Ucranianos en Sevilla, tristeza y preocupación a casi cuatro mil kilómetros
La comunidad ucrania de la capital andaluza asiste desde la distancia, y con miedo por sus familiares, a la invasión rusa de su país
Hay unos 8.000 ucranianos en la capital andaluza, cifra que puede aumentar en las próximas semanas con la llegada de refugiados
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"Todo el mundo la llama la tienda rusa, pero yo soy ucraniana. Estamos muy tristes y preocupados por todo lo que está pasando. Entre nosotros nunca hemos tenido ningún problema. Aquí vienen muchos rusos a comprar y siempre hemos tenido una relación excelente. Mire, esta mujer es rusa". Quien así habla es Svetlana (o Luz, si se prefiere su nombre español), que regenta el supermercado Combini Market, o como ella misma dice, la tienda rusa de la calle Marqués de Pickman.
Lo dice señalando a Elena, una mujer rusa de la ciudad de Ufá, en los Urales, que lleva doce años en España y que se ha acercado a hacer la compra en esta mañana de viernes. Se entabla una pequeña charla entre las dos mujeres, aunque ninguna quiere hablar de política. Sólo piden que se remarque las buenas relaciones que hay entre rusos y ucranianos en Sevilla, donde nunca ha habido problema entre ellos. "De verdad, es incomprensible", dice una de ellas. "Si aquí nos ayudamos los unos a los otros", explica la otra.
Svetlana cuenta que desde su local se recomiendan trabajadores, se coordinan tareas de ayuda a personas que vienen pidiendo asilo y que no tienen nada y colabora habitualmente con la iglesia ortodoxa rusa que hay a la vuelta de la esquina, en la calle Madre María Teresa. La mujer lleva veinte años en España. Tiene familia en Kiev y en Donetsk, pero todos están bien, "gracias a Dios". Explica que la Policía se ha interesado por ella, por si hubieran tenido alguna amenaza o ataque estos días. "En absoluto", responde.
La tienda es un pequeño local en cuya entrada hay un buen surtido de golosinas, dulces y pasteles y al fondo tiene una sección de productos de Europa del Este. Galletas, panes, conservas, patés, confituras, té... y, cómo no, una nutrida selección de botellas de vodka y otros licores. A la entrada, una pequeña mesa en la que cualquier persona se puede sentar a tomar un aperitivo o una merienda. No paran de entrar clientes. Rusos y ucranianos. Pero también españoles. "Los españoles son el 80% de nuestra clientela", admite Svetlana.
En la tienda entra una tocaya suya, otra Svetlana que comparte el sentimiento de tristeza con la comerciante. Esta cliente también lleva doce años en España. Nació en Rusia, pero vivió en Ucrania durante la época soviética. Y tiene la doble nacionalidad, rusa y ucraniana. "Estoy muy triste por la situación". En Ucrania tiene una hermana, que vive en una ciudad a unos 90 kilómetros de Kiev. "Ayer hablé con ella, hoy no he podido. Sólo podemos hablar por internet o por whatsapp. Pero ver las noticias y las imágenes de lo que está pasando nos preocupa mucho. No lo entiendo".
La iglesia ortodoxa está en el número 60 de la calle Madre María Teresa. La mañana de este viernes está cerrada. Hay un cartel escrito a mano en ruso en la puerta. Se intuye que son los horarios de las misas. En el frontal de la puerta sí puede leerse en español "Parroquia ortodoxa de San Nicolás de Bari. Iglesia ortodoxa rusa, Patriarcado de Moscú", junto a otra inscripción en cirílico y una imagen del santo que da nombre al templo. En el local de al lado, unas modistas trabajan en la confección de vestidos.
Si se introduce el nombre de la iglesia en Google, aparece un número de teléfono móvil. "¿Haló?", responde el sacerdote. El periodista se presenta y pide hablar con él unos minutos. Ni siquiera termina su exposición. "No te voy a dar ninguna entrevista", y acto seguido cuelga el teléfono.
La actitud del padre Demetrio es bien distinta. Es el párroco de la iglesia católica ucraniana que hay en el número 14 de la calle Santa Clara, en el centro de Sevilla, dedicada precisamente a San Demetrio de Tesalónica. El cura se disculpa porque se encuentra en Huelva, donde también lleva una parroquia, pero rápidamente facilita el número de Iván Sovhyn, uno de sus ayudantes que sí está en Sevilla. "Dígale que llama de mi parte".
Iván está preparando una manifestación para el próximo domingo. Está pidiendo los permisos correspondientes y quiere difundir al máximo la convocatoria para que puedan venir el mayor número posible de personas. Será el domingo a las dos y media de la tarde en la Plaza Nueva. "Es una manifestación de ayuda al pueblo ucraniano. Quien quiera venir será bienvenido".
Eso sí, Iván explica que quizás sea mejor que no acudan rusos. "Nunca tuvimos un problema con ellos, pero ahora mismo la situación está muy tensa y quizás sea mejor que no. Nos han invadido, están atacando nuestro país. Nosotros no hicimos nada". Trabaja de jardinero en Sevilla, ciudad en la que lleva 12 de los 15 años que ha pasado en España. Tiene 47 años y su hija de 24 es médico en un hospital del este de Ucrania, donde está viviendo de primera mano la crudeza de la guerra.
En Sevilla viven unos 8.000 ucranianos, explica Iván, aunque probablemente el número aumente en las próximas semanas porque están dispuestos a acoger a sus paisanos que salen del país. "Son sobre todo mujeres y niños", detalla. Los hombres se tienen que quedar a defender Ucrania ante la invasión rusa. "Necesitamos ayuda, pero no sabemos qué hacer". La mayoría de los ucranios de España trabajan en el servicio doméstico, en tiendas o en la hostelería. También hay algunos empresarios. "Ojalá que esto termine ya".
La Hispalense estudia qué hacer con sus alumnos
La Universidad de Sevilla apenas tiene estudiantes en los dos países en guerra. No hay alumnos entrantes ni salientes en Ucrania, según fuentes de la Hispalense. De Rusia hay ocho estudiantes entrantes, de los que tres están aquí en el segundo semestre en el grado de Filología Hispánica y cinco durante el primer semestre.En los salientes, hay actualmente uno en la Politécnica de San Petersburgo, que cursa el máster de Ingeniería Industrial. Para marzo había dos que tenían previsto ir a Rusia. Uno de ellos también iría a la Politécnica de San Petersburgo, en el mismo máster de Ingeniería Industrial. El otro iría a Samara a cursar el máster de Ingeniería Aeronáutica. La Universidad está estudiando si finalmente van o no, y buscando alternativas en el caso de que no vayan.
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