"Cantar copla es lo más parecido a decir que se ama o que no se ama"

Marifé de Triana. Cantante

Referente único de la música popular española, maestra de maestros y admirada por propios y extraños, la artífice de himnos como 'Torre de arena' y 'La loba' recibe hoy en Málaga la Medalla al Mérito en el Trabajo.

Marifé de Triana, en una imagen reciente.
Marifé de Triana, en una imagen reciente.
Pablo Bujalance / Málaga

14 de diciembre 2011 - 05:00

María Felisa Martínez López Marifé de Triana (Burguillos, Sevilla, 1936) atiende al teléfono en su casa de Torremolinos. Pide unos instantes para ubicar al periodista que quiere hablar con ella. Una vez atados todos los cabos se muestra amable, cómplice y cercana, reclama el tuteo para la conversación y desgrana cada palabra con iguales dosis de espontaneidad y prudencia. Resulta demasiado sencillo olvidar que se está hablando con un referente decisivo de la música popular española. De ella dijo la Niña de los Peines: "Empieza donde otros acaban". Rocío Jurado e Isabel Pantoja han reconocido su maestría. Su Torre de arena se mantuvo invariablemente como el disco más vendido en España en los 50 y también en los 60. Los grandes teatros de medio planeta se han rendido a sus pies. Hoy, la ministra Trinidad Jiménez le entrega en Málaga de la Medalla al Mérito del Trabajo. Y ella se muestra dispuesta a revisar más de medio siglo de copla como quien da cuenta, exactamente, de un trabajo bien hecho.

"Sentí mucho no haber podido ir a Madrid a recoger este reconocimiento, pero mi estado de salud me lo impidió", explica a la vez que se confiesa "enormemente agradecida". Su situación, no obstante, es ya mucho mejor: "Pasé ocho meses muy malos con la quimioterapia. Pero el pasado 31 de mayo me llamó el oncólogo, casi llorando, y me dijo que la analítica había salido perfecta. Todavía, eso sí, tengo que terminar de expulsarlo todo", detalla mientras muestra un agradecimiento no menor a la fisioterapeuta que la visita a diario. Se revela ágil, entera, con mucho humor y sin cuentas pendientes.

-¿Cómo se recibe un premio al trabajo? ¿Pesa más que otros?

-Imagínate. Cuando mi padre murió yo tenía 9 años. Empecé a trabajar a los 11 y mi madre nos llevó a Madrid. Alquilamos una habitación y mis hermanos dormían en el suelo. Mi madre encontró un sitio en el que nos alquilaban los trajes para mis actuaciones por dos pesetas, pero ni ésas teníamos. Al menos, aceptaban la cartilla de racionamiento. Cada lunes devolvíamos los trajes y ellos nos devolvían la cartilla. Así fuimos tirando un buen trecho.

-¿Era el Madrid de posguerra la ciudad fría y poco acogedora que otros andaluces que fueron allí a trabajar describen?

-No, no, para nada. Madrid siempre ha sido una ciudad de ensueño. Y para artistas, cantantes y toreros, ni te cuento. Allí podías triunfar aunque no hubieras llenado la Maestranza. No sé cómo estará ahora. Imagino que tendrá los problemas de todas las ciudades.

-El cine no fue en su caso un medio muy cultivado...

-No, sólo hice dos películas.

-¿Por qué? No sería porque no le llegaban ofertas.

-Es que era siempre lo mismo. Todo se hacía por una miseria y a nosotras nos tocaba hacer de folclóricas que se enamoraban de señoritos. Yo me negué a hacer eso. Recuerdo que en una de esas películas yo cantaba La loba en una escena en la que tenía que hacer de borracha. Un 24 de marzo estábamos rodando en Lora del Río una escena en el portal de una casa. Se suponía entonces que mi personaje estaba bebida, así que me puse a cantar como si lo estuviera, con los brazos caídos. Entonces llegó un hombre, uno del pueblo que pasaba por allí, se metió en la escena y empezó a meterse conmigo. Tuvieron que interrumpir el rodaje. Yo le dije que los había visto bestias, pero que él se llevaba la palma. Imagino que le resultaría muy raro verme metida en ese trance. Hasta le enseñé lo que llevaba en la botella, para que se enterara, manzanilla con miel que me preparaba mi madre.

-¿Le habría gustado hacer entonces más películas dramáticas?

-En realidad, lo que me habría gustado es haber sido actriz de comedia y haber actuado en teatro sin cantar una nota. Es lo que más hecho de menos. Pero para ello tendría que haberme formado, haber trabajado con las personas adecuadas. Y tampoco tuve esa oportunidad, qué le vamos a hacer.

-¿Se cree lo de la resurrección de la copla, o se trata de otra moda?

-Están saliendo cantantes muy buenos, pero me parece que se abusa de los modelos. No me gusta nada que salga gente cantando e intentando imitar a Juanita Reina o a Lola Flores. Cada artista tiene que crear su personalidad. La copla es lo más parecido a decir que se ama, o que no se ama. Así hay que cantarla como si se estuviera enamorado, o como si no se estuviera, pero siempre en ese límite a partir del que te sales de ti. Eso sí, estos nuevos artistas tienen todo mi apoyo. Hasta repartí entre las niñas los 74 trajes que aún guardaba.

-¿No volverá entonces a subir a un escenario, aunque sea de una manera testimonial?

-No, no, eso ya no puede ser. Eso ya pasó. Ya no tengo facultades. Siento que si lo hiciera le haría un daño muy grande a mi marido [José María Alonso, fallecido en 2008]. Pasé con él diez años luchando entre la vida y la muerte.

-¿Se puede extraer alguna lección de la copla? ¿A qué conclusión al menos llega usted?

-A que la postura más inteligente es la de la humildad. Nunca entendí a las cantantes que iban de sobradas sólo por actuar en los teatros. Tampoco las entiendo ahora.

-Martirio me recomendó una vez que si quería saber de copla hablara con usted en primer lugar.

-Es que Maribel me quiere mucho. Y yo a ella. Es fantástica.

-Y un gran ejemplo de la evolución de la copla. ¿Le habría gustado a usted interpretar otro género, o tal vez tentarlo desde la copla, un poco a la manera de Martirio?

-Sí, claro. Yo trabajaba en Columbia, y ahí desde luego tuve muchas oportunidades. Incluso grabé un disco que se tituló Marifé canta a México [Comienza a entonar: "Sabes mejor que nadie / que me engañaste". Hasta el auricular parece temblar de emoción]. Manuel Gordillo me pidió que grabara un disco de flamenco. Pero, ¿cómo iba a hacer yo eso? Adoro a Camarón, y a Paco de Lucía. Ahí hay mucho arte.

-Usted residió antes en Benalmádena y ahora lo hace en Torremolinos. ¿Se ha sentido siempre bien acogida en Málaga?

-Mucho. Tanto, que mi marido quiso morir aquí. Siempre digo que si me pusieran a Málaga en un peso y Sevilla en el otro, la balanza no se inclinaría para ninguno de los dos lados. Yo he cantado a la Semana Santa en la Tribuna de los Pobres, poco me queda por demostrar.

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