Barnier, el efímero
El experimentado político, hábil negociador del Brexit, falla en su misión de tejer consensos y se marcha como el primer ministro más fugaz de la V República Francesa
París/Michel Barnier falló en aplicar en Francia el talante resiliente y conciliador que tuvo como negociador europeo del Brexit (2016-2020) y, tras la moción de censura que aprobada este miércoles, ha pasado a la historia por ser el primer ministro más efímero desde que en 1958 se instauró la V República francesa.
Víctima de una moción apoyada por la izquierda y la ultraderecha, a Barnier, de 73 años, le faltaba un día para completar los tres meses exactos en el cargo.
El presidente Emmanuel Macron le había nombrado el pasado 5 de septiembre como solución ante el bloqueo político de casi dos meses tras las elecciones de julio, que dejaron una Asamblea Nacional dividida en tres bloques irreconciliables.
Tachado por sus detractores de tener una actitud distante y hosca, el experimentado político se esforzó en labrarse una imagen pública de hombre afable, agarrado a sus gafas de presbicia y sacando partido de un pelo canoso que transmitía cierta aura de sabiduría y de una estatura (1,90 metros) que recordaba a la de Charles de Gaulle.
A pesar del esfuerzo en pulir su imagen, el ex ministro de Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy falló en su principal misión: tejer consensos más allá de su campo ideológico de centro-derecha.
"Conduciré una política que no estará solo escorada a la izquierda", aseguraba en una entrevista días después de su nominación.
Su discurso pausado buscaba transmitir sentido común, prudencia y estabilidad en un país que ha visto pasar a tres primeros ministros en lo que va de 2024 (Élisabeth Borne, Gabriel Attal y el propio Barnier).
La prensa le rotulaba en septiembre como "el conciliador", con la esperanza de que aplicase la capacidad negociadora adquirida en el Brexit en el campo de minas que se ha convertido la política francesa.
Sin embargo, tras el nombramiento de una administración monocorde ideológicamente, con varios ministros de su partido, el conservador Los Republicanos (que logró solo el 5 % en las legislativas de junio), la cuestión de la representatividad se puso encima de la mesa.
El talante e imagen pública del Míster Brexit se fue erosionando, pasando de un 45% de electores satisfechos con su nominación en septiembre a un 36% en noviembre.
En la primera prueba de fuego del Gobierno, la aprobación de los Presupuestos Generales de 2025, el primer ministro se quemó ante la falta de apoyos parlamentarios.
La ultraderecha de Marine Le Pen, que había dado su visto bueno implícito a la nominación de Barnier, dictó sentencia al apoyar la moción de la izquierda. Las cesiones del primer ministro a las exigencias lepenistas en la negociación del presupuesto para 2025 llegaron demasiado tarde.
Medio siglo de carrera política
Natural de la región alpina de Saboya, Barnier tiene un currículo político de envergadura, que echó a andar hace medio siglo, con un cargo local en su tierra y que le llevó a ser diputado nacional con solo 27 años y senador más tarde.
Con el regreso del centro-derecha al poder tras 14 años de socialismo, Jacques Chirac le nombró ministro delegado de Asuntos Europeos a mediados de los 90, hasta que se mudó a Bruselas para ser comisario europeo de Política Regional entre 1999 y 2004.
Regresó a París para ser ministro de Exteriores de 2004 a 2005 y, más tarde, ministro de Agricultura de 2007 a 2009 (ya con Nicolas Sarkozy como presidente).
Volvió a la capital europea para ejercer como vicepresidente de la Comisión Europea encargado del Mercado Interior y los Servicios (2010-2014).
Entre 2016 y 2020, tomó las riendas negociadoras con Londres en nombre de los europeos, tras la votación del Brexit. Terminada esa misión, intentó, sin éxito, ganar las primarias de Los Republicanos para ser candidato a las presidenciales de 2022.
Casado desde hace 40 años con la abogada Isabelle Altmayer y con tres hijos, Barnier pensó en salvar su puesto hasta el último minuto, creyendo "en un reflejo de responsabilidad" que solo imaginaba él.
En su última entrevista concedida en la víspera de la moción desde el palacio de Matignon, sede de la jefatura de gobierno, el veterano político quiso enviar un último mensaje de desprendimiento ignorado por los diputados.
"Los dorados que nos rodean, los vehículos oficiales, los oros de la República, a mí eso me da igual, ese no importa, no soy yo quien está en cuestión. Lo que ocurre ahora me trasciende", aseguró este amante de los paseos por las montañas alpinas donde nació y se crió.
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