La mujer que puso nombres a la sierra de Marbella
Una vecina de 80 años lleva 25 estudiando la montaña que determina el privilegiado microclima de Marbella
Marbella: fin de la arquitectura souvenir
Dolores Navarro se marcó como misión en la vida devolver los nombres a los senderos y parajes de la sierra de Marbella. Aplicó el aserto; lo que no se nombra no existe, para dar a conocer a sus vecinos la montaña que les cobija. Dolores acaba de cumplir 80 años, los últimos 25 los ha gastado pateando Sierra Blanca para preguntar a los más espabilaos con los que se cruzaba en el monte cómo llamaban a cada sitio. Hacía fotos panorámicas y de cerca para contrastar luego la información recabada con los viejos del lugar. Con los datos recogidos en su cuaderno practicó la toponimia, devolvió a cada lugar su nombre para determinar un confín.
Si Puerto Banús es uno de los iconos más representativo de Marbella, Sierra Blanca es el otro. El símbolo turístico es producto de la exitosa recreación de un pueblo serrano anclado a pie de playa, el otro, la montaña, que proporciona el benévolo microclima, es la gran olvidada. Para forjar la imagen del puerto deportivo, su promotor, José Banús, el constructor amparado por el régimen franquista, le dio su nombre y no escatimó dinero en su promoción. La sierra ofició como la gran olvidada, hasta que una mujer del pueblo, Dolores Navarro, recurrió a la memoria de los más antiguos que le permitiera poner nombres a los parajes para darlos a conocer a sus vecinos. Una fotografía de mediados de los ochenta, tomada desde la torre de la marina para ilustrar el cartel de la línea aérea British Airways, retrató las dos caras de la moneda: conjugó ambos iconos en una imagen: las embarcaciones del puerto con la espectacular sierra de fondo.
“Marbella ha vivido siempre al amparo de su montaña, adulando sus bondades climáticas para con la ciudad” recuerda Dolores en la guía de senderos de Sierra Blanca y Canucha. Ella conoce como nadie la sierra que durante décadas ejerció de magnífico telón para el turismo de la Costa. Hace algunos años el propio conde Rudi, factotum de las décadas doradas del turismo desde su privilegiado atalaya del Marbella Club, confesaba en Ojén no conocer los pueblos que rodean a la sierra de Marbella, a la que tanto venera.
- Sierra Blanca ha sido la gran olvidada hasta que llegó nuestra asociación Mujeres en la Vereda. Ni el propio pueblo de Marbella sabia lo que tenía a sus espaldas. Un día fui a la delegación de Turismo con mi documentación bajo el brazo para que vieran lo que había. Y el delegado me dice; señora aquí no hay fundamento para hacer eso. Con el boom del turismo de Marbella todo sus alrededores se habían cerrado, abandonado. La sierra no se conocía ni Marbella sabia lo que tenia. Muchas personas que nacieron o se criaron aquí no conocen la sierra, no saben lo que tienen, Me fui del despacho con mi carpetita y las fotografías.
De pequeña no ha tenido la posibilidad de concurrir de continuo a la escuela. Ser la primogénita de seis hermanos y mujer la penalizó. El itinerario de las niñas en un entorno rural pasaba entonces por coser, bordar, llevar la llevar la casa y sus labores, sus padres trabajaban y esto le tocó a Dolores.
Primero he ido a la universidad y luego al colegio, dice para explicar que sus primeros conocimientos, como ella los llama, le llegaron a través de las ondas de la radio que seguía con atención, mucho antes de poder asistir a las aulas de clases para adultos.
- Tenía por debajo cinco hermanos y no echaba nunca un curso entero. A mi hermano le pusieron un profesor para meterle las letras porque tendría que llevar una familia, se creía que las niñas no lo necesitaban. He escuchado mucha radio y eso me dio una enseñanza muy grande, explica. Tuvo tres niños seguidos, no podía trabajar y quería montar un negocio, aunque fuera de pipas. Sabía sumar, restar, multiplicar, pero no dividir. En los primeros años sesenta, su novio, de 18 años, vino a trabajar a Marbella. Se colocó en la oficina de ventas del edificio Skol, Dolores le siguió y se casaron.
Empezó a andar por el monte en los años 90, cuando su hermano le enseñó la sierra. Entonces estaban todas las veredas abiertas por Junta de Andalucía. Por eso cuando en el curso de graduado escolar había que hacer un trabajo individual ella propuso dedicarse a conocer los nombres de los parajes de la sierra, porque en su Ronda natal cada zona tenía su nombre.
- Cuando hacíamos el trabajo salí con unas amigas al Llano de Juanar y conocí a un guarda forestal, Manolo Benitez, que me ha ayudado saliendo a la sierra dos veces al años a contar las cabras. Salíamos a las cuatro o a las cinco. Conociendo gente se convirtió en una investigadora autodidacta.
“Sierra Blanca ha sido considerada siempre una montaña bonachona, espejo amable de Marbella, que aporta color y calor a las estampas de Puerto Banús”, dice Dolores en otra parte de su guía. No fue solo calor y color lo que la sierra le proporcionó a la obra de Banús. De la mina de la Loma del Romeral, donde se excavó la cantera de Nagüeles, salieron los bloques de piedra para los trabajos de infraestructura de la marina. Se echó mano de los canteros de la mina El Peñoncillo para realizar los trabajos de la cantera de Nagüeles, cuyas piedras se transportaban en enormes camiones a través de un camino que corría paralelo al cauce de Río Verde desde Nagüeles hasta Puerto Banús. La extracción del mineral provocó un bocado en la sierra, convertido luego en el auditorio donde se celebra el festival Starlite.
- Conocí a un señor extranjero que venía a estudiar la flora dos o tres veces al año y traía sus mapas de Sierra Blanca que conseguía de centroamérica y nosotros no conocíamos ni los nombres de la sierra. Él sabía el nombre de cada planta, aunque estuvieran secas.
- Ese hombre era Ivo Antoniessen un botánico belga que empleó sus vacaciones durante más de quince años en conocer la flora de Sierra Blanca. Catalogó 646 especies en diferentes excursiones en el perímetro de la Reserva Ecológica durante ocho años. En su listado ponía el nombre científico, la familia, la fotografía y detallaba el ciclo de desarrollo de cada planta a lo largo del año, apunta Antonio Calvo, responsable de la asociación Pinsapo.
- No hay nadie que tenga tanta información y que conozca la sierra como yo, ya no hay nadie de los que me enseñaron. Aquí no se hizo un trabajo de la memoria del pueblo con los abuelos, nada más que lo que hemos hecho las locas. No solo de la sierra de Marbella sino de todo el macizo de Sierra Blanca y sus cuatro poblaciones, Marbella, Ojén, Monda e Istán. Lo he podido hacer porque mucha gente me ha ayudado, cientos de personas. Quería que gente conociera Sierra Blanca, no solo que la limpiarla, sino que también la pateara. Ahora me conocen hasta las piedras. Y me emociona cuando sube uno y dice voy al mirador del Acebuche u otro sitio a los que le devolvimos su nombre. La Vereda del Faro la señalizamos nosotras, cada cruce de caminos para que nadie se perdiera porque es un laberinto de caminos. Una flecha que indicara el lugar más cercano para llegar a Marbella. A la semana de poner las señalizaciones de Puerto Rico Alto, el Puerto del Pino y el Puerto de las Pitas, la gente ya nombraba cada sitio, era lo mejor que oímos.
Temía y teme todavía que el proyecto de conectar la autopista desde La Cañada hasta San Pedro se retome y destroce parte de la sierra.
- Siempre creí que era imposible que la sierra se estropeara que se hicieran desmontes y túneles para hacer la autopista. A mi hermano le dije que yo solo podía hacer una huelga hambre. Entonces trabajaba cuidando a abuelos enfermos, estaba desesperada y pensaba que a la sierra no la iban a tocar.
- Vete con tus amigas, me decían cuando quería abrir caminos, entonces cogimos las tijeras y fuimos a desbrozar la vereda del Faro. En los programas de radio de Concha Montes, en otoño de 2008, empezamos con Mujeres en la Vereda, ya como asociación, invitamos a quienes quisieran a que se nos unieran. Nos escuchó el delegado de Medio Ambiente y nos dijo que nos compraba las herramientas. Cada mes hacíamos una convocatoria para trabajar y otra para enseñar la sierra, abrimos 5,5 kilómetros en la vereda del Faro ese año, luego se señalizó. Y seguimos con otras hasta cubrir unos 45 kilómetros. Nunca nos faltó gente ni herramientas, fue como un reguero que había prendido y no paró de venir gente en todos estos años. Hasta la pandemia hubo participación de los colegios para enseñarles a los niños la sierra, los lugares y los nombres de la flora. Pero eso se ha parado y se ha perdido. Se consiguió el distintivo Q de calidad a un trabajo en el que participaron muchas personas.
Por las sendas corrían los corredores que querían competir por toda la cara sur de la sierra, que ya estaba abierta. Se organizaron carreras de 13 kilómetros y otras de 30 kilómetros. Pero ellos querían contar con 40 kilómetros para celebrar una maratón.
- Tuvimos que hacer una vereda alternativa para no tocar los nidos del águila real y de las perdiceras. Sierra Blanca es una joya y el macizo es un arca de Noé en flora y fauna en la que hay hasta siete endemismos en 600 hectáreas, lo mismo que hay en toda Inglaterra.
Dolores lamenta que Sierra Blanca no se pudiera sumar al parque nacional Sierra de las Nieves. Entiende que geográficamente la sierra de Marbella podía formar parte al igual que Sierra Bermeja (Estepona).
- No se hizo porque somos muy egoístas, envidiosos. Ellos, los pueblos de la sierra, no permitían que el pastel se repartiera con la Costa. Nosotros somos los ricos y ellos los pobres, decían, No quisieron entonces que entráramos. No querían en esto contacto con la Costa.
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