La agria despedida de Condoleezza Rice

La saliente jefa de la diplomacia norteamericana no consigue el apoyo de sus colegas y fracasa en su intento de acelerar el ingreso de Georgia y Ucrania en su última reunión en la OTAN

El ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, se despide de Condoleeza Rice.
El ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, se despide de Condoleeza Rice.
Christoph Sator / Bruselas

06 de diciembre 2008 - 05:03

Podría haber sido una despedida relajada, una última visita a los colegas de la OTAN en Bruselas, a sabiendas de que ya han desplazado el interés hacia su sucesora, Hillary Clinton. Pero Condoleezza Rice no sería ella misma si siguiera el camino más fácil. Así es que la secretaria de Estado norteamericana saliente desencadenó una disputa sobre la forma en que deberían ingresar a la Alianza Georgia y Ucrania, aunque sin mucho mucho éxito.

Su demanda: que las dos ex repúblicas soviéticas sean admitidas en el pacto defensivo de 26 miembros sin pasar por un Plan de Acción para la Adhesión (MAP), el preludio habitual al ingreso de nuevos socios a la OTAN. Rice quería trasladar el procedimiento a dos comisiones ya existentes y de este modo acelerar el ingreso de los dos países.

Las resoluciones de la última cumbre de la OTAN en abril eran sin embargo claras: ingreso sí, pero en un tiempo indeterminado y tras pasar por los pasos preestablecidos. Y sólo si todos estaban de acuerdo en ello. La reciente guerra del Cáucaso y la inestabilidad interna en Ucrania pusieron en evidencia en los meses siguientes que podrían pasar años antes de que se concretara el ingreso de los dos estados.

La iniciativa de Rice cogió de sorpresa a la mayor parte de los integrantes de la OTAN.

La llamada telefónica de la secretaria de Estado a su colega alemán Frank-Walter Steinmeier en Berlín para ganarlo para su propuesta tuvo un desarrollo poco grato. El ministro y vicecanciller germano reafirmó una y otra vez desde entonces que no había "ningún motivo" para reconsiderar las resoluciones de la OTAN sobre Ucrania y Georgia.

Tras algunas discusiones en Bruselas quedó claro que todo permanecería como había sido acordado, es decir, se mantenía la exigencia de que los dos países pasaran por el MAP. Como contrapartida se jerarquizó el papel de las comisiones. "Decidimos que no habrá atajos en este camino", declaró Steinmeier con visible satisfacción al finalizar el debate. Cualquier otra cosa hubiese sido visualizada como un gesto poco amistoso por Rusia, que considera el ingreso de Ucrania y Georgia una amenaza para su propia seguridad.

Es que Rusia, cada vez más activa en la escena de seguridad internacional, es el eje de la estrategia de la OTAN.

El ambiente en el Consejo OTAN-Rusia ya era gélido antes de que fuesen congeladas formalmente sus reuniones en agosto. El reconocimiento occidental de Kosovo, los planes estadounidenses de estacionar radares y baterías antimisiles en Polonia y la República Checa, la respuesta rusa consistente en planear la instalación de misiles de corto alcance en Kaliningrado... la lista de puntos de confrontación es extensa.

La OTAN decidió ahora que quiere retomar el diálogo con Moscú este mismo año, al menos a nivel informal. En la primavera boreal de 2009 se retomarían entonces oficialmente las sesiones del Consejo OTAN-Rusia. "Esto no se puede hacer de un día para otro", subrayó Steinmeier.

El acuerdo finalmente logrado para incluir el MAP en el proceso de análisis de la adhesión de Ucrania y Georgia evitó en el último momento lo que pudo ser un auténtico desastre.

El ministro británico de Relaciones Exteriores, David Miliband, advirtió contra la tentación de ceder a impulsos tempestuosos en la OTAN. Pero quedó trazada una clara línea demarcatoria de posiciones dentro de la Alianza: los países de Europa oriental, liderados por Estonia y Letonia -donde viven fuertes minorías rusas-, quieren avanzar aceleradamente en la expansión hacia el Este de la OTAN. Alemania, Italia y otros países occidentales prefieren una actitud más cautelosa.

El presidente electo estadounidense Barack Obama no se ha pronunciado todavía sobre su política con respecto a la OTAN. Tendrá oportunidad de hacerlo a más tardar en abril, cuando la Alianza celebre su 60 aniversario con una doble cumbre en Estrasburgo y Baden-Baden. Pero se supone que Obama tiene gran interés en mantener una política activa en la OTAN, entre otras cosas, por su papel protagonista en Afganistán, punto de primer orden en la agenda internacional de la Casa Blanca.

Las relaciones personales cambiarán al menos. Hillary Clinton presentará sin dudas matices políticos distintos a su antecesora, pero a la vez es al menos tan obstinada en la consecución de sus objetivos como Condoleezza Rice. Steinmeier ya anticipó que seguramente habrá "necesidad de discusión en muchas cuestiones" con la mujer del ex presidente Bill Clinton. Nadie le llevó la contraria en Bruselas.

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