El precedente de Osetia del Sur
La crisis de Crimea nos retrotrae al conflicto de Osetia del Sur de agosto de 2008, en el que Rusia comenzó a acumular tropas en la frontera en las semanas anteriores a la invasión de esa región separatista georgiana.
Durante años, el presidente georgiano, Mijail Saakashvili, denunció la "anexión soterrada" de Osetia y también de Abjasia a través de la concesión de la ciudadanía a la mayoría de las poblaciones de esas regiones.
Cuando el Kremlin decidió lanzar el 8 de agosto de 2008 la operación de imposición de la paz, la excusa en la que se escudó fue la defensa de sus ciudadanos -surosetas con pasaporte ruso- que estaban amenazados por los cañones georgianos.
En este caso, Moscú también mencionó la necesidad de garantizar la seguridad de sus compatriotas en Crimea, aunque supuestamente se refiere sólo a los rusos que viven en la base de la Flota del mar Negro en Sebastopol.
Un portavoz del Gobierno crimeano aseguró que, según la legislación ucraniana, está prohibido tener dos pasaportes, por lo que, en principio, los rusos que viven en esa península son exclusivamente ucranianos.
El Consulado General de Rusia en Crimea informó el viernes de que comenzó a repartir pasaportes entre los miembros del desarticulado destacamento antidisturbios de la Policía ucraniana, Berkut, pero no hay constancia de que los rusos de Crimea hagan cola en los consulados rusos para recibir pasaportes.
Eso sí, la Duma o Cámara de diputados de Rusia ya expresó su intención de aprobar una ley que simplifique tanto la concesión de la ciudadanía a los ucranianos, como el proceso de anexión a Rusia de nuevos entes federados, en clara alusión a Crimea. Según ésta, a partir de ahora será suficiente con que un pueblo exprese su deseo de ingresar en la Federación Rusa por medio de un referéndum, por lo que ya no será necesario el beneplácito del otro Estado afectado.
Osetia del Sur fue separada de Osetia del Norte por los dirigentes soviéticos, estrategia encaminada a acallar cualquier ánimo separatista que el Kremlin aplicó en otros lugares de la conocida entonces como Cárcel de los Pueblos.
En el caso de Crimea, ocurrió algo similar, ya que el mandatario soviético de origen ucraniano Nikita Jruschov decidió ceder la península a Ucrania en 1954, decisión que Moscú considera un agravio histórico.
Desde la Guerra de Crimea de mediados del siglo XIX, los rusos son mayoría en el territorio, habitado por dos millones de personas.
Crimea fue tierra tártara durante siglos, pero ahora son minoría, apenas un 12%. Kiev siempre ignoró sus demandas.
Los surosetas no escondieron nunca sus aspiraciones separatistas y, de hecho, tras una cruenta guerra contra Tiflis en los 90, se autoproclamaron independientes.
Mientras, las autoridades de Crimea aseguran que no buscan independizarse de Ucrania, sólo ampliar la autonomía mediante un referéndum vinculante, aunque los tártaros creen lo contrario.
El plebiscito fue convocado por la Rada Suprema (Parlamento) de Crimea a puerta cerrada y mientras el edificio estaba bajo el control de hombres armados que la prensa vincula con Moscú.
El sábado, las autoridades de Crimea adelantaron la consulta al 30 de marzo y, si se celebra, nadie duda de que la mayoría de votantes se pronunciarán a favor de una amplia autonomía, aunque sea en el seno del Estado ucraniano.
Ahora, más de cinco años después de la guerra, Osetia del Sur es un país independiente, aunque sólo reconocido por Rusia, Venezuela, Nicaragua y otro par de pequeños Estados.
Para los analistas, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha estado siempre obsesionado con Ucrania y aseguran que si desaprovecha la ocasión para recuperar Crimea pasará a la historia como una oportunidad perdida.
La intervención en Osetia del Sur no le salió muy cara al Kremlin, pero ahora el presidente de EEUU, Barack Obama, ya advirtió a Putin que el coste de la invasión de Crimea sería altísimo.
También te puede interesar
Lo último
El parqué
Jaime Sicilia
Jornada de caídas
Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Estabilidad financiera y geopolítica
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Yoli, lo peor que nos ha pasado
Editorial
Los retrasos del AVE y los “factores externos”