chicos de un barrio humilde, que no tenían siquiera la posibilidad de bañarse. El aula era pequeña con ventanas altas que en invierno acumulaban la condensación de la humedad. En el invierno a los niños les cosían la ropa interior, que no se la quitaban. Algunos crecían tanto que la tela se le incrustaba en los hombros. Mi padre llegó a un país nuevo, donde el Ministerio de Educación de Rodesia le concedió la dirección para la formación de profesores africanos. Mis vacaciones las pasaba en Sudáfrica o Mozambique. No íbamos a Inglaterra. Yo no sabía la suerte que he tenido de haber pasado mi infancia y adolescencia en un paraíso del que no fui consciente hasta que lo dejé. Desde hace más de 40 años Mike y Ángela tienen su propio centro de enseñanza, una academia de inglés en el casco antiguo de Marbella.

–En el local teníamos que levantar una pared y el constructor nos trajo los materiales en un carro tirado por un burro. Era un lugar privilegiado, desde la segunda planta podíamos tomar el pulso al casco antiguo y a la vida del pueblo. Hoy en día entre nuestro alumnado tenemos a los nietos de nuestros primeros estudiantes. Nos especializamos en la preparación de niños de padres de países europeos para su ingreso en colegios internacionales de la Costa. También tenemos como alumnos a hijos de inmigrantes marroquíes, colombianos, ecuatorianos, cuyos padres trabajan en cafeterías, peluquerías o lavado de coches y que hacen un gran esfuerzo y sacrificio para que sus hijos aprendan inglés. Una socia lleva ahora la academia, que yo superviso. Hemos pasado de la tiza a la inteligencia artificial. Incorporamos nuevos métodos de la educación on line y digital. En el ámbito de los exámenes de inglés de Cambridge, Ángela es formadora de los nuevos examinadores y dirige dos equipos en Córdoba, Sevilla y Cádiz.

–Después de terminar el instituto realicé la formación militar y en los años posteriores de estudiante para ser profesor, conocí a mi esposa, hace 57 años. En los años setenta pasaba cada vez más tiempo en el servició militar. A veces estaba seis semanas con el uniforme y otras seis en las aulas. Del ejército aprendí el orden, a organizar la vida. Antes de salir no sabía si iba a volver y me acostumbré a tener todo ordenado para facilitar la vida a mi mujer.

Mike, Ángela y María Larisch.
Mike, Ángela y María Larisch. / M. G.

El ejército de Rodesia estaba formado por un núcleo de profesionales reforzados por el servicio militar obligatorio de la población blanca y voluntarios negros, que suponían un 70 % en el cuerpo militar y la policía. Los reservistas, eran varones blancos en edad de combatir que completaban la fuerza.

–En el ejército, en la reserva, estaba en Inteligencia. Eramos tres personas que nos movíamos en un camión Unimog. Una de ellas era un sargento africano de la policía, recogíamos informes de los ataques que nosotros pasábamos al ejército y el sargento a la policía. Salía vestido de militar pero no me sentía protegido. Ante la incursión de la guerrilla africana, a través de las fronteras de Zambia y Mozambique, a partir de 1974 el ejército optó por la lucha contrainsurgencia. Eligió combatir a las guerrillas en la Guerra Civil con sus mismas armas, una forma que luego fue adoptada por otros ejércitos. La guerra terminó en 1979 con la victoria rebelde y la expulsión de los blancos.

–Después de vivir la declaración unilateral de la independencia de Rodesia y luego el Brexit de Gran Bretaña, decidí que ya era hora de adquirir la nacionalidad española. Hice los exámenes y el papeleo correspondientes y ahora tengo el orgullo de ser español. Después de haber vivido en un país en un estado de guerra, me siento muy en contra de cualquier agresión o amenaza externa.

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