'Don Geraldo' en su laberinto
El próximo día 19 se cumplen 30 años de la muerte de Gerald Brenan
Málaga acogerá la presentación de la nueva edición de 'El laberinto español'
Málaga/Hacía sólo tres años que había regresado a Alhaurín El Grande, a la casa en la que se instaló a finales de los 60 tras la muerte de su mujer, Gamel Woolsey. Las penurias económicas le habían obligado a permanecer largo tiempo en una residencia londinense hasta que al fin las instituciones públicas dieron luz verde a su vuelta a España y al alumbramiento de la fundación que lleva su nombre. Pero el reencuentro con aquel pueblo de muros encalados y solaz ininterrumpido le duró muy poco: Gerald Brenan murió en el mismo Alhaurín El Grande el 19 de enero de 1987, a la edad de 92 años, convertido ya en un hispanista esencial gracias, principalmente, a su obra El laberinto español, si bien su maestría literaria atravesó géneros y discursos hasta abordarlo prácticamente todo. Él fue nuestro Robert Graves, sólo que su inclinación por la tierra que habitó se dio en tiempo presente. Otros títulos como Al Sur de Granada hicieron de Don Geraldo, tal y como se le conoció en los lugares andaluces en los que anidó, un autor popular; el corpus que dejó tras de sí, sin embargo, representa aún en gran medida un legado por descubrir, de ahí que la conmemoración por el treinta aniversario de su fallecimiento se presente como una nueva oportunidad para la divulgación de su extenso trabajo.
De hecho, la conmemoración tendrá la provincia de Málaga como ámbito justo y necesario. En concreto, como corresponde, será la Casa Gerald Brenan, la institución ubicada en el cortijo de Churriana que el escritor convirtió en su morada entre 1935 (después de su estancia en Yegen, en la Alpujarra granadina, donde se instaló en 1920) y 1968 (antes de su llegada a Alhaurín El Grande), la que se haga eco con un programa especial de actividades, según confirmó a este periódico su directora, Silvia Grijalba. Aunque la efeméride quedará reflejada en numerosas convocatorias a lo largo de todo 2017, será los días 19 y 20 cuando el centro desarrolle su mayor órdago al respecto. Entre el menú previsto, en el que quedan propuestas aún pendientes de cierre, Grijalba subrayó la proyección de la película Al Sur de Granada (2003) con la presentación de su director, Fernando Colomo; y, con protagonismo evidente, la presentación nacional de la nueva edición de El laberinto español que justo esos días pondrá en circulación la editorial Planeta a través de su longeva colección de bolsillo Austral. Se produce así un harto interesante caso de justicia poética: Brenan escribió El laberinto español (subtitulado Antecedentes sociales y políticos de la Guerra Civil y publicado en 1943 en la editorial Ruedo Ibérico, en París, dada su prohibición en España) en su casa de Churriana, donde ejerció de testigo asombrado de la crudeza de la contienda, intentando buscar una respuesta a tan brutal manifestación de odio. Pero también escribió aquí Al Sur de Granada en 1957, así como La faz de España (1950), donde abordó el asesinato de Lorca; su primer libro de memorias, Una vida propia (1962); su Historia de la literatura española (1951) y los artículos que devinieron en su biografía de San Juan de la Cruz (1973), entre otros. Será entre estas mismas paredes donde expertos, críticos e historiadores se den cita para analizar y divulgar su obra treinta años después de su muerte.
La reedición de El laberinto español en este 2017 resulta particularmente oportuna por cuanto la misma historia de España ha venido a darle la razón en ciertas cuestiones no exentas de polémica que en su momento fueron puestas en solfa por los historiadores académicos, gremio con el que Brenan, escritor, hispanista y viajero, nunca llegó a entenderse del todo. Si algo justifica la lectura de esta obra en este tiempo es la verificación del diagnóstico, la asunción de las claves que definen el territorio y que en determinados momentos estallan en el conflicto. Carlos Pranger, editor, traductor y albacea de Brenan, explica en este sentido que la actualidad de El laberinto español "procede de la energía con la que España parece en pleno siglo XXI más centrada en sus localismos que en todo lo que la articula como país. Y estos localismos, reforzados día a día, se dan siempre enfrentados entre sí, sin armonización ni equilibrio entre ellos. Después de lo que había visto en la Guerra Civil, Brenan quiso ir al fondo de la misma noción de España y comprobar si había algo bajo todo esos localismos, a los que llamaba patrias chicas, en busca de la visión general propia de una nación común. Para ello se dejó guiar por sus lecturas y sus experiencias, y en sus conclusiones afirmó que sí, que España era una realidad plena sometida al peligro de los enfrentamientos territoriales. Los españoles debían aferrarse a la idea de que era mucho más lo que les unía que lo que les separaba para garantizarse un futuro".
Preguntado por el modo en que Brenan compartió esta preocupación por España con la Generación del 98, Pranger, también escritor y poeta, subraya que el hispanista "estableció como punto de partida para El laberinto español la pérdida de las colonias, así que esa conexión es importante. El problema es que Brenan no compartía el escrúpulo de la escuela alemana de la Historia: él consideraba que era posible combinar el rigor y la amenidad, la intuición personal con la exposición de los acontecimientos. Y esto, durante mucho tiempo, jugó en su contra. Sin embargo, ahora podemos comprobar cómo el libro tiene una vigencia que admite poca discusión: Brenan estaba hablando en 1943 de asuntos de hoy como el éxito de los nacionalismos, la crisis del socialismo a la hora de escoger entre diversos modelos ideológicos y las luchas entre las facciones de los partidos de izquierdas, algo que ha cristalizado de manera especialmente visible en Podemos". Así, El laberinto español contiene argumentos necesarios para aproximarse a la España presente no desde la coyuntura efímera sino desde la cultura recurrente. Los diagnósticos no son hoy más prescindibles.
El agente más periférico del Círculo de Bloomsbury, explorador incansable del Mediterráneo y detective perspicaz, dejó a España un testimonio sin paliativos. Así que pasen treinta años.
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